Dra. Elizabeth Marín Hernández
“La sangre ha dejado las venas, ha abandonado el útero, pero en vez de perderse en el olvido, gira infinitamente sobre sí misma como un astro celeste. Si algo alguna vez existió, entonces nunca desparecerá completamente de la memoria del Universo. Incluso el residuo se resiste a la nada, aunque sea al costo de dar incesantes vueltas sobre sí. Resistir a la nada es uno de los fines más altos del arte.”
Erik Del Búfalo: “B+ Carolina Muñoz”, 2016
Menstruación y reconocimiento
La producción de flujos menstruales por la interioridad natural del cuerpo femenino, determina la marca de una sexualidad biológica indeleble, prediscursiva, delimitante de acciones físicas y emocionales, que acusan de una representación política en la que emergen una serie de cuestionamientos sobre el tipo de cuerpo en el que se encuentra el hecho de ser mujer, sujeto a las posibilidades de independencias/dependencias conscientes de reconocimiento, atadas a los ciclos que la conforman, y que dotan a ese cuerpo cíclico de una significación precisa ante la acción de los modos de dominación patriarcal que han ocultado los vínculos biológicos, funcionales, y simbólicos del sangrado menstrual.
Mujeres menstruantes, mujeres cíclicas, unidas a un comienzo y a un final de su función primordial “el dar vida”, sin embargo esta enunciación prediscursiva se encuentra aparentemente centrada en la definición de que la misma es la única sangre loable, resultado
(…) de una energía fascinante que implica la vida y la muerte, como fuerzas complementarias y antagónicas necesarias, para producir el equilibrio de todos los ciclos, por lo que inevitablemente deben cooperar, asociándose, la energía destructora y la renovadora. Así pues, esfuerzo, agitación, reposo, sacrificio, lucidez, serenidad, abstracción, templanza, etc., serán imprescindibles en este intento por rescatar lo saludable y que, al mismo tiempo, conlleva la reconciliación con lo natural.
En esta danza de energías, interiormente, se está procediendo a la sustitución de paradigmas y estructuras antiguas por las que ahora hacen falta: las nuevas (…) el cuerpo femenino menstruante disfruta, a través de su ciclo, de la conexión esencial (…), porque está interconectado de manera muy directa a la Tierra, la Luna y el flujo oscilante de las mareas.
Ciclos permanentes de refundación orgánica, de desprendimiento de sedimentos y depósitos, de transformaciones emocionales y físicas que poseen una caducidad, un límite ante el cual surgen diversas controversias en medio de la pérdida del producir y del “dar vida”, lo que conduce a otra función política significante del ser mujer biológicamente, y de dar cuenta sí mima, dentro de un reconocimiento interconectado que implique el centro de un nivel de la experiencia menstrual, constituida física y materialmente en medio de una reversibilidad en la mirada sobre la misma, que propondría no una diferencia binaria. “Sino una gama de modos interrelacionados de ver/ser que atraviesan la experiencia (…) humana”, como lugar de redimensionamiento de las relaciones entre el yo menstrual y el/la, u otro/a, en las que se planteen modos de significación reconocible e identificatorios en el inicio, la menarquía y el final, la menopausia, como espacio performativo con el cual representar y re-pensar la condición de ser mujer desde su definición esencialista biológica.
De allí, que la finitud de los ciclos menstruales determine la ampliación del reconocimiento del cuerpo menstrual desde su inicio y su fin. Cuerpo categorizado por una instancia que va más allá de su dominio, la cual emerge como un régimen de verdad ineludible, posible de aparecer en los campos de la representación artística como el sustrato significante de una performatividad capacitada para tomar consciencia de esta función específica del cuerpo sexuado y de la visión que puede poseer del otro/a y de sí misma, en medio de una acción de marcaje del sujeto a ser reconocido como parte importante del proceso autoreconocimiento y del lugar que se ocupa dentro de los discursos culturales y sociales normalizados con respecto a la mujer y su lugar de enunciación.
