Elizabeth Cemborain (Caracas, 1959) estudió arquitectura en la Universidad Central de Venezuela y luego Arte Puro, mención Dibujo y Pintura, en la Escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas. Actualmente desarrolla una práctica artística principalmente centrada en soportes y lenguajes electrónicos, y es probablemente una de las mayores exponentes del glitch art en Venezuela. Su pieza más reciente, participante en la Bienal 68 Salón Arturo Michelena, es un video de 42 segundos de duración que lleva por título El Puente –y sirve de punto de partida para esta breve interrogación del extenso trabajo de Cemborain en las artes digitales.
El puente from LA TIZA on Vimeo.
El Puente registra el paisaje mientras Cemborain transita el puente sobre el Lago de Maracaibo. Las imágenes son procesadas posteriormente para generar patrones entrelazados que, según la artista, establecen “un diálogo con la tradición abstracto-geométrica… es un paisaje de una Venezuela gris, desorientada y en transición”. El paisaje azul grisáceo se transforma súbitamente en una serie de líneas quebradas de color, la imagen reaparece y se vuelve a disolver durante el trayecto.
El trabajo de Elizabeth Cemborain se relaciona estrechamente con desplazamientos (físicos, simbólicos) y a menudo se basa en meditaciones sobre el movimiento: el movimiento como elemento de estudio recurrente en la historia del arte venezolano, el movimiento inherente a los displays electrónicos, el movimiento como el motor de un diálogo. Esta palabra –diálogo– también resuena a través del trabajo de la artista, especialmente desde que desarrolla obras en dispositivos móviles que facilitan la creación de imágenes que dialogan con paisajes y objetos con los que tropieza.
En vista de su formación como arquitecto, Cemborain comenzó a familiarizarse con tecnologías digitales en una época en la que estas apenas comenzaban a hacerse de uso común en el país, y aunque empleaba CAD y Mac Perspective para trabajar, sus herramientas preferidas eran el papel de cróquis y el lápiz. Aficionada a la pintura y el dibujo, tras 9 años de ejercicio profesional, decidió entrar a la Escuela Cristóbal Rojas y abandonar gradualmente la arquitectura. Finalmente, en 2003, dos factores influenciaron un giro hacia lo digital en su carrera: su creciente interés y participación en talleres sobre temas de arte y cultura contemporánea (entre ellos, algunos propiciados por el artista visual Antonio Lazo), y su experiencia viviendo fuera del país por varios meses. Respecto a este último punto, Cemborain afirma: “(No tenía) ningún otro recurso expresivo que una sencilla cámara digital y un laptop. Comencé a recorrer las ciudades y pueblos mientras hacía registros fotográficos y de video. Desde allí han continuado mis recorridos urbanos, vistos a través del movimiento generado en esas acciones y del lenguaje dado por la computadora al revisar ese material.”
La primera aproximación de Cemborain al glitch como recurso expresivo fue absolutamente accidental. Al respecto, explica: “Trabajo con muchos programas abiertos al mismo tiempo; pueden estar abiertos (simultáneamente) Photoshop, Adobe Premier, Camtasia y Skype… Intercambio información entre ellos, y comenzaron a aparecer glitches al mover archivos de un lugar a otro. Luego de estas apariciones aleatorias, muchas veces el sistema se “congelaba” –era un preludio al disco duro próximo a dañarse de manera permanente. Comencé a observar qué movimientos podían generar los glitches, inicialmente para evitar su aparición y luego para generarlos intencionalmente.” Se trata, entonces, de un acercamiento verdaderamente orgánico al error técnico, un uso que parte, inicialmente, desde la pura experimentación estética, de la mano de la curiosidad por los límites y fallas del dispositivo.
Desde entonces, Cemborain ha incorporado el error a su obra haciendo uso de simuladores de glitch, pero también ha extendido su experimentación a la intervención directa en archivos ejecutables: “He realizado experiencias paralelas en las que introduzco palabras en los archivos binarios de los fotogramas, y también he logrado intervenciones con factores sonoros a través de programas de edición de audio. Muchas veces los archivos resultan ilegibles, mientras que otras pocas veces pueden ser leídos con programas de edición gráfica.” Además de producir y coleccionar glitches en la pantalla de su computadora, y quizás inspirada por el movimiento transformador inherente a la generación intencional del error técnico, Cemborain también ha desarrollado un amplio discurso que se despliega como una especie de diálogo constante con el entorno, el paisaje, el otro. El glitch se configura, entonces, como una suerte de elemento mediador, que a su vez representa la mano de Cemborain apropiándose de imágenes preexistentes para convertirlas en patrones de luz y color.
