“Lo más sabroso del sainete es la morcilla”
Rafael Guinand
Diálogos de la Paloma
fue estrenada en la Sala 1del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, CELARG, el 9 de octubre de 2001, por Ultimate Productions
con el siguiente elenco:
Gustavo Rodríguez (†)
Juan Manuel Montesinos (†)
Alejandro Corona
Creó el logotipo y actuó de Anfitrión P. L. Zapata (†)
Arreglos musicales Jorge Llanos
Arreglos vocales Fernando Gonzáles
Vestuario Giovanni Scutaro
Dirección
Armando Götta
I
Exaltación del Falo
Actor l:
| El órgano varonil es hermoso…
Actor 3:
¡Ay!
Actor 1:
¡Un momento! Lo digo desde un punto de vista estrictamente estético… Uno puede afirmar que un caballo es hermoso, y eso no significa que quiera metérselo por el ….
Actor 2:
Por cierto, ese buen amigo también merece sus monólogos, ¡porque tiene unas historias!
Actor 3:
¡Algunos de ellos! ¡Algunos!
Actor 1:
Me refiero a la morfología, a la forma del órgano viril. En reposo, luce como un armonioso huso, descansando plácidamente en su nido de los redondos cojones. En ese estado su apariencia es tiernamente inofensiva, su consistencia es blanda al tacto y pende graciosamente hacia abajo.
Actor 3:
Yo diría que cuelga como un moco de pavo.
Actor 2:
Observación absolutamente fuera de lugar y muy poco lírica.
Actor l:
La piel del pene es aterciopelada y dúctil en su textura y de color discretamente bronceado. ¡Es la piel más fina y delicada de toda la envoltura epidérmica del cuerpo varonil! Salvo en la base del miembro, aparece libre de pelos y demás entorpecimientos;
Actor 2:
En la piel del falo no salen verrugas, como sí ocurre en otras partes del cuerpo…
Actor 1:
Así es, amigo mío.
Actor 2:
Coincido con usted. La verdad es que es una parte del cuerpo humano muy hermosa.
Actor 1:
Tiene razón… Por cierto, los especialistas en estética humana toman en cuenta seis aspectos del falo a propósito de evaluar su belleza: longitud, grosor, textura de la piel, forma del glande, el escroto y el vello púbico.
Actor 3:
¿Y si el sujeto no tiene escroto, o si es metrosexual y se afeita los pelos?
Actor 2:
Bueno, me imagino que hay para todos los gustos. Algunas mujeres preferirán a los hombres afeitados, otras no. Lo mismo con el escroto… A los hombres nos pasa igual: algunos preferimos a las mujeres con su Monte de Venus completo, otros a las rasuradas.
Actor 3:
¡A mí gustan peludas! Las mujeres que se afeitan o acicalan el pelo púbico parecen que cargaran ahí un jardín inglés. A mí me gustan peludas… ¡Como una selva! ¡Peludas, como una montaña!
Actor 2:
¡Por favor! ¡No sea vulgar!
Actor 1:
Pues le diré, a las mujeres les gustan los penes peludos. Se hizo una encuesta que lo demostró. En cambio las opiniones se dividen en cuanto al prepucio. Algunas mujeres lo prefieren encapuchado; pero otras, la mayoría, prefieren a los hombres circuncidados.
Actor 3:
¡Esos son los judíos! ¡Ahora entiendo por qué las mujeres adoran a los judíos!
Actor 2:
Es que así luce más elegante.
Actor 1:
¡Especialmente estando erecto! Cuando se alebresta… ¡Ay! Estando engrifado, el pene se desencapucha y exhibe el glande o bálano…
Actor 2:
¡Que hermoso nombre tiene esa parte de nuestra anatomía!
Actor 1:
¿Sabían ustedes que una de las maravillas del falo consiste en que estando engrifado se endurece íntegro, menos en el glande? El bálano se hincha, ciertamente, y luce como una preciosa manzanita enana, pero permanece blando a propósito de evitar hacerle daño a la mujer cuando la pasión hace que el hombre lo empuje reiteradamente, como un émbolo de alta potencia, en el interior de su vagina. ¿No es un portento de la Naturaleza?
Actor 2:
¡Mire usted cuanta delicadeza biológicamente determinada! ¡Y después las mujeres dicen que los hombres somos crueles e insensibles con ellas! ¡Son tan injustas!
Actor l:
Por su singular hermosura es que el Creador hizo que el aparato sexual masculino se exhibiera frontalmente en el cuerpo humano, en tanto que el femenino aparece escondidito entre los muslos, como si le diera vergüenza mostrarse. Los varones vemos nuestros penes de manera natural: basta mirar hacia abajo…
Actor 3:
¿Mirar hacia abajo? Sé de sujetos que llevan años sin verse el miembro… (Hace el gesto que indica una prominente curva ventral.)
Actor l:
En cualquier caso, puede uno pararse ante un espejo; en cambio, las mujeres tienen que realizar proezas de contorsionista para mirarse su sexo.
Actor 3:
¡Yo me siento muy orgulloso de mi paloma! Tiene forma oblonga.
Actor 2:
¿O… qué?
Actor 3:
Oblonga. Es más larga que ancha.
Actor 2:
¿Y eso qué tiene de particular? ¡Todas las palomas son más largas que anchas!; en caso contrario el tipo sería un fenómeno.
Actor 3:
¡Pero es que usted tiene que ver lo larga!
Actor 2:
¡Qué individuo tan presumido!
Actor 1:
Erecto, es una figura señera, desafiante, retadora, representativa de la potencia generadora del universo; entonces aparece como un órgano gallardo, de dura y turgente consistencia, noble estampa y generoso trapío, por usar un término taurino, que le viene bien. En cosa de segundos, y con muy definidos propósitos benéficos, crece, se engrifa y se engruesa…
Actor 3:
¡Cuando el mío se pone en esa condición las mujeres cantan la Marsellesa!
Actor 2:
¡Pero, bueno!…
Actor 1:
…En tal estado describe una larga y armoniosa curva cuya concavidad, poco acentuada, mira orgullosamente hacia arriba y hacia atrás. ¡Es la verídica lanza en ristre, el mandoble implacable, el pájaro rampante, el escalofriante pitón del miura!…
Actores 2 y 3:
(Al unísono): ¡OLE!
OSCURO
II
Talleres vaginales y trasplantes fálicos
Actor 3:
Es verídico: el falo se exhibe desafiante, como un miura, en cambio la vulva se esconde toda tímida…
Actor 1:
Tan cierto es, que muchas mujeres jamás se la han visto.
Actor 2:
Un psicólogo avispadísimo creó una nueva forma de terapia que llamó “Autodescubrimiento de la vagina”… Consiste en que la mujer debe abrir sus piernas, contemplar su sexo con un espejo y comentar lo que ha visto.
Actor 3:
¿Y qué dijeron las mujeres?
Actor 2:
¡Cantidad de cosas rarísimas!. Figúrese que una de ellas dijo que siempre había pensado a su sexo en un “plano abstracto”…
Actor 3:
¿Y eso que significa?
Actor 2:
¡Ni idea!… Otra, que al verse por primera vez su sexo se quedó sin habla…
Actor 3:
¡Sin habla se quedaría si viera mi paloma!
Actor 2:
¡Qué fastidio! ¡Este sujeto es insoportable!
Actor 1:
Yo no sé de qué tamaño la tiene usted, pero debo decirle que de acuerdo al más reciente estudio, el tamaño promedio es de 13 centímetros, 02 milímetros y 07 micras. Con una circunferencia de 11.66 cm. Estando en erección, claro.
Actor 2:
¡Qué interesante! ¿Quién realizó ese estudio?
Actor 3:
¡A mi me parece que fue un vago que se puso a medirle el pene a los hombres por todo el mundo!
Actor 1:
¡No, señor! Fue un equipo de científicos de varias universidades, dirigido por un cirujano que realiza trasplantes de penes. El doctor quiere fundar un banco de penes humanos, porque empezó con trasplantes de falos de gorila puestos en hombres, pero sus experimentos fracasaron.
Actor 3:
¡Qué pene! Er.., quiero decir: ¡qué pena¡ A mí me encantaría tenerlo como un gorila!
Actor 2:
¿Y a quién se lo iría a meter? Porque según lo que vi en Animal Planet, el gorila tiene un miembro como de noventa centímetros de largo por cuarenta de grueso. Usted tendría que hacer el amor con una gorila, y eso tiene sus dificultades: primero, convencer a la gorila de que se deje coger; luego, ese pelero; por último, sobrevivir al acontecimiento, porque las gorilas son hembras ardientes y muerden, abrazan con vigor y arañan al macho durante el acto. Los gorilas machos siempre salen un tanto maltrechos del encuentro, pero pueden soportarlo, en cambio usted… ¡A usted lo que le sale es una mona tití!
OSCURO
III
El Pene Bolivariano
Actor 1:
¡Celebremos un triunfo nacional de gran envergadura −en sentido literal−! ¡Los venezolanos estamos en el ranking mundial de tamaño del pene! He aquí, en números redondos, una muestra de los resultados.
(Aparece un cartelón grande exhibiendo un gráfico en el cual la posición en el ranking de cada país se indica mediante un falo del tamaño correspondiente. Actor 1continúa su parlamento:)
1º) Congoleños y ecuatorianos………… 18 cm
2º) Colombianos y venezolanos…………… 17 3º) Cubanos y húngaros ……………….. 16
4º) Españoles………………………………14 5º) Estadounidenses……………………….13
6º) Indonesios……………………………. 12
7º) Tailandeses y surcoreanos………………10
8º) Tunecinos y egipcios…………………………. 9
Son los países más notables ordenados según el tamaño del miembro viril de sus hombres. Como observarán, en el tope-tope están los congoleños y los ecuatorianos; los venezolanos compartimos un honroso segundo lugar al lado de los hermanos colombianos… Tunecinos y egipcios están en la cola…
Actor 3:
¡Viva Venezuela, mi patria querida! ¡Es el verídico Pene Bolivariano!
Actor 2:
Pero los ecuatorianos en primer lugar… ¡Increíble! Uno los ve tan rejuñíos y canijos, ¡y mire usted!: ¡Del tamaño de los congoleños!…
Actor 3:
Los que no asombran para nada son los congoleños. Los africanos de raza negra y, en última instancia, todos los negros regados por el mundo, poseen dotaciones monstruosas…
Actor 1:
¡Cuidado, amigo mío, que puede estar por ahí un sapo cooperante! Recuerde que ahora no hay negros, sino afrodescendientes.
Actor 3:
Lo de los err,,, afrodescendientes… es verdad… ¡Hasta los pigmeos del Congo! Dicen que para lograr caminar con libertad esos enanos tienen que amarrarse la paloma con una cabuya y colgársela del hombro.