Campos discursivos donde la menstruación puede ser evidenciada y fundamentada por las reflexiones producidas, de manera continua, por los procesos de reconocimiento y autoreconocimiento que se encuentran determinados por el régimen de verdad, proponente de los términos que hacen posible la sujeción de la corporeidad menstruante, habilitada para cuestionar dicho régimen, ya que,
En cierta medida, esos términos están fuera del sujeto, pero también se los presenta como las normas disponibles por medio de las cuales ese reconocimiento de sí mismo puede producirse, de manera que lo que puedo «ser», de modo muy literal, está restringido de antemano por un régimen de verdad que decide cuáles serán las formas de ser reconocibles y no reconocibles. Aunque ese régimen decida por anticipado que forma puede tomar el reconocimiento, no limita totalmente esa forma. En rigor, «decida» quizá sea una palabra demasiado fuerte, pues el régimen de verdad ofrece un marco para la escena del reconocimiento, al bosquejar la figura que deberá tener quien sea sujeto de tal reconocimiento y proponer normas accesibles para el acto correspondiente.
Reconocerse en el ciclo menstrual y la posibilidad de su control como materia significante y simbólica, conduce el sentido de las normas y su relación con los marcos discursivos, dentro de los cuales se cuestiona la conexión de la sangre loable en correspondencia con la subjetividad que la utiliza como medio de determinación de sí misma, dentro de un giro performativo múltiple, reflexivo, en el que sin una crítica consciente sería imposible considerar o cuestionar al cuerpo de mujer prediscursivo, menstruante y las pautas que lo ocultan dentro de un régimen instituido de verdad, pues,
Poner en cuestión un régimen de verdad, cuando este gobierna la subjetivación, es poner en cuestión mi propia verdad y, en sustancia, cuestionar mi aptitud de decir la verdad sobre mí, de dar cuenta de mi persona. Así, si cuestiono el régimen de verdad, también cuestiono el régimen a través del cual se asignan el ser y mi propio estatus ontológico. La crítica no se dirige meramente a una práctica social dada o un horizonte de inteligibilidad determinado dentro del cual aparecen las prácticas y las instituciones: también implica que yo misma quede en entredicho para mí. (…), el autocuestionamiento se convierte en una consecuencia ética de la crítica, (…) También resulta que un autocuestionamiento de este tipo implica ponerse uno mismo en riesgo, hacer peligrar la posibilidad misma de ser reconocido por otros; en efecto: cuestionar las normas de reconocimiento que gobiernan lo que yo podría ser, preguntar que excluyen, que podrían verse obligadas a admitir, es, en relación con el régimen vigente, correr el riesgo de no ser reconocible como sujeto o, al menos, suscitar la oportunidad de preguntar quién es (o puede ser) uno, y si es o no reconocible.
Estos interrogantes suponen, por lo menos, dos tipos de indagación (…). En primer lugar, ¿cuáles son esas normas a las que se entrega mi propio ser, que tienen el poder de establecerme o, por cierto, desestablecerme como un sujeto reconocible? Segundo, ¿dónde está y quién es el otro?; ¿puede la idea del otro englobar el marco de referencia y el horizonte normativo que confieren y sostienen el potencial de convertirme en un sujeto reconocible?
El cuerpo menstruante, sale del mismo en medio de su autoreconocimiento, con la intención de accionar los cuestionamientos que implican el mostrarse abiertamente, el colocarse dentro de la significancia de la materia artística que será proyectada sobre otro cuerpo como soporte, otro que le reconoce en su función, y donde las normas sobre el mismo comienzan a desaparecer en el momento en que se percibe la finitud de los marcos de referencia, qué queda entonces de la función prediscursiva del ciclo menstrual, en qué se convertiría ese cuerpo que pierde su significancia inicial dentro de los regímenes de verdad factibles de desestablecerlo.
En este sentido, cómo mantener una significancia dentro de los horizontes del reconocimiento en los cuales se establece la verdad menstrual como deseo y presencia particular de una sexualidad determinada y ante la cual puede considerarse la imposibilidad de continuar dentro de las normas de las que disponemos, y fuerzan al ser mujer biológica a adoptar una relación crítica con ellas y en las que el reconocimiento, y mi reconocimiento, comienza a desplegar la constante pregunta del quién soy ante el otro.
