Las sociedades, en todos sus tiempos, han visto y definido a la cultura como una entidad diversa, plural y constituyente de sí mismas. No hay manera de que esta sea ordenada u organizada de una manera simple, pues, ella ‘es’ y debe ‘ser’ comprendida como el proceso encargado de transformar lo increíble en inevitable, para generar un desarrollo constante de las prácticas humanas en sus distintas áreas expresión -como señala Zygmunt Bauman- siendo esto una condición que nos arropa a todos, y en la que se encuentra la construcción de nuestra identidad localizada.
Los artistas venezolanos, en este campo de localización, se encuentran inmersos en una particular hibridez de su cultura. Cultura que acusa de una gran multiplicidad, entre lo propio y lo extranjero, entre estrategias de apropiación y resignificación, con la cual desarrollan señas de identidad definidas en una serie de elementos simbólicos, capaces de configurar transformaciones subyacentes dentro de los entornos en los que se movilizan y de donde escapan, continuamente, de los límites establecidos al estar en contacto e intercambio de información a partir de los desplazamientos y el compartir que producen los mismos.
En este sentido los artistas venezolanos actuales se expresan en medio de complejos procesos de reconocimiento indentitario en los que funcionan reciprocidades fluidas, imposibles de controlar, ni de ordenar en la realidad global actual, pues, los símbolos, signos y patrimonios de nuestro imaginario común se contaminan de otras culturas constantemente, haciendo que la realidad manifestada por los mismos se nos presente a través del dinamismo generado en la identificación, como lugar de transformación agenciado en y con otras culturas.
Cambios y transformaciones que se manifiestan en el contexto presente de numerosos artistas venezolanos, en desplazamiento, los cuales a pesar de encontrarse lejos de su territorio de origen experimentan la situación del país, en la distancia, con lo que la percepción de la desintegración de una identidad genera otros modos de comportamiento al ser parte de la misma y de la afectación evidente de los factores sociales y políticos que han transfigurado el proceso de su identidad.
A pesar de esto, nos comprendemos como sujetos moldeables, adaptables. Sujetos capaces de modificarnos continuamente y sin embargo, mantenernos atados a un origen, a una identidad de arranque de la cual no nos desprendemos. En los artistas venezolanos, esta identidad les permite desenvolverse en su ámbito y pensada como hibrida, la misma le abre el camino con el cual generar relaciones con otros, adaptándose a sus costumbres, a sus imaginarios, a sus modismos y nuevos léxicos, todo ello como posibilidad de movilización dentro lugares ajenos y de retorno al propio, así como también como medio con el que encontrar espacios de anclaje dentro de los términos de sus particulares formulaciones identitarias.
La identidad inicial, o de arranque, emerge en una permanente contaminación con el contexto al que se arriba, y en ella se mantiene el propósito de establecer un impacto importante dentro de otras culturas igualmente hibridadas. Un ejemplo de esa identidad y de su heredad cultural en movimiento, fuera del territorio venezolano, se encuentra en las abstractas y constructivistas obras del artista Jaime Gili (Caracas, Venezuela 1972- ).
Jaime Gili, en el año 2017, realizó un ejercicio reflexivo sobre la libertad de la identidad venezolana mediante el constructivismo y la abstracción, comenzando por la herencia cinética y abstracta del arte y la arquitectura moderna venezolana de cuño internacional. Un universo donde nuestro imaginario natural se transforma en una abstracción total, y con ello, el artista, generó una importante visión y revisión de la historia del arte nacional de la cual se apropia al reciclar los postulados abstractos cinéticos desde otras experiencias con la intención de cargarlos de nuevos sentidos.
Gili parte de su particular herencia de lo cinético y de lo abstracto geométrico, expresiones que en Venezuela tomaron una actitud “radical, aguerrida e intransigente, en relación con su promoción y defensa de un arte nuevo que rompiera con todos los esquemas y convenciones artísticas dominantes, en aras del alcance de un lenguaje universal, capaz de expresar el espíritu de su propio tiempo”1
1 Wilson, Alonso. “Apuntes sobre la abstracción geométrica en Venezuela”, en: Consonancia. La abstracción geométrica en Argentina y Venezuela. Años 40 y 50, Luis Velásquez (Comp.), Caracas, artesanogroup, 2007, p. 153.
