FOTOGRAFÍA Y CHAMANISMO 2.0: “Después del fuego” / LA IMPORTANCIA DE LA AUTOFICCIÓN / Natalia Matzner

Natalia Matzner (a.k.a Ratalia Espigadora)
www.rataliaespigadora.com

“….He crecido y me he criado en una sociedad que ignora y niega la muerte, la pérdida y el sufrimiento. Una sociedad en la que estar enfermo es un fracaso, ser vulnerable es de idiotas y envejecer es antinatural. En la escuela nunca me enseñaron qué hacer cuando te pasa algo bien gordo y tienes que hablar cara a cara con el dolor…”

Mercè Bastidas se quemó parte de su cuerpo en un accidente con una vela. Junto a Noelia Pérez realizaron el proyecto “Después del fuego”. Altamente fotográfico, altamente ritual, altamente transformador y regenerativo

La columna anterior la finalizamos hablando de Jo Spence, con ella podemos introducir este nuevo trabajo de la dupla Bastidas y Pérez, de Barcelona. Spence, nos dejó un legado con su obra: “write or be written off”. Es un llamado: represéntante!, relátate o serás borrada. El acto de representarnos y registrarnos a nosotrøs mismøs es un acto de empoderamiento, así creamos nuevas narrativas del yo, múltiples yoes, rizomas de yoes, diferentes aristas del yo, y así ninguno será el original.

Estos proyectos artísticos y vivenciales nos han descubierto el valor ritual de la representación fotográfica como experiencia transformadora. Spence nos expuso su experiencia con el cáncer de mamas en las instituciones médicas y luego sus rituales más experimentales que iban acompañándola en el camino del dolor, la muerte y el apoyo del entorno cercano con sus vivencias.

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Las autoras de “Después del fuego” retornan al momento del accidente a través de la representación fotográfica y la escritura; el ritual que nos muestran es una manera de evocar el pasado a manera de ensayo, allí están protegida entre ellas: juegan con velas, vuelven al lugar del episodio, Mercè nos relata a modo de bitácora los meses venideros al suceso. El acto de documentar es permanencia en el tiempo, y al ser un registro nos permite repensar de diferentes aristas un suceso del pasado.  Esto nos posibilita como lectoras conocer su proceso de reflexión y crecimiento regenerativo luego del accidente, luego de volver a jugar con las velas y capturarlo con la cámara.

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“Después del fuego” es un logro comunicativo: es muy difícil encontrar el lenguaje adecuado para compartir un suceso tan íntimo y encriptado como lo fue tal accidente, aún así, en mezcla de imagen y escritura, las autoras nos regalan una obra donde nos introducen a un proceso de crecimiento, si bien personal y único, también “universal” en nuestros tabúes occidentales para con el dolor, la enfermedad y el sufrimiento. Es difícil no sentirse en alguna escala reflejada en el momento de lectura y vista del libro.

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Uno de los posicionamiento más radicales que una puede tomar hoy frente a un proyecto es seguir otras temporalidades que las de la cadena de montaje. El sistema actual está hecho (y nosotras también lo construimos así) para ser efectivo frente a la inmediatez, hay mucha información y debemos ir rápido!, seguir la corriente. Ahora bien, “Después del fuego” es un proyecto que siguió su propia temporalidad, porque el cuerpo así lo demanda para regenerase. Cuando Mercè y Noe comenzaron el proyecto Noe iba acompañada de su hija recién nacida: Lucía, y Mercè estaba en proceso de recuperación, más aún, lo que implicaba para ella escudriñar en sus sentimientos los efectos post accidente. No podían sino ceñirse a su propia temporalidad; la de la sanación. Noe y Mercè actuaron sabias frente a sus contingencias, y eso se puede sentir al ver el proyecto acabado, y a su vez, siempre vivo, especialmente para todas las que buscamos maneras actuales de revisitar el dolor, el temor y la comunicación extrasensorial y divergente a la hegemónica. 