B+ o el fluido del reconocimiento de Carolina Muñoz
Sangre, fluido sin explicaciones aparentes, sólo un tipo B+ capaz de encerrar en sí mismo una serie de espacios discursivos y performativos que trascienden a su simple denominación. Si bien un tipo de sangre no encuentra asidero en los discursos biológicos sexuados, el mismo representa un régimen de verdad en el que el tipo de sangre B+ determina una ascendencia particular de las estructuras biológicas y corporales, que halla su razón dentro de las investigaciones hematológicas en las que éste tipo de sangre está presente en el 8.5% de la población, de la cual una de cada doce personas poseen sangre tipo B+. La especificidad de la misma marca al donante de este tipo, sólo debe donar sangre a personas de tipo B+ y AB+, y puede recibir de personas de cualquier tipo de sangre B u O.
B+ es un grupo sanguíneo que determina parte de la población, en cuanto la codificación de sus antígenos, con características específicas de donación y recepción de los fluidos sanguíneos, sin embargo, más allá de estas consideraciones de reconocimiento funcional y biológico, este tipo de sangre es sensible de ser convertido en significancia artística a partir de la enunciación discursiva del mismo ante el acto de reconocerse en un cuerpo sexuado, prediscrusivo, del ser mujer menstruante, y que se encuentra dispuesto a realizar el cuestionamiento de los marcos referenciales del ‘ser yo misma ante otros’, ‘de explorarme y de explorar dentro del horizonte normativo qué causa y ocasiona las acciones del reconocimiento como sujeto.
El espacio de reconocimiento del sujeto ejerce la decodificación de lo normatizado sobre los fluidos sanguíneos en el trabajo y la investigación realizada por la artista Carolina Muñoz (1966- ) bajo la denominación de B+ (2013-2016), en el que encontramos una multiplicidad visual y discursiva que posibilita hallar en los regímenes de verdad sobre el hecho menstruante, sensibles de ser cuestionados, ante el deseo de evidenciar las relaciones entre la artista y la materia sensitiva que la rodea, “deseo que no puede hallar satisfacción y cuya insatisfacibilidad establece un punto crítico de partida para la interrogación de las normas disponibles (…),-donde- La imposibilidad de hacerlo dentro de las normas de que dispongo me fuerza a adoptar una relación crítica con ellas”
En la serie de obras que constituyen B+, Carolina Muñoz opera un giro performativo consciente en cuanto al arquetipo de fluido sanguíneo que ocupa la definición de ser mujer menstruante, más allá del tipo B+, más allá de una excusa significante sobre la utilización de la sangre menstrual como materia pictórica, o como posicionamiento de femineidad.
Su sangre, no es una herida, poco tiene que ver con la significación de un ciclo inevitable, la misma aparece y surge como la reflexión controlada del reconocimiento y del autocuestionamiento de sí misma, de su devenir mujer, entendido como el espacio que se encuentra más allá de la formulación dual de hombre/mujer, que no imita ni adquiere forma femenina, sólo la consciencia que la determina en sus funciones, que la reconoce en sus órganos y la asigna como sujeto en el horizonte normativo de reconocimiento.
De esta manera, el universo representacional de B+ en su puesta en escena, se aparta de la dualidad hombre/mujer, pues, Muñoz construye en él otra entidad sobrevenida de la interioridad de otros elementos significantes y simbólicos arropados bajo la evidencia del flujo menstrual como medio expresivo, como lugar de representación de elementos prediscursivos que la atan al discurso de su corporeidad, colocada sobre otros cuerpos, vista en otros formatos encargados de hacer fluir su devenir mujer en lugares que no reproducen una femineidad clasificatoria, sino que en las obras de la artista emiten
(…)partículas que entran en la relación de movimiento y reposo, o en la zona de entorno de una microfemeniedad, es decir, producir en nosotros mismos una mujer (…), crear la mujer (…), en función de una conquista que realizan de su propio organismo, de su propia historia, de su propia subjetividad: “nosotras en tanto que mujeres…”aparece entonces como sujeto de enunciación
Sujeto factible de agotarse en el fluir de un reconocimiento consciente, pero el sujeto conducido por la artista, parte de la conquista de su individualidad, de su necesidad de ser establecida, o desestablecida, en medio de la evidencia de las relaciones significantes de ser mujer menstruante situada en el devenir mujer controlado por la artista, y al mismo tiempo ubicado dentro de un marco de referencias desmantelado sobre lo cíclico.