Espíritu que marcó una temporalidad de presente y que originó una sucesión artística que se alza en contra de una identidad venezolana basada únicamente en valores localistas, vernáculos o en el arraigo a la tradición figurativa, ya que habla de nuestra modernidad con el propósito de ofrecer a nuestros procesos identitarios nuevos sentidos desde una innovadora abstracción significante, no desarraigada de los aspectos sociales o emotivos, y de la que hoy en día parten varios de los artistas jóvenes y emergentes de Venezuela.
La abstracción geométrica venezolana de finales del siglo XX y de lo que ha transcurrido del XXI se ha convertido en un gran campo reflexivo sobre nuestra situación, sobre el país. Un lugar donde las geometrías no desean la pureza, ya que en ellas se piensa en los factores que nos hacen venezolanos. De allí, que Gili extraiga sustratos importantes de la cultura venezolana, en su diversidad, cambiándolos, transformándolos en otras imágenes abstractas con las que crea una comprensión distinta de la realidad, a través de componer otras relaciones entre los elementos principales de los que parten sus obras junto al arraigo de lo moderno que sólo pareciera una huella lejana en el país.
Jaime Gili, manifiesta continuamente en sus obras el lugar del artista de su tiempo, aquel que no se encuentra en ninguna zona en particular, ni pertenece a un espacio específico, sino que se moviliza entre ellos, en permanente tránsito, y en su movimiento continuo toma los que considera importante de ser representado de sí mismo y de lo que encuentra. El artista parte desde una vista en el exterior hacia el interior del territorio del que ha partido, Venezuela. (Img.1)
En este sentido, la identidad del artista siempre se ha visto impulsada por el interés en la falta o ausencia de la modernidad como bienestar que se vive en el país y que ha ocasionado la precariedad de nuestro entorno, en medio del deterioro de una estética cotidiana, experimentada desde el interior de nuestros hogares hacia el exterior de las ciudades. Espacios en los que nuestra percepción visual siempre desea encontrarse con aquello que hace de una ciudad: ‘una ciudad’ amable, respetuosa, y con la cual podemos mantener procesos identitarios de diversos niveles.
Pero, ¿cómo se ve o se experimenta esto en la distancia? Venezuela ciertamente es un país hermoso y desde la lejanía descubrimos y nos encontramos con la carencia del afecto hacia nuestra identidad de origen, de aquello que nos conforma y, que a pesar de ser una población que se ha configurado por diversas nacionalidades como: la española, la italiana, o la francesa unidas a la población original; es una sociedad diversa, cuya riqueza reside en la multiplicidad de los que somos e incluso en los desplazamientos actuales se introducen otras formas culturales que transforman a la misma cultura en su variabilidad permanente y donde los imaginarios comunes mutan continuamente. Sin embargo, aún se mantienen formas de identidad que en el arte han sido expresadas en la abstracción, que deterioradas por la situación, en medio de un no aprecio nos llaman la atención continuamente a la Venezuela que abrió las puertas a la internacionalización.
Un no aprecio por un entorno el cual se ha transformado volátil y sin arraigo, donde obras como ‘Diamantes de las semillitas’ (2011), se encuentran dentro del barrio de Petare, el más grande de América Latina, en la ciudad de Caracas. Petare es considerado uno de los barrios más peligrosos y conflictivos del país. Allí el artista ubicó a la identidad geométrica moderna, aquella que embellecía el entorno. La función de esto era la de hacer llegar a la
modernidad a un lugar con un imaginario caótico y difícil, y que cada día Petare se sintiera parte de la misma en el sentido de aportar armonía desde la expresión artística. Expresiones que gran parte de los habitantes de la zona desconocen. (Img.2)
Gili experimenta con diversos espacios de reconocimiento, en los que la abstracción se ha convertido en un sinónimo de movimiento, así como de identidad, la suya como venezolano aportando una visión personal hacia una identidad en desplazamiento que une lo local de su abstracción con lo global de la misma como expresión. Allí, lo habitual para el artista es tomar identidades inestables como las que se han formado en el territorio latinoamericano, donde lo local muta permanentemente creando de esta manera, un espacio amable reafirmando lo que nos conforma como venezolanos, dentro de Petare siendo parte importante del país.