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El primer texto nos sitúa al inicio de este accidente y a esta travesía de autoconocimiento que ha hecho Mercè: “Para decorar habíamos colocado velas en el suelo. Yo llevaba una falda de fibra sintética, larga y negra, y me paré al lado de unas velas, larga y blanca. En cuestión de segundos, la vela encendió mi falda. Fue así de estúpido y así de rápido. Pero supongo que casi todos los accidentes lo son.”

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Otro de los extractos escritos que a mi parecer justifica el proyecto: “He crecido y me he criado en una sociedad que ignora y niega la muerte, la pérdida y el sufrimiento. Una sociedad en la que estar enfermo es un fracaso, ser vulnerable es de idiotas y envejecer es antinatural. En la escuela nunca me enseñaron qué hacer cuando te pasa algo bien gordo y tienes que hablar cara a cara con el dolor creo que esta manera de esquivar la realidad y de no prepararse para poder afrontar el dolor nos estupidiza y nos quita autonomía y dignidad.”

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Cuando Noe fue invitada a comenzar el proyecto confiesa: “yo no había sufrido nunca un accidente tan brutal, pero también sentía muchas veces que el espejo me devolvía una imagen que no era la mía.” Mercè no había podido hacerse  fotos de sus quemaduras, por el hecho psicológico y porque era imposible capturar algunos encuadres en su cuerpo. La presencia de Noe en el proyecto fue trascendental en su resultado, como así también la metodología orgánica que fueron haciendo poco a poco hasta lograr su resultado.

Como “Después del fuego” es una obra única en su especie, he decidido entrevistar a las autoras para que nos enteremos qué significa el proyecto luego de años a su lanzamiento, cómo procedieron a trabajar en equipo, qué a significado para el tema compartir la experiencia y el libro en lanzamientos y charlas. Acá las respuestas a dúo:

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– Tengo entendido que la dinámica de trabajar en conjunto fue bastante orgánica y no siguieron metodología alguna. Nos pueden contar cómo fue ese proceso?

Mercè Bastida (M.B.): Sí. Así fue. La única referencia metodológica clara que teníamos era sentirnos bien al trabajar juntas. Recuerdo el día en que Noe me fotografió las cicatrices. Me dijo que ella era bastante aprensiva con la sangre y las heridas en general y que quizás se podía sentir mal. Luego todo fue muy bien, me hizo miles de fotos, no la vi para nada aprensiva sino totalmente entregada a su trabajo y muy respetuosa también con mis propios posibles malestares. El día en que me tomó fotos en el lugar del accidente, después de todo yo sentí muchas nauseas y ganas incluso de vomitar. No había sucedido nada, por lo menos en apariencia, y sin embargo, algo profundo se había movido, sacudido. Estábamos en la cocina, yo me apoyé en la lavadora (mi gran amiga para momentos de caos interno) y Noe entonces me dijo algo como: si no quieres seguir no pasa nada, estás bien? Y yo le dije que sí, que estaba bien, pero que quizás necesitaba tiempo. Noe siempre me dio tiempo. Y yo a ella. Más adelante, en nuestras sesiones de foto, bailando con la vela o creando el bodegón de los objetos medicinales que me acompañaron en mi proceso de recuperación, casi siempre estuvo la hija pequeña de Noe. Y está claro que era ella, cosita aún dependiente de adultos, la que marcaba el ritmo de nuestro trabajo. Si Lucía tenia hambre o estaba enfadada aunque nos faltaran cosas por terminar, sus necesidades tenían prioridad y pum, se acabo por hoy! Lucía también fue parte de este proceso creativo y me gusta mucho reivindicar su presencia. Gracias a ella nuestro ritmo fue el de un bebé de verdad, y yo creo que ella nos ayudó a pisar la realidad de la tierra. Sí, fuimos lentas, nuestros encuentros duraron meses, pero lentas para quien? sin duda no para nosotras, trabajamos a nuestra manera, sin tener que dar explicaciones a nadie. Eso es fantástico oye! Nuestra metodología fue la libertad. Simplemente porque nos quisimos escuchar, y compartir esos momentos y espacios de encuentro habitándolos desde la delicadeza, la entrega y el respeto mutuo.    