Muñoz, en el sentido del desmantelamiento de los marcos referenciales, nos presenta a los fluidos menstruales, los suyos, en medio del control de un giro performativo, en el que los mismos manifiestan su yo privado, su interioridad y no deja paso al descontrol de la pregunta ‘esta soy yo’ fuera de toda norma, este es mi control de presentación, de devenir mujer en flujo permanente, en el que puedo manifestarme fuera de mí, fuera de las normativas que consideran y atan el hecho de menstruar, tarea única de una sexualidad biológica ante la cual se evidencia una parte del organismos en el que
La sangre menstrual que ha salido de su cuerpo es como la luz que ha abandonado la estrella. La constancia de que uno vive también fuera de sí y con independencia de que exista vida más allá de la muerte. Si nos apoyáramos en la ciencia, diríamos que los átomos que conforman nuestro cuerpo son los mismos que están en todo el universo. La luz superviviente de una estrella desaparecida tiene la misma materia que la sangre coagulada que ha abandonado un cuerpo. Entre la luz de la estrella y la menstruación, entre el infinito y el tabú, se encuentra el misterio de la vida humana: huella y rastro más allá de una existencia.
Devenir mujer, que en Muñoz causa y acciona un efecto de ser responsable de sí misma, de su reconocimiento y autocuestionamiento como sujeto, presencia y ausencia de regímenes de verdad, en los que la corporeidad interior toma formas de singularidad significante, expuesta ante todos, ante mí misma, como lugar que emana fluidos menstruales, que operan una diferencia orgánica, pero también clasificatoria del quién soy, cómo doy cuenta de mí en el momento en que autocuestiono mis propias instancias subjetivas, para con ello encontrar las relaciones bidireccionales entre el yo expresado por la artista y los otros/as que se enfrentan a los flujos detenidos en el formato visual.
De allí, que B+ constituya la evidencia de lo oculto menstrual, de las independencias/dependencias que posee el cuerpo mujer en su trayecto, en su inicio y su finitud, dentro de un discursividad visual capacitada para mostrar el giro perceptivo de una corporeidad dueña de sí misma, inmersa en la búsqueda de un régimen individual de verdad que trasciende al hecho de la menstruación. Hecho que ha sido despojado de su significación primaria, en tanto a la pérdida o a la ausencia cíclica, y que son conducidas por la artista como potencial de generación de otros significantes, sensibles de ser presentados en el fluido sanguíneo primigenio en el que se encuentran todos los modos de existencia, medidos y determinados por una codificación de antígenos, pero en los que es imposible rehuir de la imperiosa definición en la que todo ser mujer, devenir mujer, está marcado por la acción de que “la mujer siempre es madre, tenga hijos o no, porque en ella está inscrito el nacimiento y por eso mismo la señal de una vida más allá de la propia carne. Nacer y morir, son antónimos, pero la vida en sí misma no tiene antípodas. Toda sangre dice: “aquí he estado”.
El flujo menstrual de la artista ubica el lugar del ‘aquí estado’, lo hace evidente desde sí misma, de su necesidad de ser reconocida en su devenir, capaz de recorrer y de impregnar las formas de ver y de interrogar a los ciclos propios e individuales, dentro de la consciencia de una corporeidad que ha salido de sí misma para desvincularse de las normas menstruantes que la ocultan y con ello sustituir a su individualidad para mostrarse desde su ser reconocible.
Melancolía y Menstruación: el giro performativo de Carolina Muñoz
La presencia del cuerpo menstruante, no exhibido desde su índice como tal, ni mostrado en su esencia como la abyección del fluido, conduce el trabajo de Carolina Muñoz por la concientización del devenir mujer y de sus marcas prediscursivas. La ausencia pronta de esa realidad determina la búsqueda y cuestionamiento del régimen de verdad, y que en B+ establecen una narración múltiple en la que la sangre menstrual transita por diversos formatos plásticos de intervención significante, de variaciones que desmantelan y decodifican la trascendencia del ser menstrual.
La artista nos presenta un panorama complejo, difícil de atar a una definición única, sólo la sangre menstrual expulsada del cuerpo de la misma, y atesorada posteriormente, funciona como hilo conductor de una historia englobada bajo B+. Una historia propia y particular que se exhibe ante la necesidad de hallar un asidero del ser mujer en finitud, lo que puede mostrar a la interioridad de Muñoz desde una experiencia corporal que no puede ser constatada por completo por aquellos que nos enfrentamos a ella, sino en el giro de salida en el que se testimonia parte de su narración individual.
