Damas del Showbiz / Rubén Monasterios

Helmut Newton

Helmut Newton

(Pb, en Pp. Lit. de El Nac. 5.5.2013.)

Las primeras y con todo derecho consideradas artistas del performing art

son aquellas que figuran en un escenario a propósito de interpretar, y a veces crear por su cuenta, personajes y emociones abstractas,  valiéndose de la voz, de su cuerpo o de ambos. Son mujeres dotadas de talento para el baile, el canto, la actuación; lo importante en ellas es esa dotación natural combinada con su imaginación; su capacidad para asimilar de las técnicas propias de esas artes, al punto de no dejarlas sentir en su performance; su formidable dedicación al trabajo e incluso la humildad para aprender de otros. 

No necesariamente son bellas; fíjese en Barbra Streinsand: parece un camello y jamás calificaría para un certamen de belleza; en el teatro los directores se preocupaban en marcarle movimientos que no la mostraran de perfil al público, para evitar destacar su gigantesca nariz.

Otro grupo lo forman las modelos, las fotográficas o de  imagen, y  las maniquíes, o modelos de pasarela, cuya ocupación usualmente es mostrar ropa. Las modelos de imagen desnudistas inevitablemente son  bien hechas; no faltan entre ellas las dotadas de sobrepeso, aunque con sus adiposidades correctamente distribuidas, sin llegar a perder las formas sinuosas características de la hembra  humana. Pero ni las modelos de imagen facial ni las de pasarela necesariamente tienen que ser bellas; lo indispensable en esas mujeres es algo bastante inmaterial, algo esotérico, inconmensurable, algo así como un don, el “ángel”; eso que las hace sugestivas en fotografías, videos y películas; algunas chicas de este oficio nos deslumbran en las portadas de las revistas, en afiches, en las páginas publicitarias, y vistas en persona pasan desapercibidas. Las de pasarela, además, deben cumplir con ciertos requisitos anatómicos y poseer entrenamiento para desempeñarse en la tarima con el look exigido por la exhibición.

Cierta opinión pública conservadora de ínfulas intelectuales las aprecia desfavorablemente; asocian su quehacer con lo frívolo, la liberalidad sexual ─por decir eufemísticamente putería─, con las drogas y hasta con enfermedades como la bulimia y anorexia; pero esas cosas no son exclusivas del modelaje.

Muy en sentido contrario,  un punto de vista más razonable considera a la modelo de pasarela uno de los pilares de la forma de arte elevadamente refinado tal como es la moda vestural; otro y principal soporte es, desde luego, el diseñador. La moda es un arte en el que confluyen lo natural y lo cultural, o creación del hombre; lo primero, por la participación de la hembra de  una especie biológica; lo otro, por la presencia de la creatividad humana: el vestido y otra vez la mujer, culturalmente intervenida ─en el sentido literal del término─ por el entrenamiento al que se  ha sometido para lograr su figura estilizada y ese cinetismo gestual y corporal  sofisticado característicamente suyo. Porque las modelos de pasarela no son seres naturales; su configuración y dinámica obedece a un diseño.

Un cuarto conjunto lo forman a las vedettes; son la figuras destacadas de espectáculos ligeros, de variedades, del burlesco. Suelen ser muy bellas, o al menos con mucho sexappeal;  tales  cualidades son lo imprescindible en ellas.

Entre las vedettes diferenciamos a las exhibitionners, flashers o bataclanas, cuya definición es “mujer que supuestamente baila o canta, aunque lo que único que realmente hace es mostrar su cuerpo”. El término se origina en París de mediados del siglo diecinueve; viene del nombre del teatro Bataclan, dedicado a la opera bouffe. Las mujeres de su show fueron las bataclanas; con el correr del tiempo el nombre se generalizó para designar a todas las del oficio. No era raro que esas chicas le hicieran un guiño de ojo a la prestación de servicios sexuales remunerados; pero, ¡cuidado con las asociaciones radicales!: en el Bataclan  logró su primer éxito Offenbach.

Las chicas de los certámenes de belleza quizá encuadren en otra categoría, entre las modelos y las bataclanas, por cuanto son construcciones a partir de un diseño como las primeras, y tanto como las segundas tampoco hacen nada, excepto exhibir sus cuerpos; aunque con ellas es más frustrante porque respetan las franjas del pudor corporal.

Y están las strippers; la mayoría de ellas no va allá de ejecutar una aburrida rutina; particularmente de un tiempo a esta parte, con la moda del baile del tubo, en el que parecen monas; pero las dotadas de imaginación y sentido del ritmo han hecho del desnudamiento en público todo un arte. Por lo general están  de lo mejor y son bonitas, sin ser tales cualidades imprescindibles. Recordemos una ley de showbiz descubierta por el  director escénico Antonio Costante, cuyo enunciado es: Cualquier escoba con faldas puesta al revés, subida “allá arriba” ─vale decir, en un escenario─, debidamente maquillada e iluminada, luce como un hembrón; y se cumple, caballeros, se cumple.

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