Costanza de Rogatis (Caracas, 1976) es Licenciada en Artes por la Universidad Central de Venezuela y tiene un Diplomado en Fotografía de la Fondazione Studio Marangoni en Florencia. Ha participado en numerosas exhibiciones grupales en países como Venezuela, Italia, Estados Unidos, Latvia y Finlandia, y en agosto de este año cerró la muestra individual Puente en la galería Tresy3 en Caracas. Sin embargo, conozco el trabajo de Costanza en su mayoría a través de su Instagram personal, donde desarrolla de manera muy prolífica discursos que unifican la estética de su trabajo en otros formatos con las posibilidades propias de la fotografía móvil –más recientemente, ha compartido una serie sobre el cuerpo titulada con el hashtag #Aquí. Centrándome en su trabajo en esa red social, le propuse a Costanza una entrevista a través de un Google Doc colaborativo en el que hilamos reflexiones y capturas de pantalla. El siguiente texto es el resultado.
Antes de iniciar este documento, miraba una vez más el grid (la cuadrícula) de tu Instagram y me parecía estar frente a una propuesta, no solamente de una temática o estética, sino de un montaje. Me interesa saber varias cosas respecto a tu uso de la plataforma. ¿De qué manera el lenguaje del “snapshot” con la cámara móvil te ha obligado o ayudado a desarrollar otras facetas de tu lenguaje fotográfico?
La estética del snapshot me interesa por lo instantáneo y lo carente de pretensiones. Me gusta la idea de poder realizar imágenes sin mayor preparación que la de llevar el celular conmigo y realizar mis fotografías según lo necesite ese día. Suele suceder que al producir algunas de estas imágenes tengo un impulso por ver qué puedo hacer con las formas del cuerpo, según cambie mi estado de ánimo a lo largo de la jornada o de la semana, incluso… y la aproximación franca y directa del snapshot se me hace cercana y real.
Me parece interesante para un fotógrafo compartir su trabajo en Instagram porque el momento del consumo (o contemplación) es totalmente incontrolable. Tu audiencia está haciendo scroll down de acuerdo a sus propias preferencias y puede que tu imagen se vea en medio de otras que chocan, que la descontextualizan. ¿Es algo que has tenido en mente alguna vez?
La verdad es que no pienso en cómo se verán mis imágenes en el maremagnum de fotos del IG de las personas que ven mi cuenta, o mientras ellos hacen scroll down… Imagino que entre las personas que me siguen están las personas que trabajan conmigo en la oficina, mis familiares, gente que he conocido por casualidad y totales extraños, y todos ellos tienen un trasfondo diferente e intereses disímiles a los míos. Imagino que a algunos de ellos mis imágenes sobre el cuerpo les parecerán extrañas, a otros menos, pero es algo que no puedo controlar. Tampoco creo que me interese controlarlo. Lo mío es solo una voz -quizás sólo algunas palabras– en ese río altisonante de información visual.
Y respecto a tu grid, ¿te aproximas al “montaje” de tu propio perfil conscientemente, con alguna propuesta?
Me gusta pensar en mi grid como un hilo con una cierta continuidad visual. Definitivamente no es una narrativa, pero cuando realizo mis imágenes, voy viendo el orden que van llevando y trato de que no haya cacofonía entre ellas, o que si las hay, me lleven a explorar hacia algún lugar. El grid me sirve para ir entendiendo por dónde voy, para tratar de entender por qué ciertas imágenes me gustan más o menos con relación a las otras.
Siempre me ha gustado el diseño de Instagram porque te presenta una suerte de pared expositiva, con sus marcos blancos incluso; una “propuesta expositiva”, que en muchos casos es nula, porque la mayoría compartimos imágenes socialmente sin pensar necesariamente en una coherencia estética. En tu caso, sin embargo, es fácil sentir una continuidad visual. ¿Cuál es el aspecto social de compartir una imagen creada con intenciones artísticas?