Actor 2:
En esto de la dotación viril los venezolanos contamos con antecedentes históricos en un personaje como Simón Bolívar; por algo sus contemporáneos lo llamaron “el trípode”. Una anécdota de la tradición oral lo demuestra…
Actor 3:
¡Cuéntela, cuéntela!
Actor 2:
Dos oficiales ingleses, de la Legión Británica, descansan a la sombra de una mata de mango, próxima a un río; súbitamente ven venir a Bolívar, desnudo, a toda carrera, con su chorizo meneándose de izquierda a derecha al ritmo de sus pasos; con el mismo impulso salta y se sumerge en el pozo. Uno de ellos, asombrado, comenta: “¡Oh, my god, what a monstruos thing! ¿Don’t you think so, Charly? Y el otro responde con la característica flema británica: “¡Oh, yes!, pero no es tanto lo grande, sino lo alegre”…
Actor 3:
¡Ese es mi Libertador, caracha! Y es que Bolívar era de los que hacía la guerra diciendo: “Por aquí voy peleando y con el machete dando”… Con razón Manuelita…
Actor l:
No crea. Sí, lo tenía grande y alegre, pero también un tanto perezoso… dicen…
Actor 3:
¡Blasfemia! ¡Eso es traición a la patria!
Actor 2:
No, señor: es Historia de la patria. Lo documentan las cartas de Manuelita Sáenz. Ella dice que costaba Dios y su ayuda para que se le parara…
Actor 3:
¿La ayuda de quién?… ¡Vendepatria!
Actor 1:
Bueno, de la propia Manuelita… Usted sabe…
Actor 3:
¡Usted, escuálido, es un agente del imperialismo!
(El Actor 2 interviene para calmar los ánimos:)
Actor 2:
¡Bueno, compatriotas, no van a pelear por eso! Sea grande o chiquito, perezoso o enérgico, el hecho es que Bolívar cumplió su parte… En cambio, los venezolanos de hoy no saben qué hacer con ese tamañote…
Actor 1:
¡Ummm!… Tampoco le sirve el tamaño a muchos a los demás latinoamericanos; al menos no sirve para sacudirse a los sinvergüenzas cínicos que tienen montados en el lomo chupándonos la sangre…
Actor 2 (hace aparecer un libro):
¡Frases celebres de un gobernante latinoamericano! (Lee): “Cuando voy a los pueblos, todas las mujeres quedan embarazadas y en sus barrigas dice EVO CUMPLE”… “¿Saben que han dicho las mujeres en un evento en Cochabamba?… Las compañeras dicen en sus consignas: Mujeres ardientes, Evo presidente… Mujeres calientes, Evo valiente… Mujeres aguantan, Evo no se cansa“… Y miren estas reflexiones sobre la alimentación: “El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres”… “La calvicie es una enfermedad en Europa; allá casi todos son calvos, y esto es por los alimentos que comen; mientras que en los pueblos indígenas no hay calvos, porque no comemos esos alimentos. Pueden verme a mí por si acaso”…
Actor 3:
¡No, eso es una broma! Eso no puede ser verdad. Un presidente no puede decir semejantes idioteces…
Actor 2:
Es verídico, señor. Aquí está el libro, se llama “Evadas”.
Actor 3:
Mejor debería llamarse “Güebonadas”…
Actor 1:
¡Es inaudito!
Actor 2:
Mire, maestro: Un presidente latinoamericano puede decir y hacer cualquier cosa… ¿Acaso un hay uno que habla con un pajarito?
Entra la música de la guaracha “El Bobo de la Yuca”.
Actor 3 (canta y baila):
¡El Bobo de la Yuca se quiere casar!
¡Invita a todo el mundo pa’ la capital!
¡Y va a pasá su luna de miel
chupando caña, comiendo papel!
¡Y va a pasá su luna de miel…
Actores 1 y 2 (sumándose al baile):
¡Chupando caña, comiendo papel!
¡Chupando caña, comiendo papel!
(Bis.)
Actor 2:
La verdad es que eso del tamañote como que no sirve para nada.
Actor 1:
Así parece… En cambio, tunecinos y egipcios, que lo tienen chiquito, lograron sacarse a los sátrapas que los tenían jodidos; al menos los echaron por un rato.
Actor 3:
Será que en tiempos modernos lo importante no es el tamaño del machete, como en los tiempos de Bolívar, sino el de los cojones.
OSCURO
IV
Dilema fálico: Tamaño vs destreza
ctor 2 (Aparece portando un falo descomunal, lo pone en una mesa):
Usted no se ha paseado por el prodigio fisiológico de la erección. La erección es uno de los fenómenos más admirables, milagroso, podríamos decir, de la Naturaleza, y también es lo que hace del aparato sexual masculino un sistema mucho más delicado que el de la mujer. Vean ustedes, ¿qué tiene que hacer la mujer para acceder al coito, cuánto le cuesta, cuál es su esfuerzo?… ¡Ninguno, literalmente ninguno! ¡Las mujeres siempre pueden hacerlo! Su éxtasis comienza en cuanto ven llegar al macho que les gusta: desnudo, musculado, peludo, con el pelo desordenado, con ese aspecto rudo, dominante, y esos brazos fuertes que pronto la abrazarán y la prensarán… Entonces las ganas se le ponen a millón: su vagina empieza a lubricarse, para lo cual tampoco tiene que hacer el menor esfuerzo, por cuanto la lubricación es un acto reflejo; de inmediato su clítoris y sus labios vaginales se hinchan, sus pezones se yerguen, sus respiración se acelera, su corazón late como loco, su piel se enrojece… A la mujer le corresponde estar ahí, yacente, sea en posición decúbito supina, o en la llamada posición del perrito, también conocida como “a la manera de las bestias” y postura del orante musulmán. Si acaso, la mujer ejecutará ciertos elementales comportamientos estimulantes, como algunos meneítos y el susurrar con voz apasionada cosas como “¡Ven, papaíto!”… “¡Móntame rápido, mi vida, que me tienes loca!”… “¡Vente, mi bombero bello, que el fuego consume esta casa!”
Actor l:
¡Y eso si es cariño nuevo!, porque las esposas, ni eso hacen; más bien le cortan la nota a uno, como esa mujer infame que estando el hombre en pleno trance, le dice: “Mi amor, hay que mandar a pintar ese techo”.
Actor 3:
No crea, compañero. Para ellas no es tan fácil como usted dice; las mujeres también tienen sus problemas sexuales…
Actor 2:
No lo dudo, pero el hecho real es que siempre pueden hacerlo; en cambio uno… ¡Uno! El que se llenen de sangre los cuerpos cavernosos para que se endurezca el pene, es lo de menos.
Actor 1:
Los antiguos creían que se trataba de aire. Un médico italiano del siglo XV escribió: “Existe un gran viento que es lo que hincha y alarga la verga y la hace dura como la madera”.
Actor 2:
El llenado de sangre de los cuerpos cavernosos es la consecuencia, no la causa de la turgencia vergal. La erección es un complejo reflejo neurovascular, que depende de la interacción de numerosos factores: desde un sistema nervioso en estado óptimo hasta un pene anatómicamente saludable, sin olvidar la correcta provisión vascular y el equilibrio hormonal del organismo. El asunto de la erección empieza cuando los vasos sanguíneos del pene son estimulados por impulsos nerviosos provenientes de diferentes fuentes; en primer lugar, por las caricias… Usted sabe, los arrumacos y toqueteos, principalmente en la susodicha parte; en segunda instancia, por los impulsos nerviosos enviados por los órganos de los sentidos; esto es, cuando uno ve a la mujer, la toca, la huele…; finalmente, por lo que los especialistas llaman “epifenómenos psicológicos”, vale decir, por las evocaciones, los deseos, las fantasías; en resumen, por la imaginación erótica que elabora el cerebro. La causa verdadera, además de todo lo anterior, es esencialmente nerviosa; los estímulos nerviosos, si no están interceptados los conductos, ponen en acción el centro espinal de las erecciones: desde allí, a lo largo de los nervios erectores, se transmiten los estímulos nerviosos a los cuerpos cavernosos, determinando su dilatación, gracias a determinadas sustancias que liberan dichos cuerpos, entre ellos el óxido nítrico que hace que los vasos sanguíneos se dilaten y una sustancia química identificada como GMP cíclica, que se genera durante la estimulación sexual, la cual tiene el saludable efecto de que cuanto más tiempo esté en acción, más dura la erección, y se consigue la compresión mediante las arterias pletóricas de sangre y de las venas de la méntula; esta circunstancia y la simultánea contracción los músculos bulbocavernoso e isquiocavernoso, impide el reflujo de la sangre, por lo que se verifica la turgencia del pene.
Actor 3:
¡Ya, ya!, ¡pare, maestro! ¡Coño! Yo no sabía que era tan complicado el asunto… (Reflexivo:) Ahora me va a resultar más difícil poner a punto a este compañero…
Actor 2:
El hecho es que la paloma es un órgano que no se somete a los mandatos de la voluntad de su dueño. Claro, ella se relaciona con la mente humana, pero a veces pareciera pensar por sí misma, y aunque la voluntad del hombre la quiera provocar, la paloma se obstina y obra a su manera. En ocasiones, moviéndose sola, sin permiso de su dueño; incluso, estando el amo durmiendo a veces hace lo que viene en gana; a menudo el hombre duerme y la buena paloma está despierta; otras veces el hombre vela y ella duerme, y no se despierta por más que se le ordene o suplique. Otras veces el hombre quiere y ella no quiere, y a veces ella quiere y el dueño se lo impide.
Actor 1:
Por lo que usted dice, la erección es, de verdad, un prodigio.
Actor 3:
¡Qué cosa tan grande!
Actor 2:
Bueno, no siempre es “¡tan grande!”. También hay medianas y chiquitas.
Actor 3 (Con ínfulas de conocedor):
Eso del tamaño no es relevante. Lo importante es la destreza en el uso del aparato.
Actor 1:
¡Ay, otro que lo tiene chiquito! ¡El hombre que afirma eso, es porque lo tiene chiquito; de modo que usted se ha hecho sospechoso de estar muy mal dotado! Yo realicé una encuesta que demuestra que a la mujer sí le importa el tamaño. Un miembro gigantesco, debidamente engrifado, las asombra y atemoriza, a partir de lo cual caen en éxtasis. Es lo que se llama “Fascinación por el pene”. Así lo dijo Freud.
Actor 3:
¡Pero los sexólogos dicen lo contrario: que los únicos preocupados por el tamaño son los hombres! Los hombres con problemas de autoestima, de ansiedad sexual, con dificultades en sus relaciones interpersonales, los que son tímidos. De acuerdo con esos expertos, a las mujeres les da igual.