Noelia Pérez (N.P).: Sí, efectivamente, fue un proceso muy orgánico, sin una metodología pre-establecida.  Por un lado, funcionamos de forma muy intuitiva. No queríamos llegar a ningún sitio en concreto y creo que eso sí que estaba claro desde el primer momento aunque ni siquiera pienso que se explicitó. Yo siempre veo el libro como la punta de un iceberg, como una posibilidad entre muchas otras, y como la parte visible de un proceso que ha sido mucho más profundo e invisible (a nivel de la representación).  En mi caso, es decir, desde el punto de vista de la técnica fotográfica, sí que tenía claro que no quería utilizar la metodología  académica que había asumido hasta aquel momento y que provenía de mi formación en fotografía y además de mi carrera como historiadora en la universidad. Y con metodología académica quiero decir la metodología hegemónica de las escuelas de fotografía: conectadas con el positivismo, naturalismo, colonialismo, ajena a las condiciones materiales de producción, enmarcadas en unas relaciones de poder que se obvian y se naturalizan, descontextualizadas del marco social y político, que asumen una separación entre el sujeto que documenta (la fotógrafa) y el objeto fotografiado (la modelo, la víctima, el personaje).  Era como que mi metodología simplemente  trataba de hacer todo lo contrario de lo que había aprendido a hacer. Con la convicción de que el materialismo dialéctico sería mi aliado – tesis, antitesis, síntesis- sentí que solo por el hecho de contradecir esa práctica construiría algo más útil para mi y una (anti)metodología mucho más válida y auténtica.

Por otro lado, nuestro propio cuerpo – y sus necesidades-  en aquel momento era demasiado central como para ponernos otros ritmos ajenos a él. Yo acababa de parir, con todo lo que eso implica de experiencia transformadora, lárvica. Mercè estaba aún en un proceso de recuperación física muy profunda. Respetar nuestros ritmos corporales y emocionales tenía que ser la base sobre la que trabajar. De alguna forma ahora pienso que partir de ese supuesto ya implica una metodología.

También recuerdo que en aquel momento sentíamos cómo la posibilidad de que todo quedara en una vía muerta, que al final no saliera nada (material) de todo aquello, nos daba en cierta manera una libertad totalizadora a la hora de crear sin la cuál difícilmente hubiéramos podido parir lo que al final resultó el libro. Es por eso que reivindico mucho las vías muertas en procesos creativos, situándome fuera del paradigma del “fracaso” neoliberal.

Nuestras propias condiciones materiales creo que fueron parte de la metodología también. Y pienso – puede ser que cada vez esté más convencida-  que sin nuestra condición de precariedad material (trabajando con equipos muy básicos, con lo justo), asumiéndola y sobre todo auto-gestionando nuestros recursos, tiempos y formalización final del libro, el trabajo no hubiera tenido nada que ver con lo que fue. La auto-gestión de todas las condiciones materiales para mi son quizás una de las partes más importantes de nuestra (anti)metodología.

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-ya han pasado seis años desde la publicación del libro, en ese entonces cuáles fueron los referentes teóricos y del entorno vivencial?

M.B.: Bueno, eso a mi me cuesta responderte porque me sale una pantallita en blanco que chispea. Referentes teóricos? Eso Noe. Ella tenia un motón. Aprendí mucho con ella. Por ejemplo, cuando empezamos a reunirnos para ver qué queríamos hacer, qué estética elegíamos, qué mirada queríamos reflejar, ella me mostró varios libros y trabajos de sus referentes, artistes reconocidas y amigas. Recuerdo un librito muy lindo de Tanit Plana sobre su abuelito que había muerto y of course, a Jo Spence. Noe siempre tiene algún libro o autor nuevo por hacerte descubrir. Conseguía así lanzarme anclas reales y racionales que ponian orden dentro de mi barullo emocional aún en fase de reajuste. Mis referentes por mi parte eran Frida Kahlo y sus pinturas del dolor, la mutilación, la pérdida y la muerte. Frida, aunque se ha convertido por desgracia en una figura harto mercatilizada (aish!), fue una de mis médicas de cabecera cuando estaba en el hospital. Soñaba sus pinturas, sobretodo la de las dos Fridas.