Muñoz nos desafía en la presencia de su condición corporal en ausencia, sólo sus fluidos sanguíneos, controlados y plasmados sobre otros cuerpos visuales de alta significación se nos presentan, como ocurre con la serie fotográfica “Vocabulario. Se trata de un doble retrato. El retrato de hombres hechos lienzo y el retrato de una mujer de carne y hueso que inscribe con su sangre menstrual sus signos en la piel masculina. Es lo contrario de la penetración y a la vez se da una inseminación” en la que da cuenta se sí misma en el preciso momento en el que marca al otro con su sangre.
Muñoz construye con sus flujos menstruales una narrativa visual que representa el afán de hacerse reconocible desde sí misma, y en el que ejerce un giro perfomativo en el que encontramos
(…) (1) una exposición no narrativizable que establece mi –su– singularidad, y (2) relaciones primarias, irrecuperables, que forman impresiones duraderas y recurrentes en la historia de mi –su– vida, y, por lo tanto, (3) una historia que establece mi –su– opacidad parcial para mí –ella– misma. Para terminar, hay (4) normas que facilitan mi –su– relato de mí misma pero cuya autora no soy yo, y que me erigen en sustituible en el momento mismo en que procuro establecer la historia de mi –su– singularidad. Esta última desposesión en el lenguaje se intensifica por el hecho de que doy cuenta de –ella– mi misma a alguien (…)
B+ nos presenta la narración singular de la artista, desde el cuestionamiento del régimen de verdad en el que se ubica, para ello se despoja de las narrativas instituidas del ser mujer dentro de las diádicas hombre/mujer, masculino/femenino, él/ella, estrechamente relacionadas. Ella es dueña de su mundo menstrual y con él establece el hecho de dar cuenta de sí misma como afirmación propia al poner sus más íntimos deseos en evidencia.
Dar cuenta a alguien, a otros, del cosmos del cual la artista es sujeto propio y en el que alberga su singularidad ahora desposeída, emanada, colocada en el afuera. Una interioridad en opacidad, pues los flujos menstruales cumplen otras funciones narrativas y con ellas el cuerpo de Muñoz se sustituye, se transmuta en escena, en visualidad en Vanitas, finitud de vida, representación del espacio último de la corporeidad, sustitución fantasmal de lo que somos como lugar reconocimiento.
Vanitas (v.3) Por ello, de poco vale vanagloriarse de sí mismo sin importar los éxitos alcanzados: nuestra muerte ocurre en un tiempo y en un espacio infinito. ¿Las vanitas del siglo XVII acaso no son sino la humildad del infinito en nosotros? Ese memento mori donde toda nuestra materia se disuelve en el tiempo sin historia y en el espacio sin límites de un universo más grande que los cielos. Más acucioso que un dios, un mundo despoblado, sin ángeles, nos observa. Por ello, la menstruación también tiene la forma de una calavera que observa vigilante nuestra juventud.
La intencionada búsqueda de la artista nos conduce por los caminos tortuosos del mirar hacia adentro, hacia las capas últimas de significación de nuestros propios cuerpos, y es allí, en ese ir hacia dentro que pueden ser comprendidas las relaciones entre ella y los otros, un giro performativo surgido de un estado de pérdida continuo donde la menstruación es vista como la expulsión de parte de la materia simbólica y significante que configura el devenir mujer.
En este sentido, Muñoz desestablece el discurso de su feminidad, de la feminidad de otros/otras, ya que sus intencionadas imágenes manifiestan el control sobre su espacio de acción ante la disminución del objeto prediscursivo, el flujo sanguíneo, y en este sentido se genera el vínculo melancólico, debido a que la pérdida menstrual, en cada una sus ocasiones, extrae un pedazo de ella misma, de mí misma, para con ello alejarla de las normativas de reconocimiento del ser mujer, pero acercarla al devenir mujer mediante la superación del sentido dolorista de la ausencia de la menstruación.
B+ es el giro hacia adentro de una singularidad generadora de su propia desposesión, ante la perentoria necesidad de ser escuchada desde la voz silenciosa, oculta, del ser menstruante, por medio del accionar realizado en la consciencia del devenir mujer, con la intención de autoreconocerse en la sociedad y en la cultura en la que se ubica. Muñoz y su corporeidad menstruante surgen como espacios de ejecución simbólica autocuestionadora de las normativas sociales de las que la artista muestra la represión de los contenidos discursivos a los que se encuentra atado el hecho de menstruar en su positividad y negatividad, en medio del apego al orden del devenir mujer, capaz de recorrer otros espacios simbólicos y contaminarlos mediante su particular reconocimiento.