Actor 1:
¿Igual? ¿A las mujeres les da igual? ¡Vamos a hacer una encuesta aquí mismo!
Actor 3:
¡Qué fastidio! ¡Mejor hacemos un concurso! Que los caballeros aquí presentes se lo saquen y usted se los mide…¡Vamos, anímense, caballeros!… (Ad libitum, puede desarrollar aquí un juego interaccional con el público, de ser propicias las circunstancias.)
Actor 1 (que inicialmente mira asombrado la intervención del otro, lo interrumpe):
¡No, señor, deje el relajo! ¿Qué es eso de “concurso”? ¿Esta usted demente? ¡Dije encuesta, que es una cosa seria, científica! A ver, señora, ¿qué opina usted?… ¿Es cierto que a las mujeres les da igual? (Desarrolla aquí un juego interaccional con el público.) A ver, ¿qué cuál es el punto de vista de la señora?… ¿Y usted?…
Actor 2:
¡Estamos ante una controversia científica!…
(Los actores en primer plano, se entrelazan y bailan una coreografía adecuada a sus posibilidades, mientras cantan el rap “Grandes o chiquitos”:)
Todos:
(Estribillo.)
¡Grandes o chiquitos,
gruesos o finitos,
a las bellas damas, les da igual:
mientras se levante
y uno lo administre
con cierta pericia magistral!
Actor l:
No es relevante el tamaño
De estar bien duro ese maño…
Actores 2 y 3:
¡Ese maño, ese maño!
Actor 2:
Tampoco importa lo grueso,
¡lo que vale es lo tieso!
Actores 1 y 3:
¡Eso, eso: que esté tieso!
Actor 3:
¡De manejarlo con arte
bailarán un mambo en Marte!
Todos:
(Estribillo.)
Actor 2:
¡Mantén esa vara recta!
–No hay otra forma correcta–.
Dale con obstinación
y has de lograr ovación…
Actores 1 y 3:
¡Ovación, ovación!
Actor 2:
¡Aullando de la emoción!
¡Chillando a todo pulmón!
Todos:
(Estribillo.)
Actor 3:
No importa la dimensión
si en la oportuna ocasión
Actores 1 y 2:
¡El varón, el varón!
Actor 3:
¡Monta su cabalgadura
con su fusta erguida y dura!
Todos:
(Estribillo.)
OSCURO
V
El generoso Falo rinde tributo a la Vagina
Actor 1:
¡En toda la vasta extensión del Universo, el pene de los animales machos es la única cosa que se para!
Actor 2:
Eso no es del todo verídico: las mujeres también tienen erecciones, en el clítoris y en los pezones. De modo que si bien la erección del hombre es, digamos… más espectacular, las mujeres ganan por cantidad.
Actor 3:
¡Es verdad! El clítoris cuenta con cuerpos cavernosos y funciona de una manera similar a la del pene. ¡El clítoris también se para!
Actor 1:
¡Vamos, amigo mío! ¿Cómo va a comparar? La erección del pene modifica su volumen, consistencia y dirección, proyectándolo majestuosamente hacia adelante y hacia arriba, mientras que la del clítoris apenas produce un discreto aumento de volumen y un leve endurecimiento. ¡Ni cuenta se da uno de que tal cosa ocurre! El clítoris apenas se asoma tímidamente en el vértice superior de la vulva, la cual, como se ha dicho, yace escondidita, de lo más pudorosa, entre los muslos. En cambio, ¿cuál es la mujer que no se ha desmayado al ver un pene erecto en todo su esplendor?
Actor 3:
¡Y no sólo las mujeres! ¡Jí, jí! ¡También esos hombres que prefieren atravesar el proceloso mar de la vida con viento de popa!
Actor 2:
La vulva se mantiene escondida porque es un divino misterio. Es una cosa que uno debe buscar: un jardín secreto, una gruta de las delicias; llegar a ella cuesta esfuerzo… Y como todo aquello que es difícil de conseguir y cuya búsqueda involucra riesgos, también nos depara una recompensa inefable.
Actor 1:
Muy poético lo que dice, pero lo cierto es que la erección de ese minúsculo apéndice no es imprescindible para la cópula, ¡ni siquiera para el orgasmo de la fémina! Numerosas mujeres no responden a la estimulación del clítoris: son orgasmovaginales.
Actor 2:
Será un “minúsculo apéndice”, pero es el único órgano de la anatomía humana que tiene el privilegio de servir exclusivamente para el placer.
Actor 3:
¡Es imprescindible rendirle un homenaje a la vagina!
(Los actores vienen a primer plano y cantan la balada o bolero “Regalo de Eros”:)
La pequeña y sensitiva gema
es de ellas exclusivo emblema.
tan sólo a la mujer ha sido dado
un órgano a Eros consagrado.
Es regalo de Dios a la mujer:
homenaje rendido a su placer.
El supremo deleite de Cupido
bajo el Monte de Venus escondido.
En el vértice de la oscura raya
la clave del conjuro, ¡ahí!, se halla.
Verás que, sin lucir cual imponente vara
La delicada prenda se alebresta y se para
Pues la turgencia del dije femenil
es asunto discreto, un detalle sutil.
¡El es botón que tímido se asoma
en cuanto ve llegar una paloma!
OSCURO
VI
Los Nombres del Biennombrado
Actor 2:
¿Cómo lo han llamado?
Actor 1:
Mejor debería preguntar: ¿Cómo no lo han llamado?
Actor 3:
Yo recuerdo los nombres infantiles: pirulí, piripicho, bichito, picha, pipí…
Actor l:
Te quiero jo, jo, joven y bella
Como una pu, pu, pura doncella,
Y con mi pi, pi, pícara mano
Te tocaré las te, te, teclas del piano.
Actor 3
¡Jodamos, jodamos,
las pichas sacad!
¡Rompamos los coños,
rompamos los culos,
que no quede un virgo
ni en tierra ni en mar!
Actor 2:
Y están los nombres cultos: falo, pene, méntula, miembro viril, órgano sexual masculino, parte pudenda, virilidad; príapo, que es denominación de inspiración clásica, e instrumento, que es eufemismo.
Actor 3:
¡No sabe usted, señor,
cuánto lo lamento:
que no pueda hacer sonar
su mínimo instrumento!
Actor 2:
Mami:
Por el sendero viene
El bello trovador galo,
Pero en vez del laúd,
Trae en su mano el falo.
Actor 1:
En el lenguaje coloquial vulgar abundan los nombres, y son bastante explícitos: pinga, machete, pija, verija, cacho, verga, y el más popular en nuestro país: huevo.
Actor 2:
Perdone usted, se impone una pequeña corrección fonética: no es “huevo”, sino “güebo”, haciendo sonar la “g”; con diéresis en la “u”, por cuanto esta letra debe pronunciarse, y con “b“ labial, vulgarmente llamada “de burro”…
Actor 3:
¡Ah, el burro¡ ¡Qué maravilla de animal! ¡Es bienvenido en estos “Diálogos de la Paloma” por razones obvias.
El burro, que tan sólo es un jumento,
tiene inmensa similitud con la paloma.
¿Lo duda usted?, ¡mire este argumento!:
No es porque vuele,
sino por lo que abajo asoma.
Actor 1:
¡Por favor, amigo mío! Modérese, que está ante un público decente. ¿Qué vulgaridad quiere decir con eso de “por lo que abajo asoma”? ¿Qué puede asomarse por debajo de un burro? ¡Acaba usted de interrumpir una disertación filológica!…
Actor 2:
Gracias, amigo mío (mira con rabia al Actor 3). Me permito continuar mi razonamiento: Si usted dice: “¡Ay, yo quiero un huevo!”, lo más probable es que le respondan: “¿Y cómo lo quiere: frito, cocido o en revoltillo?” Pero si usted dice: “¡Ay, yo quiero un güebo!”…
Actor 1:
¡Suficiente, suficiente!
Actor 3:
Yo soy un pobre ermitaño
Todo vestido de jerga,
Que baja todos los años
Para meterte la verga.
Actor 1:
La señora Pérez y sus hijas,
comunican al público y al clero
que han abierto un taller de chupar pijas
en la calle Santiago del Estero.
Actor 2:
Los antiguos creían en la llamada “Doctrina de las semejanzas” o “de las analogías”, de acuerdo a la cual si una cosa se parecía a otra, debía tener sus mismas propiedades; de aquí que se atribuyeran virtudes afrodisíacas a vegetales parecidos al pene, y que a este se le designara con sus nombres: pepino, plátano, nabo, mazorca, berenjena, yuca…
Actor l:
Dame mi aguinaldo,
No seas tan maluca,
Que aquí tengo el tuyo:
Un tolete e’ yuca.
Actor 2:
Para referirse al acto sexual, se dice “Enterrar la yuca”.
Actor 1:
¡Qué vulgaridad!
Actor 2:
No, señor, ninguna vulgaridad. Es una expresión metafórica, a la que encuentro algo así como un aire de poesía rural…
Actor 3:
Seguramente por idéntica razón le dieron nombres de animales: elefante, por la soberbia trompa; gallo o gallito, que es uno de los más generalizados en todo el mundo.
Actor 2:
Este es el gallito inglés,
míralo con disimulo:
Quítale el pico y los pies
y métetelo por el culo.
Actor l:
¿El gallo?, ¡qué va!, más popular es el nombre “pájaro”.
Actor 3:
Un pájaro se murió
En el patio de un convento
Y las monjitas lloraron
Con el pajarito adentro.
Actor 1 (al público):
¡Otras que hablaron con el pajarito!
Actor 2:
Honestamente, yo creo que ninguno de los dos es más popular que paloma…
Actores l y 3:
¡Es verdad, es verdad!
Actor 2:
No por otra razón esta obra se llama “Diálogos de la Paloma”.
Actor 1:
Pero “paloma” es una palabra ambigua: significa eso a lo que usted se refiere, asimismo es el nombre de un ave y dicha ave es el símbolo de la paz…
Actor 2:
La paloma es el símbolo de la paz…
La mujer no tiene paz sin la paloma…
El soltero no tiene la paloma en paz…
La viuda no tiene paz sin su paloma.
Actor 1:
¿Cuál es ave que la viuda añora,
cuya pérdida, triste, tanto llora?
¿Cuál es el ave que tiene la señora,
pero no la doncella,
aunque sea mujer joven y bella
–quiero decir:
si de verdad jamás tuvo querella–
y por esa razón sueña con ella?
¡Buen adivinador de largo ingenio,
buen adivinador, prueba tu genio!
Actor 2:
¡Oh, que enigma tan viejo
y tan pendejo el que planteáis
frunciendo el entrecejo:
Si ya entre líneas la respuesta
asoma,
pues es obvio que habláis
de la paloma.
