“Y tu forma será para tu contener.”
Hanni Ossott
Grietas, Espacios de Ausencia y de Luz.
La representación de la muerte, el gran abismo, la salvación, el final, el principio, el cuerpo, el rito, el sacrificio, el erostismo. En el arte la hemos representado miles de veces porque nunca deja de perturbarnos.
Los humanos somos humanos por nuestra certeza de que vamos a morir, a diferencia de los animales a nosotros nos persigue, nos estremece, la certeza de la muerte. Esa misma angustia es lo que nos lleva a hacernos cargo de los cuerpos de los nuestros. Bataille dice que “el erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte”, en este conseguimos un mínimo contacto con esa continuidad perdida y volvemos a nuestra condición de seres discontinuos.
En esta ocasión me interesa que pensemos en la representación del cuerpo en la tierra, en su desintegración, su putrefacción. La idea de regresar a la tierra es de las más temibles en nuestro imaginario, el hecho de vernos podridos, con moscas, como una manzana piche, se nos hace inaguantable. Por otro lado, regresar a la tierra es signo de transmutación, de reintegrarse con la madre, con el inicio, con el universo. La tierra representa una memoria universal, nos recuerda que la existencia no es solo futuro sino que contiene pasado, contiene memoria de otras vidas y de otras muertes.
Esta imagen es de la fotógrafa argentina Alessandra Sanguinetti, de su serie En el sexto día. Se fue a pasar una temporada con su familia en un finca, trabajó en analógico, formato medio y registró la cotidianidad de ese lugar. Son imágenes mágicas, sublimes, inundadas de vida. Aquí sentimos la muerte como un hecho diario, como una palpitación, como un ritmo continuo, donde nada se detiene, las actividades continúan.
Por otro lado esta la serie Body Farm de la fotógrafa norteamericana Sally Mann. Ella es muy conocida por su trabajo con sus hijos, durante años registró su cotidianidad y su crecimiento. Inició trabajando sobre el desarrollo de la vida y ahora trabaja sobre la muerte. Hubo un quiebre en su lenguaje, mas no en su discurso.
Trabajó en analógico, con una cámara de placa 4×5, en blanco y negro. Se instaló en una granja de cuerpos, donde los médicos forenses se forman. Aquí vemos los cuerpos desintegrándose en el paisaje, en la tierra, inmóviles, casi imperceptibles. El tiempo en esta serie es estático, se palpa el silencio.
Por último quiero que veamos el trabajo de Gregory Crewdson un fotógrafo norteamericano, en su trabajo siempre está presente la sensación de la naturaleza, la fuerza invadiendo los espacios urbanos, los espacios íntimos, civilizados. Hoy les voy a mostrar unas imágenes en particular, en donde hay una mirada desde la naturaleza hacia la civilización y hacia la muerte, a través de la puesta en escena.
Las imágenes de Crewdson siempre están llenas de una tensa calma. Algo está a punto de pasar o algo ya pasó. En estas en particular vemos como los cuerpos se van reintegrando a la tierra, en segundo plano está la vida civilizada que continúa sin percatarse y en primer plano tenemos este encuentro de la naturaleza con la muerte como un hecho absolutamente cotidiano, nada se perturba, todo continúa igual.
Entonces vemos como la representación de la muerte de los animales tiene un ritmo distinto al de los humanos. Mencionaba al principio que una de las cosas que nos diferencia es nuestra necesidad de hacer un ritual, de una acción chamánica, mágica, de cierre, de despedida. Los cuerpos de nuestros seres queridos son sagrados, se transforman en lugares de meditación, de encuentro. Los animales también tienen una especie de ritual, cuando hay un cuerpo ellos defecan encima para ayudar a acelerar el proceso de putrefacción del mismo. Nosotros en cambio desaceleramos todo lo que podemos ese proceso, los colocamos en cajas, los incineramos para evitarlo. Un santo es santo porque nunca se pudrió, su carne nunca se unió con la tierra. En algunas de nuestras comunidades indígenas practican el segundo entierro, que consiste en desenterrar el cuerpo cuando cumple un año de muerto y hacer una sopa con sus huesos, de esta manera a través de sus restos nos traspasan sus virtudes. En México algunas mujeres entierran sus placentas y encima siembran un árbol, “es una retribución a la tierra” me contaban.
El tema de la muerte, sus rituales y representaciones es infinito, nos llena de preguntas, nos llena de angustias. La intención de este artículo realmente es pensar en la relación de la muerte -y la vida- con la tierra. Pensar en ella como la posibilidad de redención del hombre, recordar a través de ella que la vida tiene memoria, conocimiento originario.
“No está sola la materia de las flores. No hay un solo germen y nada es una sola semilla. En cada vértice, como en cada individuo, la vida es múltiple, compuesta por miles de elementos unidos a una realidad. En las flores no están unicamente el calor o el perfume, si no que también miles de seres, invisibles, caminan por sus bordes y esperan que, un día, la flor se desintegre para recordar su libertad.”
Elizabeth Schon
Gala Garrido
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