El cuerpo de la mujer, encierra en sí mismo una diversidad de visiones y de significaciones, sobre las cuales poseemos múltiples modos de conocimiento y de observación. Comencemos pensando en la tipologia más común de la mujer local; la venezolana del cotidiano, conocido por sus curvas, senos de gran tamaños y caderas pronunciadas, básicamente el cuerpo moldeado que toda mujer quisiera tener, como imagen a imitar, pero hoy en día los conceptos de la visualización del cuerpo feminino han cambiado por completo, lo voluptuoso se encuentra en la nueva manera de ser delgadada y el ser delgada paso a un segundo plano, sólo se enfoca en las partes en las cuales la mujer no deberia tener ningún tipo de gordura.
Sin embargo, los cuerpos de las mujeres poseen diferencias sustanciales que dependen de sus espacios de pertenencia geográfica, de sus antecedentes y herencias familiares, pues distintos unos de otros, podemos evidenciar en ellos una infinidad de siluetas, de cadencias que los colocan en una infinita variedad de mujeres, de féminas con un carácter propio, que a pesar de la evidencia de los modelos de cuerpos femeninos imperantes, sus siluetas marcan hasta los territorios físicos de los que provienen y pertenecen.
El amplio espectro que recorren los cuerpos femeninos, nos conduce de manera inevitable al campo de la representación de la mujer como objeto deseado, y de allí la mirada imperante sobre la belleza esperada de los mismos, y donde las esferas de la representación artística y dentro de ellas la representación fotográfica han incidido en el rescate de ese momento efímero de lo bello femenino, como espacio de anhelado, captado en la sutileza de un tiempo único, sensible de ser captado por la cámara a través del ojo que admira y ansia continuamente mantener la permanencia de esa belleza particular y localizada en la imagen de la fotografía.
Al igual que la mujer del siglo XIX la cual prescindía únicamente de aspecto natural, el purismo y la asimilación de la identidad femenina dentro de la imagen manteniendo los instantes efímeros que tanto se desea atrapar la belleza única.
Dos modos particulares de atrapar y de representar estos efímeros instantes de lo bello femenino se ubican en los intencionados soportes del retrato y del desnudo, como elementos de representación idóneos de la admiración profundamente humana, como es visible desde los inicios de la fotografía, donde cuerpo femeninos eran captados y expuestos de diversas maneras, unas más explicitas que otras, tan sólo con la intención de hacer permanente esa belleza admirada y perteneciente épocas que poseían determinados rituales sobre lo femenino y que dan testimonio de su permanencia o desaparición.
Esta línea representativa ha sido constante dentro de las imágenes fotográficas, la mujer y su cuerpo siempre han estado presentes, son la muestra que atrapa “una última respiración: el estertor de lo fugaz. Quedando así ante los ojos para siempre como en un respiro suspendido fuera del devenir de la existencia: ese gran océano que se traga todas las cosas. La esencia de la fotografía, ocultándose a sí misma, muestra el infinito posible justo antes de su desaparición, de su desvanecimiento, de su muerte”. (Erik Del Bufalo, 2016).
La artista contemporánea cubana Cirenaica Moreira (1969) realiza su trabajo fotográfico dentro del purismo y el espacio que comprende el cuerpo de la mujer como elemento principal de su fotografía, utilizando la autorreferencialidad de la identidad femenina. Desarrolla por su parte “el estertor de lo fugaz” mostrando la permanencia del momento de la identidad femenina desde su autorreferencialidad.
Lo efímero del cuerpo femenino y de la desaparición de su belleza halla su espacio de permanencia en la imagen fotográfica que lo atrapa en el instante preciso, en el momento en que el ritual corporal se hace evidencia tal como es visible en la obra de la artista Isabelle Walternaux(Marsella,1959), pues la captación de estos cuerpos no responden a un problema de deseo sexual o de género, pues Waternaux ha desarrollado en su recorrido visual la permanencia de las imágenes femeninas en el retrato y el cuerpo desnudo de la mujer como la expresión de su totalidad significante.
