EL NACIONAL – LUNES 12 DE ENERO DE 2009 CULTURA/3
Cultura
El foro del lunes
ROMMEL NIEVES El bailarín es defensor de la autogestión y la creación independiente
«La danza contemporánea lucha por sobrevivir»
Uno de los artistas escénicos experimentales, con la propuesta más sólida del país, dirige el espacio La Azotea, punto de encuentro de los cultores de la improvisación y las nuevas tendencias dancísticas
MARCO BELL
Rommel Nieves se expresa desde el instinto. Mueve su cuerpo haciendo caso omiso a estructuras y patrones. Baila e improvisa sobre la marcha.
Su gesto proyecta su mundo interior, su estado de ánimo, o la energía del ambiente. A través de una disciplina que a simple vista podría parecer profundamente densa, el artista de 33 años logra sacudir las emociones de quien lo ve actuar. Esa facilidad para conectar con la gente lo consagró como uno de los más brillantes exponentes de la danza contemporánea del país.
Hace 15 años se inició en las artes de la danza. Se formó bajo la tutela de maestros como Marcelo Evelin, Bill Young, Jeremy Nelson, David Zambrano y Alexey Taran, entre otros. En 2002, después de haber sido bailarín de Neodanza de Caracas por varios años, fundó 100% imPRO, compañía con la que participa en diversos festivales del país.
Simultáneamente, Rommel ha estado presente constantemente en actividades comunitarias y espectáculos en espacios no convencionales.
Desestima la idea de que la danza contemporánea sólo puede ser asimilada por un público instruido. “Estoy totalmente en desacuerdo con esos seudo promotores culturales que clasifican a los artistas y al público. Todo el mundo debe tener la oportunidad de degustar todo”.
–¿Tomando en cuenta que la improvisación es un hecho profundamente abstracto, cómo ha influido en el público que no la conoce? ¿Cómo ha sido asimilada? –Hay gente que dice que quizá el trabajo abstracto, y el tipo de trabajo que yo hago, no tiene que ver con entretener a la gente, que no es un trabajo para que la gente vea y disfrute. He tenido discusiones con seudo intelectuales que me han contradicho en cuanto a que la danza contemporánea también es una forma de entretener. Me dijeron que estaba equivocado si sentía que había hecho mi arte para entretener.
Si me pongo a hacer todo mi trabajo solamente para un tipo de personas, no estaría haciendo nada. Por más abstractos que sean, no creo que sean difíciles de comprender.
A veces ni siquiera hace falta comprender.
–Esa afirmación tiene una importante carga ideológica. ¿Guarda también esa abstracción una ideología? ¿Quiere decir que la improvisación es un mensaje en sí? –Uno como intérprete, como persona, como creador, siempre refleja en sus trabajos la forma de pensar. No estoy de acuerdo con quienes dicen que el arte no es político. Eso es mentira. Siempre hay una carga, un mensaje.
En danza contemporánea, la improvisación, los niveles de abstracción y libertad son tan altos que cada espectador interpreta lo que ve a su manera. La improvisación es, en sí misma, un mensaje.
–Sin embargo, el público venezolano sigue inclinándose por propuestas clásicas, como el ballet y las danzas tradicionales.
–El ballet y las danzas contemporáneas tienen un arraigo cultural de hace siglos. El ballet tiene una estética muy definida. Trabaja casi siempre sobre la belleza. En la medida en que la gente sueñe, existirá el ballet. Mientras la gente crea en las hadas y en los cuentos mágicos va a existir el ballet, porque es, en definitiva, una exaltación a la belleza. La danza contemporánea, en cambio, tiene un campo expresivo mucho más amplio: es más abstracto y no necesariamente debe llevar un tema. Eso le da más libertad al creador.
Hay gente que, sin embargo, trabaja dentro de la danza contemporánea con formas muy clásicas. La contemporánea tiene muchas vertientes: está la danza teatro, los improvisadores y los posmodernos que trabajan con técnicas de soltura y de relajación, entre otros.
–Improvisar podría parecer fácil. Se sabe, sin embargo, que requiere de mucho trabajo físico y mental.
–La improvisación es una técnica como ninguna otra.
Hay que desarrollarse y fortalecerse. Hay que nutrirse, explorar, investigar. Es fruto del trabajo diario. Me interesa la improvisación por la libertad interpretativa que permite. El riesgo también me atrae mucho. Puede parecer muy fácil, pero hay mucho riesgo de por medio. No todos los días uno está física o anímicamente puesto para que todo salga de maravilla. Hay días más difíciles que otros. Ese riesgo genera una adrenalina que te ayuda a buscar cosas dentro y fuera de ti para poder proyectarte y llegar a niveles que, tal vez con una obra pautada, no pudieras llegar. La improvisación genera altos niveles de expresividad y de conexión, porque uno aprende a crear un vínculo con el espectador y con los otros participantes.
“Por lo general trabajo como solista, pero cuando necesito trabajar con más gente, trabajo con personas con las que tengo buena relación, con las que tengo empatía y que están en la misma búsqueda que yo. Esto nos permite llegar a momentos escénicos sin mucha planificación. Podemos llegar a un espacio, ver lo que está pasando y armar una especie de obra, de intervención escénica. Me interesa ver la danza que hago de esa forma: como una intervención a los espacios a los que llego”.
–¿Cual es el diagnóstico de Rommel Nieves sobre la situación de la danza contemporánea venezolana en los actuales momentos? –Está en un punto casi muerto. La danza contemporánea es una de esas disciplinas que luchan por sobrevivir. Los años 80 fueron una buena época para la danza contemporánea en Venezuela. Había un par de compañías muy fuertes y se estaba dando a conocer en el país.
Ya había dado sus primeros pasos. Habían muchas compañías que hacían trabajos excelentes y la danza contemporánea se ubicó en un pico. En los 90, quizá porque desaparecieron muchos subsidios del estado, comienza a decaer; desaparecieron muchos proyectos, dejaron de venir invitados internacionales a dar talleres. En años recientes ha habido un resurgimiento, ha habido una generación de relevo que está aprendiendo a trabajar a pesar de las adversidades y la falta de apoyo.
La gente se dio cuenta de que no necesita la tutela del Estado para crear, trabajar y organizarse. En los 80, la gente estaba acostumbrada a recibir los subsidios, algo que generó un vínculo con el Estado que no fue del todo bueno.
Esa dependencia no es sana. Me parece que deberían buscar otra fórmula: apoyar a través de concursos, por ejemplo.