Actor 3:
Si a tu ventana llega una paloma,
trátala con cariño, que es mi maroma…
Actor 2:
¡Esa no es la letra!
Actor 3:
No será la letra, pero es la intención…
Actor l:
La paloma, er… quiero decir, el pene, también recibe nombres de embutidos, porque es evidente la semejanza del miembro viril con cosas como la salchicha, el chorizo, la butifarra, la mortadela, el salchichón, la morcilla…
Actor 2:
Cuando el abate hace
Su grande genuflexión,
Debajo de la sotana
Se le mira el salchichón.
Actor 3:
Sentado en el borde de la silla,
Juan exhibía su soberbia morcilla.
Y pensó Juana:
“¡Qué divina sería la tostada
si en esta arepa estuviera encajada!
Actor 1:
Los españoles lo llaman “polla”.
Actor 2:
Si, a un tipo que además de boxeador se presentaba como artista, en Madrid le sacaron un versito:
Dicen que ese caballero
Mentado Oscar de la Olla,
Tira tortas, baila, canta
Y en todo hueco mete la polla.
Actor 1:
También en España y en otras partes del mundo hispanohablante lo llaman “carajo”.
Actor 3:
Erase un largo y colosal carajo
de ensortijadas crines revestido.
Monstruo entre los gigantes escogido
de empuje horrendo y formidable tajo.
En su continuo y ejemplar trabajo
de coño en coño errando embravecido
jamás se vio su frenesí rendido
ni agotado su ardiente espumarajo.
Miles de virgos de doncella intacta
es proeza viril de que se jacta.
Cientos de frailes, gordos, bien cebados,
a servir al varón acostumbrados,
no pudieron rendirlo con sus tretas
y en el lance quedaron estropeados:
a todos los clavó con su agujeta
¡y aún pudo resistir doce puñetas!
Actor 2:
¡Pero eso más bien parece un poema épico, un cantar de gesta! Lírica y romántica es la siguiente cuarteta que en sus ratos de ocio cantaba mi abuelita:
Si un carajo robusto y virguicida
hirió, Pepita, tu inocente seno,
un carajo más fiel, de calor lleno
te quiere hoy más, que sin estar cogida.
Actor 3:
Resulta curioso que también reciba muchos nombres de utensilios, de cosas a las que se parece: mandoble, machete, hierro, clavija, garrote, cipote… Oigan esta coplilla:
El cipote del cura
de San Torcuato,
lleva ya desvirgadas
a más de cuatro…
Actor 1:
Tienes muy espelucada
la yerba del cubilete.
¡Para ponerte bonita
tengo que darte machete!
Actor 2:
También lo llaman bastón, batuta, porra, palo…
Actor 3:
Traigo para viudas mozas
que perdieron el regalo
un enaltecido palo.
Con que no estén añorosas
de las horas amorosas
perdidas en su intervalo
Actor 2:
Aguijón, mogollo, chaparro, pico…
Actor l:
Cada vez más travieso
en los labios mi novio me besó,
Y la puntita del pico
entre ellos, osado, me metió.
Actor 2:
Cabezudo, toche, bulto, morronga..
Actor 3:
Escúchame, negra mía,
escúchame esta lisonja:
¡Ninguna hembra como tú
alebresta mi morronga!
Actor 2:
¡Baila, que baila mi negra
guaracha, bolero y conga!
¡Le gusta el baile a la negra!,
¡el baile y la morronga!
Actor 1:
¡Baila sabroso mi negra:
songa, que songa, que songa!
¡Le gusta bailá pegao
pa’ sentí esa morronga!
Actor 3:
Y algunos llaman al miembro viril “cuarto de kilo de lagarto” y “tolete de carne”.
Actor 2:
A la media noche pidió la niña
una ligera reparación:
un bocado de pan, una poca de sopa,
vale decir, alguna colación.
Y le dijo a su amante, que la atendía
y que por complacerla se desvivía:
Dame, macho moreno
la olla al revés:
quiero carne primero,
caldo después.
Actor l:
En alguna parte leí que lo llamaban “pieza de encaje”…
Actor 2:
¡Ah, sí!, es un juego de ideas que hace Shakespeare.
Actor l:
¿Shakespeare?
Actor 2:
Sí, caballero: Shakespeare. Escribió una versión obscena de Romeo y Julieta. En esta obra Romeo, buscando acercarse al balcón de Julieta sin ser identificado, se hace pasar por buhonero turco, un “marchante”, como decían ayer, vendedor de artículos para mujeres; pero Julieta, que es avispadísima, en lugar de medio pendeja, como en la tragedia conocida, lo identifica y le dice:
(Mientras se dice este parlamento, el Actor 2 se pone una vistosa peluca rubia de mujer, se trepa a la silla, y cual si hablara desde el balcón, asume el rol de Julieta.)
Actor 2 (como Julieta):
¿Eres un turco, acaso,
que hablar debes
para vender encajes,
polvos, sedas y mieles?
¡Perverso amor,
que te demoras tanto!
¿Acaso quieres, cruel,
prolongar más mi llanto?
Más, si turco te sientes,
Romeo enamorado,
Seré tu parroquiana,
Aunque no vendas fiado.
Pero deja las mieles
Para otro viaje…
Ahora quiero un polvo
Y una pieza de encaje.
Actor 1:
¡Qué cosa tan rara! La verdad, señor, que no parece el estilo shakespereano… La métrica, ¿usted ve?, no concuerda con ninguna de las que usaban los poetas del siglo XVI…
Actor 2:
Pero no pierda de vista que es una obra secreta, en ellas los autores se toman libertades…Y a William Guillermo le gustaba eso de los “encajes”; también es suya la siguiente frase célebre que aparece en su tragedia Otelo: “No es lo mismo un metro de encaje negro, que un negro te encaje un metro”.
Actor 1:
¡Yo no puedo creer que Shakespeare haya escrito semejante improperio!
Actor 2:
¡Claro que sí lo escribió! La frase la dice Otelo al intentar seducir a Desdémona, a propósito de poner en relevancia las consabidas cualidades de los negros. Lo que usted no sabe es que a Shakespeare lo conocemos censurado, ¡censurado! Lea el original en inglés tal como lo escribió Shakespeare, y verá que tengo razón.
Actor l:
¡Este carajo está loco!
Actor 2:
¡Y no sólo Shakespeare! Moliere también escribió obras obscenas secretas. Hay una versión pornohumorística de su Don Juan con un prólogo dramático increíble, que no figura en las ediciones oficiales de esa obra, en el que un personaje llamado Ragotín, que es el sastre de Don Juan, llama “instrumento” al falo.
Oscuro breve / Pausa
(Actor 3 asume el rol de Ragotín y Actor 2 el de Don Juan. Durante el oscuro, Ragotín se ha puesto en el antebrazo un alfiretero de sastre y ha sacado una gran aguja que exhibe ostentosamente en su mano. Con la luz, los personajes en primer plano; D. Juan probándose un traje; Ragotín, con la utilería acotada, arrodillado ante él, toma algunas puntadas a la altura de la bragueta.)
Actor 2 (como D. Juan):
(Con sorna):
¿Siempre dejáis, maese,
esas costuras
para el último momento?
Actor 3 (como Ragotin):
Sólo cuando el señor que visto
está dotado
de un enorme instrumento.
Actor 2:
(Da un saltito hacia atrás):
¡Vive Dios, costurero,
tened mayor cuidado!
Por un tris
no me habéis ensartado.
¿Qué pensáis que coséis,
pedazo de lambucio?
¡Por poco con la aguja
me pincháis el prepucio!
Actor 3:
Mirad, señor: no seáis tan delicado,
contened vuestro ímpetu
que me habéis perturbado.
Llevo como mil años
cosiendo las braguetas
de señores que tienen
el oro por carretas,
de príncipes, marqueses y virreyes
que vienen a donde Ragotín,
¡el sastre máximo, el sastre de postín!
que viste potestades:
grandes duques, vizcondes,
supremas majestades,
y jamás en la vida las testas coronadas
se quejaron de que, habían sido pinchadas
en esa parte que vos llamáis “prepucio”,
¡ni mucho menos, señor, me dijeron “lambucio”!
¡Yo jamás en mi vida un falo he maltratado!
Pero más de una vez, ¡ay!, lo he dejado agotado.
Actor 2:
¡Qué fastidio, señor: me ha caído marico!
Se mueve como un pato y habla como un perico.
Vamos, hombre, acabad, que mi barco me espera.
No podría quedarme, aunque quisiera;
de modo que acabad, mi barco está en la rada…
Actor 3:
¡No, señor, no acabo nada!
Y ahí os quedáis, pues, sin más costura,
con la bragueta así, a punto de rotura.
¡Ojalá se te rompa esa perola
y en pleno barco se te salga una bola!
(Mutis de Ragotín furiosa, caminando como un pato.)
OSCURO
VII
Obstentatio Genitalum
(Los actores hacen al unísono la puñeta hacia el público.)
Actor 1:
Hoy en día este es un gesto obsceno y ofensivo, pero en tiempos remotos, y en los lugares del mundo en los que se rendía culto al falo, tuvo un significado del todo diferente: era una invocación de la felicidad y de la prosperidad, y un homenaje rendido al dios Fascinus, símbolo del poder fecundante de la Naturaleza; servía, además, para invocar la buena suerte y neutralizar el mal de ojo; de aquí que la persona a la que se dirigía el gesto lo recibiera con beneplácito. En las casas de familia descubiertas en las ruinas de Pompeya no había una en la que no figurara sobre la puerta de entrada un símbolo fálico acompañado con la inscripción “HIC HABITAT FELICITAS”, que quiere decir “Aquí habita la felicidad”.
Actor 3:
Los antiguos romanos consideraban que dar el culo era el mejor homenaje que podían rendirle al dios Fascinus, representado bajo el aspecto del semidios Príapo: un hombre desnudo, con patas de macho cabrío y cuernos en la frente, dotado de un falo descomunal. Recordemos, al desgaire, que en esos tiempos dar por ahí no tenía el sentido de “pecado nefando” que después le atribuiría el cristianismo. Darle por la aludida parte a una mujer o a un varón, era tan admisible y común como hacerlo por cualquier otra. El hecho es que para rendirle homenaje al dio Fascinos-Príapo inventaron nombres que sugieren la oferta del trasero. Como Pompeya, por ejemplo, palabra que se forma con los términos pompus, que en latín equivale a nuestra expresión coloquial “pompi”, una forma graciosa de designar al trasero, y oeyeus, proveniente del etrusco, en cuya lengua, según algunos filólogos, quería decir “receptor”, en consecuencia, el patronímico “pompeyano” podría traducirse adecuadamente como “el que recibe por el culo”.
