Las Historias Pequeñas de Rafael Marziano.
El poder de síntesis de Rafael Marziano ante la magnitud del evento que retrata, es ante todo un ejercicio admirable.
Marziano hace uso de una práctica puesta en escena de cámara, donde el espacio se convierte en escenario (desde un concepto teatral) y por ende, los personajes en el motor absoluto para la construcción de las historias. Así, el juego se construye sobre la reducción y casi milimétrica composición de los planos y sus movimientos.
Quizás un punto que en la cinefilia global ya es para los entendidos en materia, muestra de un cine que apela a las nostálgicas formas de la era silente, una economía de recursos ligada a la creatividad de la composición cinematográfica. Fórmula que a un cineasta como Wes Anderson le ha valido adeptos en todo el mundo, y que el cine latinoamericano ha expandido y apropiado a su manera en las últimas dos décadas, tal es el caso de películas como Jauja (Lisandro Alonso, 2014), La Vida Útil (Federico Veiroj, 2010), La Nana (Sebastián Silva, 2009) El Custodio (Rodrigo Moreno, 2006), o la más reciente Roma (Alfonso Cuarón, 2018) todas películas unidas por un incesante algoritmo de cotidianidad, una poética del silencio heredada del cinematógrafo de Robert Bresson, del que Marziano pareciera valerse de vez en cuando, incluso para el desempeño de sus actores (o quizás “modelos”). Los personajes de estas historias han sido anulados de cualquier sentimentalismo, vemos y conocemos sus actos, y ya sabemos, pues es ley universal, o al menos hamletiana “La acción debe corresponder a la palabra, y ésta a la acción, cuidando siempre de no atropellar la simplicidad de la naturaleza”.
El tema que permea la pieza de Marziano, vendría funcionando como excusa y personaje reiterante. Contexto violento, para narrar historias violentas, dónde lo femenino es siempre víctima; metáfora quizás obvia de un país que durante sus años de democracia, siempre se discutió a manera de filosofía de bar, “matriarcal”. Una matriarcalidad vejada, que aún carga a cuestas las consecuencias de la corrupción social, política y económica, que ha venido en auge desde que los rojos tomaron el poder.
Diecisiete años han pasado desde los acontecimientos políticos y sociales que conmocionaron a todo un país el 11 de Abril de 2002; del que conocen, y no olvidan sus imágenes, alrededor de cinco millones de venezolanos en el exterior, y las sobras que han quedado de una generación, que aún vive y padece la situación presente, derivada en una vulgar dictadura.
“Historias Pequeñas” (2019) de Rafael Marziano, es la mínima de una épica política que transgredió la idiosincrasia de un país. Sus cuentos, narrados todos y cada uno de ellos, bajo una dinámica interna de tres actos obsesiva, en la que se apuntan tres fechas pilares del año mencionado, en una suprahistoria que pone el ojo sobre cinco momentos clave en la vida de un puñado de desconocidos, que tampoco hace falta que coincidan. Es así como Marziano construye un laboratorio donde “ensayo y error” es el parangón de la “triste historia sobre la libertad en Venezuela”.
Marziano se vale de cinco pequeñas historias enmarcadas en los hechos los días 11, 12, 13, 14 y 15 de Abril de 2002. Un profesor universitario, con un matrimonio congelado, que se acuesta con la secretaria. Un militar corrupto y su amante, a punto de perder una inversión. Dos mendigos (en el que quizás sea el episodio más hermoso de toda la pieza, y mejor dirigido) que se enamoran en medio del caos, la supervivencia y el abuso de poder. Una adolescente y su novio, que se convertirán en víctimas del miedo. Y una mujer de servicio y su hijo, comunicándose a la distancia a través de mensajes de texto.
La paleta de colores recorre los tonos tierras, es una película apasteladamente opaca. El sonido se sobredimensiona por encima de la imagen. Una banda sonora también pensada desde lo mínimo, ambientes lejanos que nos describen la guerra y la confusión en el exterior de cada espacio habitado por los personajes, y sobre ello, diálogos fuertemente resaltados, por encima de tono (habrá que ver si es una mala nivelación de la sala en que se proyectó, o es quizás una decisión creativa) y sobre ello un colchón musical que ayuda a mantener el registro atmosférico mono-emocional, por el que nos va sumergiendo progresivamente. Pues, la narración de estas historias, parecería tener su cauce en la misma frialdad con la que ahora vemos hacia el pasado y recordamos estos eventos. Ya Axel Capriles nos advertía en su libro La Picardía del Venezolano: la enfermedad psíquica que azota al venezolano se refleja en el fanatismo por el pasado, la imposibilidad de crear un presente y un futuro por la fijación en la glorias pretéritas”. En Marziano el registro psíquico cambia porque sus historias tratan una derrota (muy alejada de la heroica bolivariana) y sobre ella, se encajonan aún más la imposición de presente y futuro ante la negación de pasado, o la forma como volteamos a ver nuestra historia reciente.
Cobra valor que el aparente estatismo creado por Marziano, no abuse o presuma de tiempos muertos, como es el caso de “Roma”, aquí la acción está delimitada, pero no restringida a asuntos más concretos de los personajes, sobre la puesta en escena diseñada para ellos. El resaltado de sus elipsis (además como signo ortográfico en el empleo de las transiciones internas a la narración de cada cuento, o del filme en general) reforza la manera directa y concreta como Marziano nos va narrando. Creando un efecto mucho más directo y sintetizado en su valoración final.
Hay en “Historias Pequeñas” un cuentario sobre comportamiento, no sobre emociones, un retrato de hechos, no de sentimientos. A Marziano le gusta meter el dedo en la yaga, y lo hace con elegancia, quizás demasiada, para un público acostumbrado a otras formas narrativas, sin lugar a dudas estas historias serán un hueso duro de roer.
Dice el esbirro final a la empleada del servicio de limpieza de la “Oficina Presidencial”:
– Sal de aquí que estorbas.
Esta última imagen, de alguna forma es el presente que vivimos. Alguien decidió que estorbamos, y nos hemos creído ese cuento, un cuento en el que, como animales políticos resultamos inútiles e inertes.
Sin duda “Historias Pequeñas”, sea quizá una de las películas más (aterradoramente) frías, pero contundentes de nuestra filmografía. Película que no debería pasar desapercibida, de ninguna manera.