Creo que compartir imágenes en redes sociales es un aspecto totalmente diferente a los otros medios de difusión o circulación del trabajo, y quizás pudiese ser algo delicado. Al principio me daba mucho miedo compartir mis fotografías en IG o Facebook porque no sabía quién podía estarlas viendo, pero luego asumí que esas imágenes me pertenecen, son una parte de mí, y es mejor que las divulgue yo, que sean mis imágenes las que hablen por mí y no decir que soy fotógrafa sin haber mostrado nunca nada, esperando el momento decidido por otros para mostrarlas. En cierto modo al publicarlas (y recién ahora, mientras escribo, se me revela de modo diferente la palabra publicar), “manejo” el modo como circulan mis snapshots (¡aunque no puedo pensar ahora en algo menos manejable que las redes sociales!) Me gusta el feedback inmediato, en el sentido que ciertos comentarios (evidentemente no todos) me hacen pensar en el modo como pudiesen estar siendo percibidas mis imágenes o me hacen pensar en el modo como me aproximo al hecho fotográfico.
“In our society, seemingly open-minded, reckless, with an abundance of nudity and in-your-face sexuality, there is a significant loss of touch. Human contact has been reduced to intimate moments, and touch is now being sought even during the most unexpected daily life activities, where we establish ephemeral, temporary connections with strangers.”
Tus imágenes están llenas de piel, carne, venas, arrugas, pliegues. Coloqué arriba el texto de otra de sus series que siento aplica para el discurso que has desarrollado últimamente en Instagram. ¿Por qué la pulsión de retratar detalles cercanos, a veces amorfos, a modo de snapshots y compartir eso aquí? ¿Hay algo de utilizar el teléfono que haga ese acercamiento más fácil?
Si pienso en las series fotográficas que he realizado hasta ahora, creo que el tema de la intimidad y la cercanía con las personas se me ha revelado de diversas formas. Ese texto que utilizas, es de mi serie Skin Hunger y efectivamente veo la cercanía, la humanidad, la afectividad en el contacto físico, en la piel, en algo tan ineludible como el tacto, que aún siendo percibido en una imagen, en su visualidad, logra revelar y activar ese recuerdo, la sinestesia del ser tocado y del tocar.
El trabajo con el teléfono me va revelando otras cosas con relación al cuerpo y a su imagen: estoy al mismo tiempo en mí y fuera de mí al hacer la foto. A veces logro verme mientras hago la imagen y se me ocurre de repente que esas partes del cuerpo son como intersticios o tránsitos del adentro hacia el afuera de la imagen… Aún no lo tengo claro. Lo voy descubriendo…
En esta selección que hice arriba me gustó la coincidencia de impresiones, texturas, rastros de contacto. La huella de algún tipo de presión. Luego encuentro el registro de la documentación de las obras de Antonieta Sosa y me llaman la atención estos momentos en que colocas tu trabajo en diálogo con el de otros. También coloco abajo el quiebre de la imagen pictórica en medio de tu grid; en ese caso siento que es un suerte de hipertextualidad lineal: ya que estás viendo esto, mira esto que está relacionado. ¿Cómo lo ves tú?
Efectivamente a medida que voy realizando mis fotos voy encontrando, a veces incluso de modo casual, como en el caso de las imágenes de Antonieta (encontré estas en el archivo fotográfico del MBA, gracias a Rigel García), el trabajo de artistas que han desarrollado de modo amplio el tema del cuerpo y me agrada ver las similitudes con los movimientos que voy haciendo con el mío… Todo forma parte de ese gran arsenal de referencias que todos acumulamos a través del tiempo en nuestras cabezas -y que de modo consciente no recordamos- y que aparecen en las cosas que hacemos mucho después… En cierto modo es como sentirse parte de una tradición y preguntarse, al mismo tiempo, ¿qué puedo decir yo ahora? ¿Tendré algo más que agregar? Lo mismo sucede con la fotografía de la pintura, un detalle de un seno, que quise fuese un guiño, una broma… el trompe l’oeil de la pintura captada por la fotografía… Al mismo tiempo un guiño al morbo que genera en las redes (en todos los medios, en realidad) el cuerpo desnudo… Un seno… ¿censurable?
Lo mismo siento de esta imagen en que la mano baila con Yvonne Rainer. Veo en tu Instagram también muchas fotos de fotos, fotos de registros, siempre con la intervención de tu mano: tu mano siempre tendiendo un puente entre el documento externo o la situación que se escapa del cuadro y el ojo que captura. ¿Qué es ese tender de manos en la construcción de tu lenguaje?