Actor 1:
Tenga la bondad de moderarse, señor, que este diálogo es del todo serio y fundamentado en datos arquelógicos e históricos… El culto al falo sobrevivió subrepticiamente a la condena de todo lo pagano por el cristianismo triunfante. La impregnación del cristianismo por el culto al falo explica que dos de los temas más reiterados en la pintura durante la Edad Media y hasta bien avanzado el Renacimiento, sean el Niño Jesús representado desnudito y el llamado “Varón de Dolores”: Jesús muerto y mostrando sus heridas, tendido de espaldas, o sufriendo su martirio…
(Aparecen una serie de imágenes de cuadros famosos en los que se muestra a Jesús niño desnudo y a continuación otras del Varón de Dolores, finalizando con la obra de Hans Schauflein Crucifixión. Actor 1 sigue su soliloquio mientras aparecen las imágenes:)
En las representaciones de Cristo muerto el Redentor siempre aparece con sus partes pudendas cubiertas con un paño, pero la pintura de ese taparrabos suele ser hecha de tal forma que los pliegues sugieren que debajo de la tela reposa… er… una formidable dotación
Actor 3:
Ahora que usted lo dice… Lo cierto es que hay cantidad de cuadros que representan al Niño Jesús mostrando su piripicho.
Actor 1:
¡Es que el cristianismo no niega la sexualidad! Todas esas imágenes de Cristo exhibiendo su virilidad constituyen la Ostentatio Genitalum. La explicación teológica es que al exhibir Jesús un soberbio miembro viril, nos da a entender que su castidad no es la abstinencia del impotente, sino la contención de la potencia por razones espirituales. Este principio de la alta teología cristiana es lo que justifica el celibato y la castidad sacerdotales: los curas se abstienen de los placeres sexuales no porque no pueden, sino porque no quieren por elevadas razones místicas…
Actores 2 y 3:
(Comentarios y risas ad libitum.)
¿¡Abstención de los placeres sexuales de los curas!? ¿Oí eso? ¿¡Castidad de los curas!? ¿Seguro que eso fue lo que dijo!?
(Todos a proscenio; cantan y asumen ridículas actitudes al “estilo chino”.)
¡La supuesta castidad saceldotal
es un cuento chino de nunca acabal!
¡Monga, molonga,
chinito laponga!
¡Cuídate de ese cura
de apaliencia viltuosa:
tal vez sea el más vivo
y de mente más molbosa!
¡Monga, molonga,
chinito laponga!
OSCURO
VIII
El Falo Malvado
Actor 2:
El pene es un hermoso prendedor de ensortijadas crines, un instrumento de placer y de generación, un ícono místico, un símbolo de la prosperidad y de la felicidad, pero, desgraciadamente, en ocasiones se comporta como un despreciable malvado… Algunas estadísticas revelan que hasta un 25% de los varones heterosexuales admiten el uso de la fuerza con las mujeres para obtener satisfacciones sexuales. El número de denuncias de violación aumenta cada año; pero esas cifras apenas son la punta del icberg. La violación es el delito que más “cifras negras” tiene. ¿No es un asco?
Oscuro breve / Pausa
(En la siguiente secuencia Actor l asume el rol de un violador que no es un delincuente consuetudinario, que reflexiona sobre su delito; su interlocutor figura virtualmente. El Actor 3 hace de un marginal, delincuente habitual, que confiesa una violación a un compinche virtual, quizá mientras consumen alguna droga. El texto del Actor 3 puede enriquecerse mediante términos del argot rufianesco del lugar y del momento. La escena se desarrolla como un doble monólogo entrelazado.)
Actor l:
¿Cómo fue que terminé metiéndome en este absurdo problema? Yo no sé si lo que pasó puede considerarse una violación en sentido estricto, desde el punto de vista moral y legal, quiero decir… ¡Claro!, si la mujer declara que ha sido contra su voluntad, no queda más remedio que admitir que, legalmente, fue una violación… Yo no sé lo que pasó: yo soy un hombre de bien; voy a la iglesia, ¡hasta comulgo y todo!, la gente me respeta… Pero esa niña me rompió los esquemas. Bueno, eso de “niña” es un decir: es una muchacha… ¡casi una mujer hecha y derecha!
Actor 3:
Tú sabes, yo me paro ahí, porque es un recodo oscuro del callejón y hay como una placita. Después de las siete o las ocho, por ahí no sube ni baja nadie, ¿quién va a andar a esa hora por la calle de un barrio de Caracas? Y si alguien viene al escuchar que en el rincón hay acción, se devuelve… Así llaman a ese sitio “El Rincón”. ¡La gente le tiene miedo! Yo no esperaba a ninguna mujer en particular; a la que pasara por ahí, a esa la caía…
Actor 1:
La mayor parte de mi trabajo la hago en la casa, y eso propició el problema. Ellos son parientes cercanos de mi mujer; estaban pasando por una mala situación, perdieron su apartamento y otras desgracias; entonces yo le dije a mi esposa que podían venir a vivir en nuestra casa, donde sobra espacio, ¡yo fui el de la idea!
Actor 3:
Yo estaba bien, tú sabes, una piedrita crack lo pone bien a uno para la cosa.
Actor 1:
Era sábado; yo me había tomado un par de whiskys, pero eso no nada para mí.
Actor 3:
Si, vale, iba armado, pero nada más que con mi navaja… A la mujer la agarré bajando… No sé, a lo mejor tenía una urgencia, un enfermo en la casa o algo así; si un carajito se enferma hay que ir a comprar un remedio. La mujer se encomienda a Dios y sale. ¡No, yo no la conocía!… el barrio es grande.
Actor 1:
Sí, establecimos desde el principio una relación afectuosa; pero no más de una relación de cariño, ¡como entre familiares! Ella me brindaba muchas atenciones, con cualquier pretexto, venía al estudio, me ofrecía café, se asomaba a ver qué estaba haciendo en la computadora por encima de mi hombro y me montaba esas teticas suyas aquí, en el cuello. ¿Cómo no iba a excitarme cada vez que las sentía ahí, duras, esponjosas? ¡Y ese olor de esa criatura! Desde luego, todas las jovencitas coquetean con los hombres maduros, usted sabe, ¡les encanta poner a prueba su capacidad de seducción! Y ese es el problema, porque uno es hombre, y el organismo responde instintivamente, solo…Yo creo que más bien fue mucho lo que me contuve con esa tremenda estimulación permanente en mi casa. ¿Usted sabe lo que es soportar a una muchacha preciosa que anda por ahí, de arriba abajo, medio desnuda?… Lo que quiero decir con “medio desnuda” es que andaba como se visten las jovencitas de ahora, con unos pantaloncitos mínimos, una camiseta que apenas tapa los pechos, unas sandalias que le dejaban ver los pies divinos, pequeños, bien hechos, con sus deditos rectos de uñas nacaradas… ¡Ay, Dios mío!
Actor 3:
¿Y tú crees que uno se va a fijar cómo anda vestida la mujer? Tampoco importa si es joven y bonita; si está buena, mejor pa’ uno, pero si no, es igual… ¡Já, já!…
Actor 1:
Claro que había tenido cantidad de fantasías eróticas con ella; no podía sacarla de mi mente. Sí, varias veces me masturbé pensando en ella… Da pena decirlo, pero el hecho es que cuando estaba con mi mujer me imaginaba que debajo de mí estaba ese caramelo de muchacha.
Actor 3:
¡Te digo que a uno no le importa la mujer, pana! ¡Desde carajitas hasta viejas de sesenta años me he tirado yo! ¿Qué va a importar, acaso el hueco no es el mismo?
Actor 1:
¡Fue una cosa de loco, porque no estábamos solos. Sus padres y mi mujer habían salido a hacer el mercado, pero en el patio de atrás estaban jugando los niños, sus hermanitos menores, que son dos, y mi hijo.
Actor 3:
¿Cómo fue el asunto?… Yo sentí que alguien venía bajando la escalera; cuando vi que era una mujer sola, le salté encima y la inmovilicé. Claro que llevaba la navaja abierta y se la afinqué en el cuello; no, más bien en la nuca.
Actor 1:
No, no fue que yo le brinqué encima ni le rompí la ropa ni le pegué… Por eso pienso que la figura de violación es dudosa; si yo tuviera que calificar el acto diría que fue una seducción de parte y parte. Ella vino al estudio, en uno de esos gestos de gentileza. “Que si quieres un café, tío” –ella inventó eso de llamarme “tío”; decía que me había adoptado como tío–. “Que si te preparo un trago”, “que estas trabajando mucho, tío, y te vas a enfermar”. Cuando decía esas ternezas a veces me acariciaba la cabeza, me alborotaba en cabello. ¿Usted comprende?… ¡Ella me estimulaba!
Actor 2:
¡Ni cuenta me di! Yo no sé si esa geba era bonita o fea, estaba muy oscuro en El Rincón. Gorda si era, bueno, maciza, estaba buena, ¿sabe? Tenía buenas tetas y el papo grueso, porque se lo toqué; se lo apreté con ganas, para que le doliera y se quejara…
Actor 1:
Al verla ahí, en la puerta del estudio, yo la llamé: “¡Ven acá, preciosa!” le dije, y ella se aproxima con ese caminaito suyo; y se para a mi lado. ¿Lejos de mí, guardando la distancia, como se dice? ¡Qué va! Se me para aquí, cerquita, rozándome, literalmente encima de mí. Entonces se me fueron los controles y la abracé por la cintura. ¡Juro que ella se dejó! Bueno, al principio se dejó; ella reía, como si fuera un juego…
Actor 3:
¡La pinga, yo no suelto la navaja! Lo hago con la navaja en una mano. Ahora se la tenía afincada debajo de la barbilla y la manoseaba con la otra mano. A mi gusta pasarle la navaja por el cuerpo, ¿sabe?, con eso se ponen a temblar y eso me da más ganas. ¿Ella? Lo único que hacía era llorar y decirme “¡No me vayas a dañar, que yo tengo tres hijos!” “¡Qué yo salí a comprar un remedio!” No, no; la geba no se defendió de ningún modo. Ya te digo: lo único que hacía era llorar. Y a mí me gusta que lloren, que lloren bastante. ¡Pero, eso sí, que no griten, porque les meto su buen coñazo!
Actor 1:
Ese es otro punto: ¿en realidad se resistió al entender que el asunto iba en serio? Sí, trató de separarme, pero con un esfuerzo débil… Si de verdad hubiera querido soltarse fácilmente podría haberse zafado de mi abrazo, porque es una muchacha fuerte. ¡Si ella no hubiera querido habría gritado, se habría debatido!