‘T.A.X.I’ (2007), expresa lo local de las fronteras entre Argentina, Brasil y Paraguay con el propósito de representar lo ilegal y lo legal del movimiento de mercancía entre dichas fronteras. El traslado de estos objetos lo realizan mototaxistas y para el artista fue una excelente oportunidad de producción desde la velocidad y las figuras geométricas aportando a estas personas una
alternativa estética de identificación más segura y por ende de su identidad. (Img.3)
Gili desarrolla continuamente una abstracción en movimiento ambiguamente detenida, acentuando un imaginario común al venezolano, dentro de una representación inmovilizada y que no ha sido diferente en Venezuela en los últimos 20 años. En este tiempo hemos presenciado el deterioro, la falta de interés y de cuidado de las fachadas de edificios, de mantenimiento de calles, bulevares y avenidas, la precarización continuamente del país en donde vivimos en un ambiente lleno de violencia lugar de protestas, manifestaciones, los disturbios y las famosas “guarimbas”, así denominadas por el estado se han convertido en parte de nuestra identidad actual. (Img.4)
Para el año 2014 Venezuela pasó por otra de sus crisis violentas y disonantes: las “guarimbas”, por tres meses las calles y las avenidas de varios estados del país estaban totalmente cerradas y bajo estado de alerta roja con la intención de generar “una paralización total de país” cuyo objetivo era del generar un cambio en las estructuras del régimen y la solicitud de elecciones libres, sin embargo, estas acciones fueron mayoritarias en el occidente del país y algunos otros focos. Ciudadanos que hicieron gran esfuerzo en su derecho a la protesta, pero que se convirtió, ante la sordera del régimen, en simplemente un evento más en nuestra cotidianidad.
Gili toma como referencia este momento tan importante para todos los habitantes de Venezuela, y con él genera su muestra ‘Guarimba’ (2017), para la galería Cecilia Brunson Projects en la ciudad de Londres, Inglaterra (Img.5). Al tomar este suceso como núcleo de su discurso plástico, Gili nos recuerda el aceleramiento y la detención a través del recuerdo del suceso, el cual hoy en día es solamente un trasto más en el closet de nuestros recuerdos como venezolanos.
“Guarimba” como obra implica una respuesta política a partir del arte, pero – como afirma el artista– el arte es “un acto político terriblemente lento”, pero factible de aportar lecturas simbólicas sobre esta, nuestra, violenta realidad a
través de una visión distinta. ‘Guarimba’ nos permite sentir una reciprocidad con el objeto y nuestra identidad desde el constructivismo geométrico, con el que podemos desarrollar un nuevo imaginario desde lo común.
Lo abstracto geométrico en Gili se relaciona directamente con lo que le es propio en la condición de una localidad en desplazamiento, en la que lo local no puede desprenderse de lo global de esa abstracción que tiene, y ha tenido, lugar en el arte desde las primeras vanguardias del siglo XX y que en el artista retornan desde la especificidad de heredad geométrica.
De esta manera Gili no abandona su origen venezolano, es su identidad de arranque, hace uso de ella para enriquecer lo que ha conocido de otros territorios del arte al resignificarlos desde su particular posición, al dialogar con ellos dentro un proceso de reconocimiento en el que la formas abstracto geométricas abren a nuevos sentidos, a nuevas respuestas en una obra que va más allá de la pureza geométrica en su preocupación por lo social y la necesidad de hallar una identidad fluctuando en su variabilidad.
Bibliografía:
Luis Velásquez (Comp.): Consonancia. La abstracción geométrica en Argentina y Venezuela. Años 40 y 50 Caracas, artesanogroup, 2007.
S/A: https://www.ceciliabrunsonprojects.com/exhibitions/18/. Consultado 02/04/2020 (en línea)
Zygmunt, Bauman: Modernidad Líquida, México: Fondo de Cultura Económica, 2003.