Mi mano en relación con imágenes en las que quisiera disolverme, que me emocionan, con las que me reconozco en el afuera; mi mano como autorretrato, como sentir de mi ser; mi mano, como bien dices, como puente entre mi interioridad y esa exterioridad; mi mano que se apropia de la belleza del afuera y me hace partícipe de ella. En mi mano estoy yo, siempre, ineludiblemente.
Esto me lleva a Puente, que es tu trabajo más reciente. El texto que lo acompaña dice: “Un puente permite salvar un obstáculo, unir aquello que por naturaleza parece estar separado. Un puente conecta dos orillas, cercanas, lejanas, divididas. Pone en contacto lo opuesto, comunica. Un puente, la fotografía, logra sublimar aquello que yace en aguas subterráneas, calladas, sigilosas, buscando emerger cuando la razón y el sentimiento se han deslindado, y le da cuerpo visible a lo imaginado y a lo vivido, a la envidia, al dolor, a la ausencia. Al amor y al deseo. Este es mi puente para cruzar. Y no quedarme a medio camino…”
Siento que en ese texto hay un eco de lo que para mí representa tu mano/brazo en los snapshots que compartes. Quisiera saber un poco más sobre las dimensiones que el momento de la toma fotográfica unifica. ¿Es la fotografía un método para desenterrar/visibilizar un significado en forma de imagen visual? ¿O te refieres más bien a un puente que se tiende al momento de mirar, la creación de significados que realiza el espectador (o tú misma, luego) frente a tu trabajo?
La fotografía logra unificar aquello que yace en mi interior con el mundo exterior, una imagen que pervive en mí en forma de intuición que logra hacerse forma al exteriorizarse, o que se identifica en el afuera con un sentimiento al que se le parece. Un medio para hablar sin palabras, para codificar emociones, para mostrar, visibilizar, y visibilizando, ante mis ojos, para entender(me). Cada vez que fotografío construyo un puente, me expongo y atravieso un puente, lo cruzo, entre lo que soy y lo otro, entre lo que soy y los otros.
En las fotos de la exposición se aprecia claramente la importancia de la disposición en sala. ¿Por qué la superposición de imágenes, cuál fue el criterio?
Para mí era importante que mis fotografías tuvieran una cierta libertad para ocupar el espacio expositivo, que no estuvieran amarradas a la idea de la linealidad consecutiva y a los márgenes del marco… especialmente porque los espacios de la galería Tresy3 en los que exhibí, pueden ser bastante difíciles. Quería ocupar el espacio, que mis fotos habitaran ese espacio, así que trabajé con Sagrario Berti y Aixa Sánchez en nuevos grupos de interrelación de las imágenes, generando una narrativa basada más en las coincidencias visuales entre ellas que en lo que cada una pudiese decir por separado. Haciendo pares, conjuntos, binomios en los que las imágenes pudiesen decir de modo diferente.
Si la fotografía es un puente que une dos orillas opuestas, ¿cuáles son los posibles obstáculos que puede encontrar un fotógrafo al intentar construirlo?
Creo que el obstáculo es uno mismo, no brindarse vulnerable a mostrarse, a indagar, a preguntarse, a dudar. No ser honesto contigo mismo. Lo demás, creo, viene por añadidura.
¿Ha influido en ti, como individuo, de alguna manera, la confrontación constante con tu cuerpo a través de la cámara? Y si es así, ¿esto se ha agudizado o ha cambiado desde que lo haces desde la fotografía móvil?
Ciertamente ha influido en mí como individuo observar el cuerpo a través de la construcción de la imagen. Hay un proceso de comprensión del físico, como materia, volumen, como fragmento, y a la vez como un todo, que pasa desde la idea de tomar la foto hasta el momento en el que de forma efectiva realizo la toma, que ha cambiado el modo como me percibo a mí misma. No es la mirada del otro sobre mí, es la mirada –mi mirada– que se desenvuelve desde mi interior y se despliega hacia afuera. Es el espacio que ocupo como cuerpo, el espacio que me doy a mí misma, en la imagen, en el exterior, en un encuadre, en la cercanía con mi propio cuerpo, en el aquí y el ahora. En el caso de la fotografía móvil, es extraño, porque según las imágenes que tome, puedo ver a través de la pantalla las formas al mismo tiempo que veo mi cuerpo en físico del otro lado. Me estoy viendo desde adentro y desde afuera al mismo tiempo.
Todas las fotografías pertenecen a Costanza de Rogatis y son utilizadas con su permiso.
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