Actor 3:
Cuando uno pone a la geba contra la pared y le pones la navaja en el cuello, ni se mueven; eso sí, les entra un temblaito sabroso. Yo lo tenía así de duro, ¡como un hierro! Entonces la volteé de cara a la pared y la prensé por detrás y se lo puse entre las nalgas. Tenía un culo bueno, sabroso.
Actor 1:
Lo que ella decía era “¡Déjame, tio!”, “¡No, tío!” y cosas así, pero susurrando, bajito, como para que nadie la oyera. De haber gritado, los niños la habrían oído.
Actor 3:
“¡No se te ocurra gritar, puta, coño de tu madre”! –eso fue lo que le dije‒.
“¡No me vayas a matar, por tu madrecita santa!” –eso fue lo que ella dijo‒.
“¡Si no te voy a hacer nada, mi amor, nada más un cariñito!” –le contesté, mientras empezaba a manosearla‒.
Actor 1:
¡Juro por mi made que no yo no tenía la intención de llegar a mayores!, pero al tenerla ahí, abrazada, perdí la cabeza. ¡Dios mío! ¿¡Cómo pudo ser!? Pero es que uno es hombre…
Actor 3:
Cuando vi que estaba mansita y lo único que hacía era gemir, me agaché y trate de quitarle las pantaletas, pero, ¡coño!, no bajaban; no sé, estaban muy apretadas, entonces de las corté con la navaja. Cuando sintió el frío de la navaja, gritó, a lo mejor creyó que se la iba a zampar en la barriga. ¡Eso me gustó bastante! ¡Tenía unos muslotes! Era piernona, como dicen en la salsa.
Actor 1:
Caímos al suelo, en la alfombra. Le metí la mano bajo la camiseta y le acaricié los pechos: la carajita no llevaba sostén. Ella no protestó, más bien pareció gustarle porque gimió suavecito.
Actor 3:
¡Yo no sé! Yo creo que a las mujeres les gusta. Gritan y piden que no se lo hagan, pero con la acción gozan. ¿Tú no ves que se menean?
Actor 1:
Tendidos en la alfombra, sí, yo encima de ella. La besé con voracidad en esos labios suyos, naturalmente abultaditos; ¡una boca frutal, provocativa! Ella respondió a mis besos, ¡con la lengua y todo! Traté de sacarle el pantaloncito… Claro, en ese momento sí hubo algo de forcejeo, porque ella no quería, pero al fin se dejó. Bueno, la verdad es que no sé si se dejó, o fue que yo pude hacerlo a la fuerza, en cualquier caso, en ese momento en que yo estaba empeñado en despojarla de los pantalones, ella pudo levantarse y salir corriendo, gritar, ¡qué se yo!, pero no hizo nada de eso.
Actor 3:
Lo de la navaja fue para romperle las pantaletas. Yo no quería matarla ni nada, fue para asustarla y que no gritara. ¡Ese papo gordo y peludo, pana! Bueno, si se la calvé un poquito, por aquí… pero no fue culpa mía, fue culpa de ella que en ese momento se agitó, ¿sabe? ¡Los cojones se me pusieron que se me reventaban al tocarle el papo. ¡Se me pusieron “así!”
Actor 1:
¿Ha de creer que la impúdica zorrita tampoco llevaba pantaleta? Cuando la tuve desnuda de la cintura para abajo y la camisita arremangada, perdí el poco de control que me quedaba. Sí, era virgen; me di cuenta al meterle la mano entre los muslos y hurgar ahí con los dedos. Ella exhaló un gemidito de dolor. ¡Coño!, en ese momento he debido detenerme, era lo que imponía la razón, el buen sentido, pero en cambio el descubrimiento me excitó más.
Actor 3:
¿La primera?, cuando tenía como 16 años, y era un virguito. ¡No, la segunda que me tiré era virgo, la primera, no! ¿Pero cómo se va a acordar uno de todos los detalles! Yo llevo como nueve, no me acuerdo bien.
Actor 1:
Todas las sensaciones, ¡todas!, las sentí a la vez en ese instante. La sensación táctil en la tersura de su piel; la consistencia blanda de sus senos aplastados en mi pecho, dura en su musculatura ventral y más abajo otra vez blanda en ese esponjoso abultamiento del pubis, donde encajé de una solo golpe mi virilidad… Fue una cosa de instinto… La temperatura de su cuerpo, de ese animal joven lleno de vida. La impresión del olor de su piel, de su aliento, de su pelo. El gusto de su saliva y de su sudor que impregnaba su tez y su cuello; la densidad compacta de sus caderas, no demasiado anchas, más bien como las de un muchacho. La elasticidad flexible de su carne moldeable a las presiones de mis dedos. El agitarse de su pecho, su respiración entrecortada, sus gemidos; el grito: un único grito, cuando la penetré; la tensión de su cuerpo arqueado bajo el mío en ese instante; el movimiento nervioso de sus muslos que rozaban los míos. Sus jadeos y murmullos, aquellos “¡No, no!” que contradecían sus reacciones.
Actor 3:
¡No, qué va! En el suelo, no. La recosté en la esquina, le hice montar una pierna en un cajón que estaba ahí, y la resolví. La clavé de un solo golpe, pana; estaba caliente y húmeda. ¿Ves? ¡Mojada! Si una mujer se moja, es porque le está gustando. ¡Qué rico! Fue bien sabroso porque la tipa era golda, y cuando le daba sentía la carne allá abajo, como una esponja. Acabé rápido. ¡Fue un polvo de gallo. Y después de acabar me fui rápido. Lo último que le dije fue “¡Si me denuncias, cuenta con que te mato, a ti y a tus tres carajitos de mierda!” Pero fíjate, la geba no tuvo miedo, y me sapeó. ¡Es la única que me ha sapeado!
Actor 1
¡Esta denuncia es una raya que jamás podré quitarme! Pero, a decir verdad, la denuncia perjudica tanto a esa muchacha y a su familia tanto como a mí, ¡usted sabe como son estas cosas!, desde el punto de vista social, digo… Al principio dijeron que iban a dejar el asunto sí, pero cambiaron de idea…
Actor 3:
Como a los tres días me agarraron los tombos. Me encanaron, pero tuvieron que soltarme. Sí, ella me reconoció, pero no había pruebas. Era mi palabra contra la de ella, y como no había pruebas… ¡Tú sabes como es la cosa con el Código Penal¡ Me tuvieron que soltar porque no había flagracia… Es que uno está chévere, porque el Gobierno lo protege a uno, al pueblo, porque es socialista… ¡No, que va, qué la voy a matar! Ella me sapeó, eso es efectivo, pero no le voy a hacer nada, menos a los chamos: ¡Si a mi me gustan los carajitos y los perros! Esa mujer se quedó bien cogida y yo ando por aquí, echándome fresco, ¿sabe?, ¡porque no encontraron flagracia! ¡Qué arrecho es ese Código Penal!
Actor 1:
¡Qué enorme lío en el que estoy! ¡Esto es lo peor que me ha pasado! ¿Qué voy a hacer ahora con mi vida? ¿Cómo voy a arreglar esto con mi familia? Yo no puedo hacer ninguna reparación del daño… Yo soy un hombre casado, tengo mi mujer, mi hijo… ¡Se me cae la cara de vergüenza con ellos! ¿Qué puedo hacer? ¡Ayúdeme, comisario!
OSCURO
IX
El Falo Inconstante
(En la siguiente secuencia los actores buscarán propiciar interacción humorística con el público en los momentos que consideren oportunos.)
Actor 2:
Inconstante, mudable, caprichoso, veleidoso, voluble, antojadizo, ligero… infiel. Sí, todos esos adjetivos desembocan en lo mismo: en la idea de infidelidad. El falo es infiel…
Actor 3:
¿Y la totona? …
Actor 2:
Admitamos, para solventar polémicas, que la vulva también es infiel, pero con menor frecuencia y de una manera menos diversificada que su contraparte masculina; vamos a suponer que eso es verídico, basándonos en la idea de que la mujer responde más al sentido del pudor y es mucho más selectiva que el hombre en su escogencia sexual.
Actor l:
La mayoría de los hombres admite haberle sido infiel a su esposa al menos una vez en su vida matrimonial, y uno de cada dos varones estaría dispuesto a engañarla, si está seguro de que nunca lo sabrá. El hecho es que el varón anda con su dragón engrifado por ahí, dispuesto a meterlo en cualquier gruta de jade que le resulte más o menos atractiva y que esté dispuesta a dejarlo entrar. Suponemos que la mujer, en cambio, no se comporta de ese modo.
Actor 3:
Eso es verídico. Fíjense: yo estaría dispuesto a besar apasionadamente a cualquiera de las damas aquí presentes, ¿estarían ustedes dispuestas a hacer lo mismo conmigo? ¿Cuáles son las que estarían dispuestas? ¡Por favor, levanten la mano! (Posible interacción y comentarios ad libitum.) ¡Abuelita, usted no, siéntese, por favor!… En fin, ¿cuál creen ustedes que son más infieles, las mujeres o los hombres? Algunos sexólogos creen que es del 60% en los hombres y del 50% en las mujeres… ¿Estarían de acuerdo con estos porcentajes? ¿Cómo?… ¿Un poquito más? Entonces, ¿70% en los hombres?… ¿Cuánto en las mujeres?… (Al finalizar las preguntas y respuestas, el Actor 3 dice a manera de resumen:) ¡Qué escándalo! ¡El mundo íntegro se ha vuelto Sodomía y Gonorrea!
Actor l:
Disculpe, pero los nombres de las ciudades bíblicas de gran depravación destruidas por Dios no son “Sodomía y Gonorrea”, sino Sodoma y Gomorra.
Actor 3:
Bueno, ¡como sea! El hecho es que la sociedad moderna se ha vuelto un relajo. ¡Esto es un auténtico polígono! ¡Hay una tiramentazón a diestra y siniestra!, y tanto hombres como mujeres andan tirando con todos los hierros y calibres concebibles.
Actor 2:
¡Pero los hombres tiramos más que las mujeres!…
Actor l:
El macho quiere cogérselas a todas porque de ese modo contribuye a propagar la especie. Una mujer puede copular con cien varones en un año, pero no puede tener más que un hijo en ese lapso. En sentido opuesto, un hombre que se tire a cien mujeres, puede tener igual número de hijos. ¿Qué le parece?
Actor 3:
¡No puede ser!
Actor 2:
Sí puede ser. La poligamia es, pues, una forma de asociación sexual mejor que cualquier otra. En el hombre existe una disposición natural hacia la diversificación sexual, idéntica a la de los machos de otras especies animales. Los hombres tenemos una tendencia atávica a ser infieles, ¡y si algún infortunado varón se mantiene apegado a una sola mujer, no es por gusto, sino por el temor que le inspira su tiránica, egoísta, feroz, posesiva y perversa esposa!