N.P.:  Los referentes teóricos y vivenciales del libro son tantos que me cuesta muchísimo acotarlos. Sí que es verdad que de todo lo que nos ha construido hay momentos en que hay algo que te ancla especialmente y genera dinámicas insospechadas. En mi caso, fue en primer lugar, y sin ninguna duda, el trabajo de Jo Spence. Spence “bautizó” una nueva etapa para mi como investigadora visual o fotógrafa documental. Y recuerdo muy bien el carácter revelador porque la descubrí justo el  día de mi cumpleaños (con todo lo que eso representa de renacimiento). Sus trabajos sobre la auto-representación de la salud y el cuerpo, el valor de uso del documental frente a la fotografía formalista, y la capacidad de transformarnos en sujetxs enunciadores de nuestras historias fue crucial para mi. Su espíritu estuvo con nosotras durante todo el proceso.

Por otro lado a mi me acompañó personalmente en aquel momento Audre Lorde . Su “the master’s tools will never dismantle the master’s house”  o  “mis silencios no me había protegido, tu silencio no te protegerá”. Cuando dudaba de algo o me sentía en una encrucijada sus palabras me acariciaban y me hacían avanzar.

A nivel teórico recuerdo también la influencia que había tenido Susan Sontag en “Ante el dolor de los demás”; siempre que tenía que documentar situaciones de violencia o dolor  pensaba  en sus palabras sobre la recepción de imágenes en el/la espectadora. Sontag me recordaba cómo la visualización, la recepción de imágenes violentas o dolorosas convertían al espectador en un testigo de la barbarie, como ella decía, lo llevaba a un espacio de pérdida de la inocencia irreversible y encarnada. A mi me preocupaba mucho no caer en el morbo, en la victimización o paternalismo en la producción de  las imágenes sobre Mercè. Sontag explicaba cómo las emociones que en nosotrxs producen estas imágenes pueden ser variadas y muy diversas: frustración, indignación, compasión, simpatía, apatía, curiosidad , morbo… Ninguna de ellas tienen valor en sí mismas si no van acompañadas de reflexión. La imagen, seguida de reflexión, lleva a la reacción y a la concienciación. La contextualización, por tanto, era algo imprescindible desde la convicción de que una imagen no vale más que mil palabras cuando tratamos de documentar y auto-representarnos. Desde el presente veo una línea clara de esa línea  que yo me apropié de Sontag a un referente muy importante para mi actual que es Ariella Azoulay y su definición de fotografía como acontecimiento, dinamitando la idea de que la fotografía posee un solo punto de vista.

Que recuerde ahora mismo, y estoy segura que me dejo un montón de referentes más, el trabajo visual de Ana Álvarez Errecalde no es que me influenciara directamente pero su espíritu también me acompañó. El arte como catarsis y la autenticidad/intimidad asumida no sólo desde un punto de vista personal, sino responsabilizando al espectador (exponiendo sus prejuicios, rechazo, empatía, admiración…). Su imagen “El nacimiento de mi hija” me recordaba cómo la intimidad de las imágenes apelaban en un acto fotográfico extendido que no sólo implicaba a Mercè y a mi sino también a toda una serie de agentes que participaban en la construcción de “la fotografía”.

Por último, en el libro dedicamos una serie a un “diccionario” donde se definen de forma subjetiva y apropiada otros referentes importantes para la compresión del proceso que describimos: Juana de Arco, las brujas, la Operación plomo fundido…

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-nos podrían mencionar algunos proyectos que sientan “hermanos” al suyo ? 

N.P.:  Los trabajos que siento más próximos al nuestro  tienen que ver más con la metodología trabajo, no tanto con la temática en sí misma. Todas nuestras amigas que trabajan entorno a la etnografía visual a partir de los fanzines, desde lo colaborativo y desde pedagogías críticas son proyectos hermanxs… Ahora mismo no puedo decir ninguno en concreto, me cuuesta… En otra línea pero creo que con el mismo espíritu está el fanzine “Gordazine”   por ejemplo que tiene puntos que se cruzan con nuestro libro…

