EL PERFORMANCE NUESTRO DE CADA DÍA

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EL PERFORMANCE NUESTRO DE CADA DÍA
Toma los espacios de la ONG

Un evento artístico-académico llamado “El Performance
nuestro de cada día”, se presentará en la ONG el próximo
miércoles 8 de julio a las 7:00 p.m., con entrada libre.
Bajo la curaduría de Rolando Peña, este evento contempla la
presentación de seis obras de acción en vivo o performances, y la
proyección de una selección de videos que resaltan el aporte
realizado por el movimiento artístico internacional de los años 60,
Fluxus, en Europa y Estados Unidos.
Los videos que conforman la muestra documentan obras de
Nam June Paik, Yoko Ono, Charlotte Moorman, John Cage, Andy
Warhol, Allen Ginsberg, Merce Cunningham, Philip Glass, Wolf
Vostell, Joseph Beuys, George Maciunas.
Por otra parte, entre los performances que serán presentados,
se incluyen: Ergo de Marcos Mujica, El presente es eterno de Gil
Sansón, Piel urbana de Stalina Svieykowsky, Dar en el blanco de
Amarilys Quintero Ruiz, Acción re-acción, un permisito por favor de
Ramsés Larzábal, y ¿El petróleo es nuestro? de Rolando Peña.
El evento “El performance nuestro de cada día” forma parte
del proyecto Walking Around, que llevan adelante la Universidad
Católica Andrés Bello el Centro Venezolano Americano, Centro
Cultural Chacao y podrá ser presenciado el miércoles 8 de julio a
las 7:00 p.m., en la ONG, ubicado en la Avenida María Teresa Toro,
Residencias Carmencita, Los Rosales. Teléfonos: (212) 632.52.91.
La entrada es libre.


El performance nuestro de cada día

“Happening, performance y event son parientes íntimos, tan consustanciados entre sí, que dan la impresión de ser lo mismo con distintos nombres”
RUBEN MONASTERIOS

Podría suponerse una proposición inspirada por la nostalgia de un espectáculo compuesto casi en su totalidad por performances, porque hablamos de un arte que, al día de hoy, tiene sus buenos cincuenta años de existencia, si lo datamos a partir de los días de la conmoción contracultural de la década de los sesenta del pasado siglo, en cuyo contexto el performancees emblemático; o podrían ser casi cien, porque su remoto origen está en el seno del movimiento dadaísta, quizá cuando el pintor y arquitecto rumano Marcel Janco vociferaba “¡a la basura con la belleza!”, en ese Café Voltaire que el poeta alemán Hugo Ball fundó en Zurich en 1915, coreado por otros habitués del antro, divinamente borrachos con ajenjo; entre ellos un tal Tristan Tzara (fundador del Dadaísmo) y otro sujeto incongruente llamado Hans Arp.

No obstante, hace cambiar de opinión la reacción de un público juvenil ante El performance nuestro de cada día, curador Rolando Peña (estrenado en la UCAB, el 30 de abril 2009); más de trescientos muchachos que permanecieron atornillados en sus asientos hasta el final de las casi dos horas del espectáculo, celebrando cada número, es la evidencia contundente de que dada dista mucho de estar sepultado en la fosa de la Historia; su espíritu continúa saltimbanqueando de una época a otra; lo hizo desde mucho tiempo antes de la invención del dadaísmo y seguirá haciéndolo hasta el fin de los días; porque el cuestionamiento, la ruptura con las convenciones, el ir en contra de lo normado y cotidiano –el vero espíritu de dada que se hace presente en el arte del performance– es un componente de lo esencial-humano; a veces esta ahí, larvado, en silencio; en ocasiones encuentra las condiciones y aflora para asombrar a los expuestos a su influencia. De aquí que sea válido rescatar elperformance para cada nueva generación, no sólo para informarles de un momento de locura genial del pasado, sino, principalmente, para acicatear la energía de la protesta en la gente nueva.

Happening, performance y event son parientes íntimos, tan consustanciados entre sí, que dan la impresión de ser lo mismo con distintos nombres, o con diferencias dadas apenas por acentos puestos en uno u otro detalle, incluso, los dos últimos términos podrían admitirse como sinónimos. Están vinculados al movimiento Pop Art, y los primeros acontecimientos de esa naturaleza ocurren en 1958-1959; luego se generalizan en la década siguiente.

La matriz o modelo de todos es el happening (literalmente, “algo que está ocurriendo”), este se caracteriza por ser más teatral (en tanto el performance se asocia a las artes plásticas), por realizarse mediante puestas en escena más complejas e involucrar necesariamente la participación activa del público, al punto de que actores y espectadores terminan indiferenciados.