(Los Actores a primer plano, cantan “Exaltación de la Paloma”.)
Actor 1 (en tono de joropo venezolano):
¡La paloma es inconstante
porque hay que poblar la tierra!
¡No por ser intemperante
a tal conducta se aferra!
De aquí que al ver que se tira
a diez, un ciento o diez mil,
señora, no sienta ira:
¡Es la condición viril!
¡Déjese de formar peos,
porque el señor se reparte¡
¡Esos son gestos muy feos!
¡Confórmese con su parte!
Y no se ponga egoísta
si su marido es infiel:
¡es cosa naturalista
que a otras ceda su miel!
Actor 3 (en tono de tango):
Si arrastré por este mundo
mi morronga enfurecida
sin vergüenza de coger…
Con el ala del sombrero
tapo mi paloma airada
por la bragueta asomada
sin poderse contener…
Si crucé por los caminos
tirando donde el destino
me lo dejaba meter
¡Si hasta hice ver a un ciego!,
sólo quiero que comprendas
el valor que representa
lo que acabas de perder.
Era para mí la vida entera
una eterna singadera
por delante y por detrás
Sabía que en los culos no cabía
la enorme paloma mía
al entrar en erección.
Ahora, de otra estoy enamorado
y mi paloma engrifada
en otra voy a meter…
Sueña, sufre olvidada señora
por mi morronga tú lloras…
el tiempo viejo que añoras
¡sabés que no ha de volver!
¡Este erguido gallardete
no pela ningún ojete
ni al derecho ni al revés!
Actor 2 (en tono de ranchera):
El rey de la anatomía
jamás pierde su entereza.
¡A las hembras desafía
con su invencible firmeza¡
¡Rinde, mujer, pleitesía,
a tu machote de acero¡
¡Cántale una epifanía
al que te rompe el florero!
¡Oh, bella verga rampante¡
¡Oh, desconcertante maño!
¡Oh, instrumento penetrante
de impresionante tamaño!
¡Adoren a sus maridos
que al insertarse en sus nidos
las ponen a dar gemidos,
gritos, ayes y alaridos!
¡Aullidos y resoplidos,
mil bramidos y gruñidos,
bufidos, quejas, graznidos,
rugidos y hasta maullidos!
OSCURO
X
Descubrimiento del Falo
Actor 3:
¿Cómo lo descubrieron?
Actor 2:
¿Descubrimos qué?
Actor 3:
Sus sexos, sus penes.
Actor l:
Ya que usted plantea el diálogo, comience… ¿cómo fue su descubrimiento?
Actor 3:
¡No, no¡ ¡Digan ustedes! ¡Me da una pena!
Actor l:
¡No, qué va! ¡No venga con ese cuento!
Actor 2:
¡Usted empezó este diálogo, así que cuente su historia!
Actor 3:
Bueno, yo era muy chiquito. Estaba haciendo pipí con el piripicho puesto en el borde de la poceta, o con más propiedad: colgando dentro de la poceta; porque aunque yo sólo era un niño, y de pequeña estatura, claro, mi miembro ya era bastante grande y al hacer pipí colgaba dentro de la poceta. De pronto, ¡se cayó la tapa! No crean que era una de esas tapas de plástico de las pocetas modernas, ¡no!, era una tapa de madera, pesada ¡Qué dolor tan grande! Chillé como un condenado, se alborotó toda la casa y mi mamá gritaba:
“¡Ay, qué desgracia!
¡La poceta, casi le aplasta al nene
ese prodigio de pene que tiene!”
Así descubrí que tenía algo llamado pene.
Actor 2:
Mire, maestro: yo creo que no fue “casi”, sino que esa tapa le aplastó la paloma y las bolas además, dejándole solamente la bolsa vacía; porque usted, desde chiquito, evidentemente, es un bolsa. ¡Bípedo antropomorfo!
Actor 1:
¡Bueno, compañero, no se enoje, que va a echar a perder los diálogos! ¡Ya usted sabe cómo es este individuo!…¿Cómo fue el tuyo?
Actor 2:
Yo siempre lo vi ahí y me parecía que era del todo normal, como tener un par de orejas; un día descubrí que además de servir para orinar, tenía cierta utilidad de lo más interesante para otra cosa muy sabrosa, y comencé a usarlo en esa nueva función. ¡Ni idea tiene usted de los diálogos que yo tuve con la señorita Manuela, la hermana de la Zurda¡ Más adelante hice otro descubrimiento: que servía para insertarlo en ciertas cavidades, ¡y eso era todavía más sabroso!
Actor 3:
¿Insertarlo? ¿Por dónde, por el norte o por el sur?
Actor 2:
¡Por dónde encontrara disponibilidad! (Al Actor 1:) ¿Y su caso?
Actor l:
Yo no lo descubrí: a mí me lo descubrieron. Fue la muchacha que me cuidada cuando yo tenía como ocho años; ella me bañaba, cosa que a mí no me gustaba. ¡Hacía unos berrinches cada vez que me iban a bañar!, tanto que mi mamá llegó a preocuparse porque no se explicaba de dónde había salido un carajito tan cochino. Pero una vez la muchacha me enjabonó con especial dedicación por ahí; el pirulí se puso rampante y el asunto me encantó. ¡Me pareció divino! Y a ella como que también le gustaba, porque a partir de entonces cada vez que me bañaba, me enjabonaba y enjabonaba, hasta que otro día resolvió usarlo en esa última función aludida por el compañero. Yo no entendía nada, quiero decir, esos suspiros y estremecimientos de la muchacha que terminaban en algo así como un desmayo; a mí me daba la impresión de que se enfermaba; pero de que era sabroso, lo era. El todo fue que le cogí gusto al baño; y yo, que antes chillaba y pataleaba cada vez que me iban a bañar, ahora pedía que me bañaran a cada rato. El cambio asombró a mi mamá, tanto, que se puso mosca, hasta que nos encontró en plena faena.
Actor 2:
¿Y qué hizo su mamá?
Actor l:
¡Botó a la pobre muchacha.
Actor 3:
¡Pero si esa muchacha le estaba haciendo una gracia a usted!
Actor l:
Eso, precisamente, fue lo que dijo mi papá, que al enterarse formó un escándalo monumental. Mi mamá decía que si era “abuso sexual infantil”, mi papá gritaba que qué abuso ni qué lechuza blanca. Casi llorando, mi papá clamaba que era la mejor sirvienta que habíamos tenido en la casa, que ninguna hacia las empanadas tan sabrosas como ella y otras cuantas cosas… (Pausa, a continuación en tono reflexivo:) Pero yo creo que la verdadera razón fue que ella también le hacía la gracia a mi papá.
Actor 3:
¿Lo bañaba?
OSCURO
XI
Muerte y Resurrección de la Paloma
Actor 2:
¡Tanta exaltación, tanto triunfalismo! ¡Qué si la dominancia del varón! ¡Qué si el macho polígamo por imperativos biológicos! ¡Qué si la falocracia! ¡Cuántas presunciones vanas! Dios mío, ¡cuántas pendejadas!
Actor l:
Pero, ¿qué le ocurre, compañero? ¿Se siente usted bien?
Actor 2:
¡Ocurre que esos ilusos que insensatamente glorifican al falo, olvidan que a todo cochino le llega su sábado!
Actor 3:
¿De qué porcino habla usted?
Actor 2:
De la ahora llamada eufemísticamente “disfunción sexual masculina” o “dificultades en la función eréctil”, esto es, dicho de una manera mas directa, la terrible y vergonzosa impotencia, que afecta a una abrumadora cantidad de hombres de todas las edades, razas y nacionalidades. De hecho, l40 millones de hombres en todo el mundo, sufren de impotencia crónica. Las observaciones son elocuentes; por ejemplo, la espectacular difusión universal de los medicamentos para lograr la erección respalda la idea de que el problema en cuestión está ampliamente generalizado en la población masculina.
Actor 1:
¡Qué tristeza!
Actor 3:
¡Impresionante!
Actor 2:
Raro es el hombre que no ha tenido un episodio de impotencia en su vida, pero le da más duro a los mayores de cuarenta años…
Actores l y 3:
¡O sea!… (Gestualmente dan a entender que están en la categoría mencionada.)
Actor 2:
Imagínense el soberbio papelón: Llega uno, ese machote, desnudo, musculado, peludo, ¡echando físico, lo que se dice! Ella está tendida en la cama, vestida con una sugestiva babe-doll, y uno, dominante, le dice: “¡Ya vas a ver como te pongo esa camisita de bufanda!”, y ella siente algo así como un latigazo en los ovarios; ahí está ella, dispuesta, esperando, húmeda y palpitante, con los labios entreabiertos. Con parsimonia y aplomo, como el propio matador, uno se mete en la cama; empieza el jugueteo erótico; ella se pone más y más caliente, pero de repente se da cuenta de que una cosa, la cosa principal precisamente, no está a punto, no se siente; y ahí va la pregunta aterradora: “¿Y qué te pasa, mi vida?” Y entonces empieza uno a balbucear explicaciones: “No sé”… “¡Esto es muy raro!” y bolserías semejantes… ¡Qué vergüenza!
Actor 3:
¡Qué horror! ¡Qué pena con esa señora!
Actor 2:
¡Es para suicidarse!
Actor 1:
Bueno, ¡no es para tanto! Siempre quedan los recursos lingüísticos.
Actor 2:
¡Usted me va a perdonar, pero eso no suple la debilidad del otro! Eso está bien, muy bien, pero llegado cierto momento crucial, lo que ella dice es “¡Cógeme!”, y si usted no puede, se acabó el romance.
Actor 3:
¡Menos mal que eso no va conmigo! ¡Yo pasé exitosamente la prueba de la bolsa de azúcar!
Actor 2:
¿De qué diablos habla usted?
Actor 3:
Del test inventado por unos médicos italianos para medir la virilidad. Consiste en estando el instrumento rampante, le ponen al hombre una bolsa de un kilo de azúcar en el susodicho; si lo doblega, la virilidad es débil.
Actor 2:
¡Ya salió otra vez este individuo insoportable con sus echonerías¡ ¡Qué bolsa de azúcar ni que niño muerto va a cargar usted con el machete! El único bolsa que hay por aquí, es usted, ¡ya se lo dije¡
Actor l:
Yo no sé de la bolsa de azúcar, pero de que mi piripicho cumple, ¡cumple!
Actor 2:
¡Ningún hombre admite su disfunción sexual!
Actor 3:
¡Pero es natural, porque eso da una pena!… Uno no va a andar por ahí con un cartel pegado en el pecho: “A mí no se me para”.