 M.B.: Recientemente conocí a una amiga de una amiga de Noe que se había quemado de gravedad su rostro y sus manos. Ya me disculparás, ahorita no recuerdo bien su nombre. Cuando la encontré ella aún estaba de lleno en la fase de recuperación física, aunque la emocional es paralela el cuerpo prioriza y lo primero es cerrar las heridas de tu piel abierta y recuperar la flexibilidad de tus células para no perder movilidad, etc. Ella llevaba puesta su máscara compresora (una especie de malla para presionar la cicatriz y así activar la circulación de la sangre y evitar que se formen bultos, los famosos y terribles “queloides”). Tan solo este gesto, mostrarse en público con su máscara, ya me pareció muy valiente. Luego llegaron las palabras: “¿algún día deja de doler?” Me fulminó. Yo había olvidado el dolor. Ella aún lo vivía y me recordó cuando yo también llegué a pensar que siempre más me recorrerían la piel unos relámpagos intensos y desagradables, o me ardería la piel como si se quemara aunque el fuego hacía meses que se había apagado, o peor aún, que los picores me taladrarían cual pulgas hasta mi propia tumba. Depende del tipo de quemadura, de cómo es tu cicatriz y de tu propia sensibilidad corporal la experiencia física varía mucho. Conozco algunos quemados de la Vall de Hebron que tras años y años deben ir aún regularmente a chequearse en el hospital o a operarse por vez número 17 o más. Yo no sé como de grave era en verdad la quemadura de esa chica ni tampoco qué relación irá tejiendo con sus cicatrices en los próximos años de su vida, sin embargo le dije: “aunque te parezca imposible ahora, el dolor se va, y el calor y los piores también”. Estaba súper convencida de que algún día lo viviría en su propia piel. Luego hizo una performance junto con su amiga, bailaron juntas frente al círculo de persones, yo me tuve que ir por desgracias pero Noe si lo vio y dice que fue muy bonito…

estas dos chicas son hermanas, sin duda

siento que cualquier persona herida por fuera o por dentro que comparta su herida, la exponga al natural sin afán exhibicionista ni victimista y quiera ofrecer su historia a los demás para sanar, transmutar y resignificar es hermana     

-Luego de todos estos años desde la publicación del proyecto ustedes han realizado bastantes presentaciones e intervenciones. Nos pueden contar en qué contextos han sido?

N.P.: Sí, el libro lo hemos presentado desde contextos más anarquistas, a librerías, escuelas de arte, universidad, escuelas de fotografía o radios libres. Una parte en la que pienso que hemos aprendido un montón de todo el proceso precisamente ha sido esta… Al habernos producido el libro (y haber asumido una deuda que aún estamos pagando), la difusión y la distribución la teníamos que hacer nosotras. Teníamos que currar mucho en otras cosas por pasta, también estuvimos separadas un tiempo ya que Mercè estuvo fuera un año… Entonces todas las presentaciones en realidad se hicieron por peticiones que se hacían en entornos próximos. Tuvimos también una mini-etapa en que Virus y Traficantes de Sueños asumió nuestra distribución pero de forma muy precaria, con lo cual al final dependía de nosotras moverlo todo y decimos cortar porque nos daba más trabajo que otra cosa. Al principio también dejamos los libros en algunas librerías pero se quedaban el típico 30% cosa que subía el precio de coste de nuestro libro, nosotras no ganábamos nada y lxs intermediarixs se quedaban por la cara con el único beneficio económico, con lo cual también cortamos esa vía. Hoy por hoy la vía que tenemos de presentar y vender nuestro libro es simultánea. Es decir, utilizamos los mercadillos libres y algunos eventos como muestras de fanzines o ferias de libros para presentar a la vez que vendemos el libro con nuestro puesto nómada.

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– De la realización del libro, del trabajo en equipo, especialmente en ese compartir en las presentaciones y conocer cercanamente a sus lectoras, sienten que de aquella experiencia han cambiado o mutado? tanto individualmente y también como dupla….