Happening, event (evento, suceso, acontecimiento) y performance tienen en común, entre otras cosas, el ser impredecibles en su desarrollo y final; todos siguen un guión más o menos específico, pero “lo que ocurre” en el instante de la acción depende en gran medida del azar. En contraste con las artes del pasado, estas experiencias no tienen comienzo, medio ni fin estructurados. Su forma es abierta y fluida, nada evidente se persigue en ellos y por consiguiente nada se gana, salvo la certidumbre de un cierto número de situaciones, de acontecimientos a los cuales se está más atento que de ordinario. Sólo existen una vez (o sólo algunas veces) y luego desaparecen para siempre y otros las remplazan (Allan Kaprow, 1961).

Son, en efecto, acontecimientos de forma “abierta y fluida”: una manera elegante de decir caóticos, desconcertantes, algunos hilarantes, desosegantes a veces, provocadores siempre, pero, en palabras de McLujan, “la discontinuidad de loshappenings no es un desorden desprovisto de sentido, sino una nueva sintaxis más comprometida hacia el espectador”.

Una de las paradojas de estas experiencias radica en que, a diferencia del arte tradicional, cuyo anhelo es la perpetuidad, ellas buscan lo efímero: la creación de la obra y su destrucción se colocan en el mismo plano; ejemplifica nítidamente este valor insólito un performance (¿o fue un happening?) realizado por Rolando Peña, primero en Nueva York y luego en Caracas, en la década de los setenta.

El local era una elegante galería del Este de la ciudad; vale decir, de la zona “bien”; eltout Caracas intelectual y artístico estaba ahí. Tratándose de un evento relacionado con las artes plásticas, la expectativa era encontrarnos con cuadros, esculturas o una instalación, pero nada de eso había; en cambio, las paredes del salón se hayaban cubiertas por espejos; de reojo, nos veíamos en ellos y observabamos a los prójimos, en particular los traseros de las muy bien diseñadas prójimas presentes, los espejos nos permitían verlas a nuestro antojo sin transgredir la norma del tiempo de mirar moral. Estábamos intrigados y el vacío es la comidilla del cotilleo, en tanto trasegábamos una copa y esperabamos… También era inusual que el artista no se dejara ver. “Algo” debía ocurrir; nadie sabía qué. Empezaron a deambular por el salón unos asistentes: repartieron anteojos de uso industrial y nos apremiaron a ponérnoslos.

De súbito, apareció Rolando; vestía con formalidad y saludaba amablemente a los invitados a su paso; sin mayor preámbulo se colocó uno de esos anteojos, se calzó unos gruesos guantes… y le entró a coñazo limpio a los espejos hasta volverlos trizas; terminó con el último, desapareció. Fin del show.

Entre los precursores de estas proposiciones están los músicos norteamericanos John Cage (el “piano preparado” y otras experimentaciones) y Eric Dolphy, flautista de jazz de vanguardia, y el compositor alemán Karlheinz Stockhausen, quien introduce el principio de la libertad del intérprete en la ejecución de sus obras; la idea se atribuye a Allan Kaprow, Claes Oldenburd y Jim Dine; otros artistas notables del género son B. Whitman, el grupo Fluxus, Rauschenberg, C. Moorman, Nan June Paik, Fahlström, Tinguely y Kudo.

No conozco una definición precisa de performance; el término, de uso común en todos los idiomas, es de la lengua inglesa y significa realización (de una tarea) o representación (de una obra de teatro). Hasta donde alcanza mi información, más allá de la idea de épater que animó toda su actuación, los dadaístas no se ocuparon de conceptualizar el asunto; la teoría vino mucho después, en medio de la turbulencia de los sesenta, con intelectuales como J-J. Lebel. Es una “teoría” –si así quisiera llamarse– emocionante de leer, ciertamente, por su lenguaje arrebatado, pero también bastante arbitraria, al estar basada en sensaciones y emotividades, que no en hechos sustantivos; y es así porque quienes han estado vinculados a estos quehaceres más bien sienten repugnancia por las definiciones inequívocas, clasificaciones y sistematizaciones, estas cosas son angustias cartesianas que no comparten: lo suyo es el hecho, el acto, lo espontáneo, lo imprevisible. El azar es su cómplice y priva sobre lo programado.

En las formas de creación artística que nos ocupan, la pintura, la poesía, el cine, elvideo art, el teatro, la danza y la música se funden en un solo lenguaje de infinitas posibilidades; hacer un performance o cosa semejante consiste en llevar a cabo una representación en la que el ejecutante extrapola un hecho (una conducta, un objeto) de su contexto, con el deliberado propósito de desconcertar al observador, mediante ese mecanismo busca activar en él lo que he llamado la “energía de la protesta”, o en sentido contrario, el repudio; en cualquier caso, el propósito es ocasionar una alteración, a veces una verdadera conmoción, en su sistema psíquico.

