En el mes de los enamorados
HOMENAJE A LA MUJER / Rubén Monasterios
Amo a la mujer; no a una mujer en particular, sino a la MUJER, a la hembra de la especie humana: el más completo, hermoso y perturbador resultado de la creación o de la evolución.
Aquí la canto y celebro.
¡Oh, deseada! ¡Mujer perfumada: tú exhalas aromáticos efluvios de todos tus agujeros naturales y oquedades corpóreas! Dulcísimo paloma, eres fuente de placer para todos mis sentidos. Oigo tu voz y es música, susurro angélico, aleteo, murmullo, y el deleitable ritmo del traslúcido escándalo de tu volátil risa. Bebo la vida en tu boca olorosa. Eres un móvil vivo, asomo de destello, espiral infinita, frágil Novia del Viento, retal de gasa enredada en los tiempos. (Eres como un felino, ¡pero, no!: realmente eres la presa y yo el depredador insaciable, dispuesto a devorarlo todo, sin dejar desperdicio). Para mi olfato yo descubrí la alquimia de tu aliento: clavo de olor, canela, camomila, heliotropo, sándalo perfumado, corteza de limón, albahaca, jengibre, espinacardo y ámbar; y esos olores emanados de tus axilas, de tu boca y tu sexo: la acicateante mezcla de tus sofisticaciones y artificios y del almizcle propio de un saludable y joven animal femenino. Te llamo, porque tú sudas miel, y para el tacto de mis dedos está tu piel, los músculos paradójicamente tensos y suavísimos, la infinidad de ondulaciones, turgencias y oquedades dibujadas en tu cuerpo por esa piel; las venas, las arterias y los nervios debajo de la piel; los vellos umbríos oscurecedores de regiones de tu piel; día a día la humedad de tus concavidades aplacan esta insaciable sed…