 M.B.: Sí. Por mi parte ha sido muy hermoso permitirme recibir de regreso tras parir el libro tantas miradas, voces, observaciones. Lo que más me ha impactado es la entrega del público lector y su agradecimiento. Creo que esto nos sigue sorprendiendo a Noe y a mi, el abrazo de ustedes. Doy muchas muchas gracias a todas esas persones que nos han arropado, leído, escrito. Yo me declaro fan de nuestras fans y también que elles forman parte del proyecto. Mover el libro no ha sido nada fácil. Y aparte, por cierto, yo soy tímida. Me gustaría mucho poder escuchar las historias de la gente que nos ha venido a ver. Me gustaría pasar en una nueva fase en las que en vez de presentar el libro fuera la gente la que hablara. Que juntos construyéramos algo desde nuestras cicatrices, que les diéramos un espacio, un momento y que les pudiéramos arrullar, besar, interrogar, honrar. Es algo tan viejo como el fuego alrededor del cual se reunía la tribu. Somos, como dicen, el clan de la cicatriz. En una sociedad como la nuestra actual, desvinculada de las raíces de la vida natural y que niega y se avergüenza de la muerte, la derrota, los errores, la imperfección, lo distinto, lo no normativo, etc, etc… Crear espacios de encuentro artístico y de dialogo constructivo acerca de nuestros morires y renaceres es importante y necesario. O eso creo yo. Sé que sonaré panfletaria pero creo que vivo en una sociedad muy enferma. Una sociedad de plástico que venera la superficie de las cosas. Nos programan para no vivir de verdad, para arrasarnos y ensuciarnos el cuerpo y el alma. Para que nos auto-encerremos y auto-mutilemos. Solo cuando puedo escuchar de nuevo el silencio o algún animalito no humano me reencuentro con los huesos que me sostienen, que crecen y decrecen y me llevaran a la tumba de nuevo.     

N.P.: Sí, por supuesto. El hecho de compartir nuestra experiencia, nuestro libro, el ofrecerlo también gratis por Internet, nos ha llevado a un torrente de conexiones, ideas… Ha sido también una de las partes más brutales de todo el proceso que ha representado “Después del Fuego”. Yo comparo mucho la experiencia del libro con la crianza de un hijx… Para nosotras el libro es como nuestrx hijitx el cual lo creamos con unas expectativas pero después élx sólx adquiere una dinámica propia que no depende ya de nosotras y nos trasciende. Además, nosotras tenemos ya bastante cerrada esta etapa y estamos haciendo de forma colectiva otro proyecto juntas pero es imposible dejar el libro aparte (además de que tenemos que seguir vendiendo libros porque tenemos la deuda jajajajaja), quiero decir que muchas personas siguen manteniendo el libro vivo lo que nos obliga a seguir con presentaciones. Ahora estamos en un punto que queremos transformar las presentaciones en talleres. Estamos justo trabajando eso ahora.

En un mundo idóneo, cómo y qué dinámicas tendríamos que hacer desde pequeños para aprender a transar con el dolor y superar ese tabú occidental?

M.B.: Para empezar a transitar y transformar el dolor desde chiquillas se me ocurren 3 cositas:

– sin volver a las terribles gerontocracias, integrar los y las viejitas en la enseñanza de las niñas y los niños. Yo tuve la suerte de criarme en parte con mis abuelitos. Aunque conservadores e incluso de derechas, los cuatro me enseñaron esta aceptación y transformación del dolor a través simplemente de sus vidas llenas de muertes, guerra, represión, errores, sueños mutilados y sobretodo muchos renaceres y sabiduría derivada de un contacto aún muy pegado al corazón de la tierra.

– no ocultar la muerte y la enfermedad a las niñas y niños. Empoderarlas con historias y fórmulas medicinales tradicionales para sanar heridas leves o no tan leves. Saber qué ocurre y podernos sanar a nosotras mimos como animales que se saben lamer sus propias heridas es un derecho y una necesidad elementales. Necesitamos tener nuestro kit de supervivencia básica, primitiva. La medicina es como el dormir y el comer bien.

– crear para ello espacios de aprendizaje, recuperar e integrar en la vida cotidiana los rituales para marcar nosotras mismas con nuestras piedras elegidas el camino que trazamos al andar. Honrar nuestras pérdidas, nuestras derrotas, nuestros errores, nuestras heridas, nuestros fracasos, nuestros temblores. No despreciar estas huellas que nos duelen en el alma  y en la carne porque cuanto más honda sean y más las aceptemos como parte de nuestra persona más poder nos darán, para renacernos y para entender y conectar y acompañar a otras personas.