“Hacer un performance o cosa semejante, consiste en llevar a cabo una representación en la que el ejecutante extrapola un hecho (una conducta, un objeto) de su contexto, con el deliberado propósito de desconcertar al observador”

El performance no necesariamente exige la presencia del actor, es suficiente el objeto intervenido por el artista para lograr el efecto, recordemos los ready made de Duchamp; de aquí que el objeto cobre importancia pivotal en estas experiencias; ocasionalmente, el objeto puede convertirse en un protagonista tan importante como el actor humano, tampoco solicita un espacio específico, digamos, un escenario como el teatro convencional, adopta aquí una idea proveniente de Artaud, y esta es que el acto en realización, o el objeto en sí, sacralizan el espacio donde ocurre o está, en el sentido de hacerlo suyo y de conferirle una categoría especial percibida por el espectador más allá del nivel plenamente consciente.

En estas experiencias juega un papel el efecto de distanciamiento, un recurso aportado por Bertold Brecht a través de su Teatro épico-no ilusionista; el procedimiento, al alcance del autor dramático y del realizador teatral, pretende inducir un estado de alerta en el espectador: “distanciarlo” de la fascinación creada por el espectáculo y llevarlo a una disposición mental racional, “fría”, para optimizar su recepción de la intención de un contenido crítico; no obstante, en algunas experiencias con participación activa del espectador se deja sentir una contradicción: a la vez que estimulan el distanciamiento, conducen a la involucración emotiva, natural en el individuo como efecto del “sentirse parte” de lo que ocurre; se despierta en las personas el ancestral sentido tribal, semejante al que se hace sentir en la muchedumbre de fanáticos de un equipo que presencia un partido de fútbol o de béisbol; esta entrega irracional al acontecimiento no deja de ser una forma de alienación; vale decir, lo opuesto a lo pretendido por los artistas.

Las experiencias o acontecimientos se inventaron animados por el propósito de realizar la actividad creadora al margen de los circuitos comerciales y en condiciones ausentes de censura de cualquier índole; fuera de toda duda, el objetivo es un hecho, en ellos uno percibe una atmósfera libertaria difícil de sentir en otros ambientes. La desinhibición de los realizadores origina en el espectador una disposición a desembarazarse de las convenciones socioculturalmente determinadas, y en algunos casos el participante termina dejándose llevar por ese saludable impulso, particularmente tratándose de happenings, con su propuesta de participación del público en el acontecimiento, así como en los performances que llegan a lo mismo; son experiencias animadas por el empeño de romper el sistema bipolar que divide la gente en categorías opuestas y complementarias: la relación de sujeto/objeto, observador/ observado, actor/espectador, etcétera. También conjeturan llevar a la práctica el ideal del Pop Art de bajar al artista de su pedestal protagónico. En uno de esos acontecimientos se supone la disolución de la dualidad yo-emisor activo/ tú-receptor pasivo; el artista se desentiende de su elevado estatus y se ubica al nivel del espectador; nos volvemos uno; todos somos en alguna medida creadores del acontecimiento; todos participamos en hacer el caos y nos fusionamos en él.

A mi entender –y sin que las siguientes consideraciones le resten un ápice alhappening y al performance en su valor como poderosas posibilidades de expresión del ingenio humano– creo que hay mucho de ilusión en estas presunciones, desde mi punto de vista, son anhelos preciosos de los tantos brotados –como del botón las flores, uno de los símbolos del movimiento hippie, entramado con los asuntos que aquí nos ocupan– en el caldo de cultivo del neoromanticismo contracultural de los sesenta; en cambio, pareciera tener total vigencia la afirmación de Lebel respecto alhappening, que lo mismo concierne al performance, “este devuelve a la actividad artística lo que le había sido quitado: la intensificación de la sensibilidad, el juego instintual, la festividad, la agitación social” (El happening, 1966).

El performance nuestro de cada día lo configuran seis obras “en vivo”, otras cuantas en video (25’) más una instalación (El Barril nuestro de cada día); concepto y realización de Humberto Valdivieso, Rolando Peña y Garam Mattar, en el marco del proyecto Walking Around, del Centro de Investigación y Formación Humanística de la UCAB. El video registra legendarios performances y happenings realizados en EE.UU. en la década de los sesenta por personalidades como John Cage (en una de sus interpretaciones al “piano preparado”), Andy Warhol, Susan Sontang, Allen Ginsberg, entre otros. Las creaciones en presencia de los artistas se deben a Marcos Mujica (Ergo), Gil Sansón (El presente es eterno), Stalina Svieykowsky (Piel urbana), Ramsés Larzábal (Acción re-acción un permisito por favor), Amarilys Quintero Ruiz (Dar en el blanco), Rolando Peña (¿El petróleo es nuestro?). Este evento nos confronta con la libertad y eso es un gran logro.

Fuente: El Nacional. Caracas, Venezuela.

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