En su portafolio y en su Instagram personal –donde comparte pequeños vídeos e imágenes que constituyen suertes de “obras inmediatas” generadas en su teléfono– es clara la inclinación de Cemborain a la abstracción de la imagen o, si se quiere, su deconstrucción en patrones cromáticos. También son frecuentes sus “diálogos” con la obra de otros artistas (por ejemplo, durante su visita reciente a Miami Art Basel) que se desarrollan a partir de encuentros en espacios expositivos. Por otro lado, estética y técnicamente, el trabajo de Cemborain es un exponente fundamental del new media art venezolano, pero resulta tentador trazar una vaga relación con el cinetismo –la referencia o “bagaje”, si se quiere, que probablemente todos los artistas contemporáneos venezolanos deben afrontar. Para Cemborain, su propio trabajo está íntimamente ligado con el movimiento en la medida que éste es el “principio generador” de la obra desde el inicio hasta el final –reflexión que conduce, a su vez, a considerar la noción de movimiento en el ámbito de procesos digitales de registro y procesamiento de datos: la artista transita el espacio (la ciudad, el paisaje, la galería) cámara en mano, realiza o no un acercamiento digital al objeto, y luego somete el archivo a una serie de movimientos dentro del dispositivo de “post-producción” para generar los errores y distorsiones que conducen a la imagen final.
El paisaje urbano es protagonista recurrente del trabajo de Cemborain, y es importante destacar que su aproximación se da desde el movimiento incluso cuando el resultado final pueda ser una imagen fija. En sus registros, la cámara o teléfono en posición horizontal se vuelve uno con el cuerpo; tras el procesamiento digital, la obra final suele ser una abstracción cromática del paisaje a través del “barrido” generado por la cámara. La artista comenta: “Al revisar los fotogramas de los videos provenientes de mis recorridos, descubro zonas de interés precisamente en los lapsos donde el movimiento ha estado presente. Cuando amplío esos fotogramas interlazados, surgen nuevos paisajes ‘sintéticos’, compuestos por franjas y ritmos que dialogan con la estética de la abstracción geométrica. Me atrae la imagen en movimiento y siento que es el vínculo y generador central de mi obra.” El movimiento del cuerpo (y por ende de la cámara) se perfila entonces como principio estético y recurso central de la técnica “sintética” de Cemborain.
Abajo he colocado algunas imágenes de la serie “Desplazamientos” que ilustran efectivamente ese proceso dinámico: recorriendo Times Square al atardecer entre caminatas y cruces apresurados, Cemborain realiza un registro del movimiento de su propio cuerpo, el movimiento de las pantallas LED que caracterizan la cuadra turística, y el movimiento de los cuerpos a su alrededor. El desplazamiento de la cámara/cuerpo genera imágenes que se sitúan entre la abstracción pictórica y el glitch art.
Elizabeth Cemborain comparte influencias e incluso intereses temáticos con ciertas tradiciones del arte venezolano, pero su aproximación tiene pocos precedentes. El paisaje, lo político, el diálogo con el pasado, se abordan en su obra desde lo móvil –estrechamente relacionado con lo lúdico y la apertura hacia lo imprevisto– y desde lo digital corrupto como metáfora (asunto clave para diferenciar el glitch art del glitch “natural” en un dispositivo). En estos sentidos, es una de las artistas venezolanas con más trayectoria que hayan abrazado y desarrollado un discurso profundo empleando tecnologías digitales en cada etapa del proceso creativo. Su trabajo contiene una propuesta conceptual fresca respecto a pensar el entorno como algo flexible y maleable; el paisaje manipulado y procesado por la tecnología con el fin de desplegar algunas de sus múltiples posibles apariencias. El Puente, la obra con la que inicia este artículo, es un claro ejemplo: partiendo de su percepción de Venezuela como un país “desorientado”, en constante conflicto interno, Cemborain utiliza el movimiento horizontal como metáfora de un viaje hacia la confrontación con los quiebres y defectos propios de este paisaje-país –conflictos y quiebres que se hacen visibles en los glitches que interrumpen la vista sobre el Lago de Maracaibo.
Fuente:
Cemborain, Elizabeth. Entrevista con la autora via e-mail. 7 de diciembre de 2016.
Coordenadas:
Web oficial: http://www.elizabethcemborain.com/
Instagram: https://www.instagram.com/elizabethcemborain/
Todas las imágenes son propiedad de Elizabeth Cemborain y son utilizadas con su permiso.