N.P.: No sé si hay una respuesta clara, pero sí que sé que hay respuestas estratégicas a esa pregunta… Ahora, desde el aquí y el ahora, pienso que para aprender a transitar el dolor primero tengo que reconocer el dolor. Para mi este enunciado aparentemente simple “aprender a reconocer el dolor” me ha situado totalmente en otro espacio…  el hecho de reconocer mis “dolores” ya ha sido un acto totalmente liberador. Desde luego que es algo que no ha surgido de forma espontánea en mi, sino que ha sido fruto de las relaciones sociales que yo he establecido, de un esfuerzo de auto-conocimiento y de un contexto material concreto que me ha permitido dar un salto en mi conciencia… Sé que suena difuso e incluso forzado, pero así es como lo siento ahora. Durante mucho tiempo he arrastrado dolores que no reconocía, en una especie de huida hacia adelante y autocensura, que no me permitían tampoco avanzar como persona… En mi familia, había un dolor que sí que se reconocía claramente (la muerte, la enfermedad, el sufrimiento que conlleva ser miembro de una clase oprimida…). Esto en mi familia se hablaba abiertamente, no había ningún tipo de tabú. Provengo de una familia con fuertes estructuras pre-industriales (vienen del campo y de una zona oprimida)… Esto implicaba que la oralidad, el hablar mucho, el que la madre (la abuela, la vecina, la tia) fuese aun una figura central. Viví de pequeña velatorios, fui a entierros fuertemente ritualizados…  en mi casa no se ocultaba ese tipo de dolor que yo entiendo que eran muy físicos, muy materiales. El cortocircuito para mi vino más con mi educación en el colegio y mi integración en el “mundo”, en la ciudad, durante mi adolescencia… ahí sufrí un dolor que no era tan físico, tenía que var más con mis deseos…  no sabía como  explicar ni a quíen explicar mi malestar… el cortocircuito que representaba mi fuero interno y su choque con el mundo (“vestirme como una niña”, no defraudar las expectativas que mi familia había puesto en mi y en mi educación del “estado del bienestar” que permitía que la hija de un obrero fuese a la universidad, ser “mujer”, tener una “familia”, etc etc etc). Ha sido muy dificil y doloroso para mi transitar ese dolor y lo tuve que hacer sola… Encontré en mi clan de amigas y hermanas, en las experiencias de autogestión de la vida y los cuidados, en los espacios de confianza la base sobre la que poder “curarme”…  Mis propias condiciones materiales no podían permitirme pagarme un “terapeuta” para que me acompañase en ese camino, por tanto, mis amigas y mi entorno de confianza, mis relaciones sociales eran la única pieza en que podía agarrarme… Como madre, veo que el tema de la educación en super importante… sobre todo la educación, los valores y las prácticas que se dan en el entorno clánico de mi hija… También he escogido un colegio donde la pedagogía con metodologias vivas toma en la inteligencia emocional uno de sus pilares…. Con mi hija el hecho de ayudarla a identificar sus emociones, luego encarnadas en sentimientos y deseos, es una de las cosas más importantes. La frustración es una de las cosas más difíciles de transitar creo… Transitar la frustración, no solo el dolor, y aceptarla… Yo aún sigo en ese período de dotarme de herramientas y entornos donde poder traspasar la frustración que muchas veces me acompaña… La pedagogía aquí es una pieza clave en la infancia… reconocer el dolor, no juzgarlo, reconocer la frustración, aceptarla… y eso no quiere decir para mi ser pasiva ni entrar en rollos “positivistas” y neoliberales de sentirnos fracasadas y toda esa mierda. Quiere decir precisamente mantenernos liberadas de la ideología neoliberal, colonial y patriarcal que tanto daño nos hace…  No sé si me enrrollado mucho y he dicho poco… Podría seguir y seguir escribiendo sobre esto, es una de las cosas que ahora mismo me preocupan/ocupan más tiempo desde el yo y también desde el cuidado de mi hija desde la pedagogía y el amor.

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