De allí, que B+ represente un giro reflexivo sobre un objeto melancólico, el objeto menstruante que de manera normatizada establece una determinada subjetividad, y que se encuentra amenazada por la opacidad sociocultural o por el desaparecer biológico, que manifiesta continuamente una falta de comprensión, cuando no se atienden o no se reconocen afectos o deseos sobre los cuales se explayan los flujos sanguíneos menstruantes y sobre los que se busca continuamente otra narratividad.
El giro performativo de B+ entraña otra mirada sobre la sangre expulsada, sobre la disipación de la misma como materia orgánica desechable, sin función, trasladada a otros campos de visualización en los cuales se espera una petición de reconocimiento y escucha que debe ser atendida, pues, ocasionada por la merma del ser mujer, la ausencia configura un estado inconsciente de (…) dolor por la pérdida de un objeto amado conocido y la pérdida o abandono de un objeto cuyo afecto o relación no ha sido reconocido (ni públicamente ni por el sujeto) como tal (melancolía). En la melancolía el sujeto parece reportar con su dolor psíquico la pérdida de un objeto de amor sustraída de su conciencia. El sujeto se comporta como si hubiese sufrido una pérdida real, pero no puede dar cuenta de lo que ha perdido ni logra precisar la magnitud de dicha pérdida.
Magnitud melancólica que sólo toma sentido en el preciso momento en el que se establece la experiencia consciente de la pérdida del ser mujer menstruante de manera reflexiva, para aprovechar de esa experiencia finita, el último recodo de sus posibilidades expresivas, con el propósito de ser escuchada, sustituida una y cientos de veces en su singularidad, con la única finalidad de crear su propia historia y en esta dirección se encuentra el potencial significante de la menstruación como melancolía consciente y asumida por la corporeidad expulsada de la interioridad de la artista, una sangre surgida de un cuerpo, no por la herida, sino por el hecho atávico de no dar vida con ella.
Flujos esperados, ansiados, antes de la última pérdida, antes del duelo de la desaparición del ser mujer para convertirse en devenir mujer, en flujo contaminante de otros órdenes simbólicos de reconocimiento, construidos desde el camino de una microfemineidad que trasciende lo establecido en los sistemas, re-dirigiendo sus exigencias y peticiones del reconocimiento social y simbólico en tanto la finitud de la experiencia menstruante, para ello la serie de obras englobadas en B+ patentizan el ““giro performativo”, que permite un cuerpo que se afirma y se presenta sin vergüenza, sin culpa, y sin necesidad de justificaciones”, que ya no representa a una mujer y su ciclo menstrual, sino que afirma y manifiesta su propia existencia.
- Garlo, Miriam: “Arte, conocimiento y sangre menstrual”, en: M-arte y cultura visual, http://www.marteyculturavisual.com/2014/06/21/arteconocimientoysangremenstrual/, (en línea) Consultado 10/06/16, p. 2.
2. Jones, Amelia: “Generando problemas: las artistas feministas ponen en escena el sexo femenino”, en: Youkali 11, p.50
3. Butler, Judith: Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad, Buenos Aires, Amorrortu, 2009, p.37
4. Ibíd., pp.38-39
5. Ibíd., p. 40. Las cursivas son nuestras
6. Deleuze Gilles y Guattari Félix: Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-Textos, 2002, pp. 277-278.
7. Del Búfalo, Erik: “B+ Carolina Muñoz”, en: laong.org, https://laong.org/portfolio_item/b-positivo-carolina-munoz/, (en línea), 15/06/16
8. Ibíd.
9. Ibíd.
10. Butler, Judith: Ob. cit: p. 59. Las cursivas son nuestras
11. Del Búfalo, Erik: Ob. cit.
12. Martí Marí, Silvia: “Deshaciendo el vínculo melancólico: sufrimiento interior, dolor de género y nuevas subjetividades en el arte contemporáneo (body art “dolorista” y “giro performativo”)”, en: Arte·y·políticas·de·identidad, vol. 1, (diciembre), 2009, pp. 141-142.
13. Ibíd., p.145.