Actor 2:
Para combatir la impotencia y lograr el glorioso estado de la turgencia varonil, se ha inventado de todo. Primero fueron los afrodisíacos, entre ellos el más buscado era el cuerno de rinoceronte…
Actor 3:
En mi pueblo usaban cuerno de ciervo, pero dolía mucho cuando uno se lo metía…
Actor 2:
¡Dije cuerno de rinoceronte!
Actor 3:
¡Pero eso debe doler más!
Actor 2:
¡No sea ignaro! No es que el cuerno se meta por ninguna parte; se trata de moler el cuerno y hacer una infusión con el polvo, que uno bebe.
Actor 3:
¡Ahhh…! Con razón. Yo lo había usado mal.
Actor 2:
Más adelante se inventaron extraños artilugios, como las bandas elásticas puestas en la base del miembro y los “erectores”: aparatos metálicos cuya función es mantenerlo en posición recta; y las campanas neumáticas, que además de ofrecer engrifarlo, aseguran el aumento de tamaño. Más tarde fueron las terapias sexuales; inventaron cualquier cantidad de tratamientos: psicoterapias diversas, inyecciones puestas en el vero miembro; exposición del paciente a estímulos pornográficos; masajes eróticos, el yoga erótico y pare usted de contar…
Actor 3:
Yo sé lo del yoga erótico. Consiste en que el hombre, sentado en posición loto, se pone a meditar, diciendo “Om, om”…, mientras la mujer está tendida a su lado, esperando, hasta que al fin ella se fastidia y se va para el carajo.
Actor 1:
También inventaron lo de las asistentes sexuales…
Actor 3:
¿Y eso qué es?
Actor 1:
La terapia por asistentes sexuales consiste en que una mujer que está bien buena y entrenada para el asunto, sale con el hombre, coquetea con él, se deja manosear y todo eso, y hasta se acuesta con el individuo…
Actor 3:
¡Ah, son putas!
Actor 1:
¡Pero como van a ser putas! Ellas no cobran, el que cobra es el doctor.
Actor 2:
¡Claro! Además, se acuestan con el hombre, pero no se lo dan. Bueno, eso es lo que supone la teoría; en realidad, darla o no, queda a su juicio; ahora bien, ¿para qué se la va a dar si al paciente no se le para? Todo eso cuesta, naturalmente, una bola de real.
Actor 3:
¿Y el psicoanálisis? ¿Sirve el psicoanálisis?
Actor 2:
El psicoanálisis tiene el inconveniente de que un tratamiento puede durar hasta veinte años, de modo que cuando el paciente finalmente se cura, en el sentido de haber resuelto todos los “rollos” debidos a traumas infantiles que le impedían la erección, ya está tan viejo que tampoco se le para.
Actor 1:
Leí por ahí que eran mejores las terapias sexuales conductistas.
Actor 2:
El problema con esas terapias conductistas es que el paciente tiene hacer una agotadora cantidad de ejercicio para lograr el reacondicionamiento de la función eréctil, de modo que una vez finalizados queda tan fatigado que no le queda ánimo ni para tirarse a Beyoncé.
Actor 3:
¡Todos esos remedios científicos, son pura paja! Lo mejor es usar los remedios populares, la sabiduría de los campesinos. Fíjense, en las selvas del Brasil existe una enorme araña cuya picadura lo para hasta por cuatro horas.
Actor 2:
Sí, yo vi esa noticia. Lo malo fue que el hombre que lo comprobó se murió.
Actor 3:
¡Pero es que usted no tiene que ir tan lejos a buscar arañas! En Venezuela existen al menos dos bichos, la machaca, de la que uno toma en un té el polvito que tienen en las alas, y el lambeojitos, que es el mejor. Si el lambeojitos pica en el lugar adecuado, inmediatamente se registra una reacción que dura hasta que el atacado consiga pareja, o logre resolverse de otra forma. Muchos cargan su propia lambeojitos, en una caja de fósforos, “por lo que pueda suceder”. Y cuando aparece el chance, se ponen al animalito en el que te conté, lo aprietan para que pique, y ¡zas!
Actor 1:
Esos remedios naturales son viejos, muy viejos. El uso de insectos para poner en forma al cachirulo se descubrió en la Edad Media, cuando la cosecha de las uvas era una fiesta que la gente hacía estando desnuda. Una chica traviesa le arrojó a su enamorado unas abejas en los genitales; superada la sorpresa, descubrió el gañán que la picadura apenas si dolía, y para la mayor gratificación de ambos también se hizo evidente que le originaba una poderosa erección y aumentaba el grosor de su pene…
Actor 2:
Eso es verdad. El veneno de la abeja aumenta el grosor del pene de 16 a 22 centímetros, en promedio.
Actor 1:
No tardarían en advertir que, además, dilataba la eyeculación y hacía más intenso su orgasmo. El mozo tomó el hábito de hacerse picar por abejas. O sea, igual al lambeojitos que usted dice.
Actor 3:
¿Dónde habrá una abeja por aquí?
Actor 1:
Y hay vainas todavía más intensas. ¿No han oído hablar de la formicofilia? Se usan hormigas; y hay quien se vale de las moscas; una costumbre ecuatoriana consiste en usar moscas. El usuario llena de moscas un frasco de boca ancha en el que introduce el miembro viril; el alocado revolotear de los insectos produce un cosquilleo divino que de inmediato lo pone firme. ¿Y los que se meten insectos o peces pequeños en el ano o en la vagina, lográndose la excitación a partir de los movimientos desesperados del animal?
Actor 2:
Yo pasó, mi caballo. Prefiero la ciencia, porque eso de dejarse uno picar por una monstruosa araña o someter esta delicadeza que tengo aquí a los aguijones de hormigas y abejas… o meterme por el culo unas cucarachas o un infeliz pescado… ¡Francamente!
Actor 3:
¡Gracias a Dios, ese problema de la impotencia no tiene mucha relevancia en Venezuela¡
Actor 2:
¡Ay, amigo mío! Bien se ve que usted no está suficientemente informado. El 55.2 % de los varones venezolanos mayores de cuarenta años, sufre de impotencia; esto significa que a uno de cada dos, ¡oígalo bien: a uno de cada dos!, no se le para cuando la situación así lo requiere. De modo que ese machismo vernáculo de que “esta noche te voy a dar lo tuyo” y todos esos alardes, no son más que pura pinta.
Actores 1 y 3 (al unísono):
¡No puede ser!
Actor 1 (al Actor 3:)
Usted y yo somos dos… Quiere decir que a uno de nosotros…
Actor 3:
¡A mí no me miren!
Actor 1:
¡Pero, bueno, amigos míos! ¿Dónde está el problema? Lo de la impotencia es cosa del pasado: ¡para eso, se inventó la pastillita!
Actor 3:
¡Qué cosa más grande! ¡La pastillita!
Actor 2:
¡CARAJO!
(Breve pausa, Actor 2 con actitud reflexiva; los otros sorprendidos.)
Páreme eso ahí… La pastillita… Pana, ¿cuándo se empezó a vender la pastillita verde en Venezuela?
Actor 1:
Creo que fue en mil novecientos noventa y nueve…
Actor 2:
¡Exacto! ¡En el mismo momento en que llegó al poder el Socialismo del Siglo XI!
Actor 3:
Y qué tiene que ver…
Actor 1:
Amigo mío, tiene mucho que ver. (A proscenio, dirigiéndose con seriedad al público:) Los venezolanos existimos en el caos y un contexto de inseguridad política, jurídica y social, y hay razones para pensar que tal estado podría ser el efecto de un pervertido proyecto del poder, por cuanto un colectivo sometido a esas condiciones desarrolla ansiedad y miedo, y así se hace manipulable por los que están en la pomada del poder. De hecho, generar tensión mediante la incertidumbre, la amenaza, la insatisfacción de necesidades esenciales y otras condiciones similares, es una táctica de poder inescrupulosa característica del terrorismo de estado, que es común a toda autocracia. La angustia es la reacción del yo ante el peligro; y es un factor de poderosa influencia en la mecánica erótica, capaz de producir impotencia en el hombre y frigidez, anorgasmia, y en otros casos vaginismo, en la mujer. De esto no cabe la menor duda: es un principio claramente establecido por la Sexología. El gobierno que desde hace años se ha montado en la yugular de los venezolanos, es un padre castrador: violento, agresivo, grosero, frustrador, represor y fuente de ansiedad para todos los sometidos a su poder. Todos los psiquiatras y psicólogos clínicos del país reportan incremento de las perturbaciones del aparato psíquico en la población venezolana en el curso de las últimos quince años, con sus graves secuelas en la vida sexual de las personas. La cifra de disfunción eréctil en el país es alarmante: la sufre en algún grado más del 50% de los varones entre 18 y 75 años, siendo el promedio mundial de aproximadamente un 16% de cualquier población. En el mundo se consumen cinco pastillas cada segundo, el Venezuela, más. ¡Es el segundo país consumidor de pastillas contra la impotencia después ee Arabia Saudita! (Dirigiéndose a los otros Actores:) ¡No puede ser simple coincidencia que el tiempo que llevan las pastillitas en el mercado venezolano, sea el mismo que tiene al mando el actual gobierno!
Actor 3:
¡Entonces, el Bolivariano es un gobierno tumbapalomas a escala masiva!…
Actor 1:
¡Es un palomicida!
Actor 2:
¡Es un superhéroe sexual el hombre capaz de experimentar una erección después de escuchar “En contacto con Maduro”!
Actor 3:
Y a la que le vengan ganas, tendrá que ser algo así como la Mujer Maravilla.
Actor 1:
¡Sin embargo, con la condena también vino la redención!
Actor 3:
¡Pareciera que Dios por esta vez tuvo piedad de los venezolanos!
(Los actores a primer plano y cantan a coro el merengue “¡Viva la Pastillita!”.)
¡Pa’ despertá este bastón
y hacé la penetración!
¡Pa’ levantá esta morcilla
pa´ eso sirve la pastilla!
¡La pastillita, la pastillita!
¡Olvídate de las penas,
complace a todas las nenas!
¡Pon a punto ese pistón,
revienta tu pantalón!
¡Con la pastilla, con la pastilla!
No se trata de un hechizo
que hace mover al chorizo.
¡Es la ciencia que te ha dado
el poder más deseado!
¡Es la pastillita, es la pastillita!
La impotencia es del pasado,
hoy estás rehabilitado:
¡Se acabó la inhibición!
¡Viva la fornicación!
¡Con la pastillita, la pastillita!
¡Pa´ despertá este bastón
y hacé la penetración,
pa´ levantá esta morcilla
pa´ eso sirve la pastilla!
OSCURO FINAL
TELÓN