Totalidad que existe y se manifiesta en el cuerpo, en su posición, en la captación del mismo, del rostro que nos conduce a pensar en la unión de los inicios, en los que
El cuerpo de mujer es más antiguo que el de hombre. En su historia está la historia del mundo: el parto del universo. Las cartografías son todas femeninas. La mujer muestra el camino. Ella es la ruta y la comunión entre nosotros y el principio. Basta con mirar las llanuras en la piel o los mapas escondidos en los labios para reconocerse en los secretos del viajero. La llegada que la mujer brinda significa reencuentro, haber regresado al inicio, donde la realidad se conoce a tactos y las palabras son apenas sonidos (Xalbador García)
Y es ese comenzar en el cuerpo femenino, como inicio, que da paso a la imagen deseante, prometedora de un ir permanente del pensamiento capaz de unir cuerpo e historia, cuerpo e impermanencia, cuerpo y ritual, cuerpo y belleza, pues todos estos significantes se unen en la creación de una forma representacional dentro del lenguaje de la fotógrafa, donde las pieles y los cuerpos se encuentran en relación directa con la mirada.
Para Walternaux el cuerpo es un instrumento de expresión y el retrato nos traslada a un espacio no mimetico en donde el cuerpo fotografiado tiene total libertad, con equilibrios, desequilibrios, la torsión del mismo entre otros ejemplos de la fotografía de esta artista que nos muestra al desnudo y al cuerpo en una calificación de libertad y la persepción natural de este instrumento de expresión que todos poseemos.
La permamencia de la imagen femenina, se nos muestra en aquello que una vez fue, capta la relación del cuerpo o del rostro que se nos aparece con lo que pensamos que es una realidad, sin embargo el momento en esencia del retrato es aquel en el que se desea buscar mantener ese estado de tiempo en el que la fotografia es realizada, pero para esta artista el retrato y la imagen de los cuerpos desnudos son imágenes totalmente atemporales.
Las féminas de Rosley Labrador
Un hilo conductor de la belleza femenina lo hallamos en la fotografía venezolana contemporánea en “Las Féminas de Rosley Labrador”. Labrador nos conduce por los caminos del cuerpo de la mujer venezolana como centro de su lenguaje estetico a través de la intimidad femenina, el retrato y el desnudo nos presentan bellezas únicas, dentro de en una atemporalidad que trasciende al hecho físico y visible de lo bello femenino.
Rosley Labrador (1985) nacido en Yaracuy comenzó a desarrollar su carrera creativa desde el diseño grafico, egresado del Instituto Universitario de Tecnología, años después se movilizó a la ciudad de Caracas para comenzar su carrera fotografica en la Organización Nelson Garrido.
La fotografía de Labrador puede ser observada de diversas formas, la sutileza de como visualiza el cuerpo femenino dentro de su intimidad única y de su sexualidad particular, donde la diversidad de los cuerpos y de las pieles captadas por su ojo han permitido que sea capaz de encontrar ese lugar atemporal de la intimidad femenina, un cuerpo de mujer enmudece y que aparece en la imagen cómplice del silencio provocado por la imagen, que el fotógrafo atrapa en pequeños lapsos de tiempo en los que presencia un lazo indefinible de confianza entre la mujer que se expresa con su cuerpo y el lente de su cámara.
En este sentido las féminas de Labrador configuran una:
(…) imagen fotográfica tiene en sí misma una vocación de resto que, captando el instante de la impermanencia del mundo, deviene la imborrable presencia de un fantasma. La foto de aquello de lo cual es imagen no vive en ella, está afuera, en otro tiempo, en otro lugar.” Erik del Bufalo. www.laong.org/portfolio_item/estertor-rosley-labrador/ (en línea)
En el instante de la fotografía del artista la modelo está en intimidad completa con el lente, la utilización de la luz natural y la presencia física del cuerpo. Rosley captura instantes que son totalmente efímeros, dichos instantes son esos pequeños lapsos en los que la feminidad se topa con lo atemporal, momentos sutiles que juegan con el erotismo y la sexualidad sin dejar de mostrar la presencia del estado más honesto del cuerpo de la mujer venezolana, enfocándose en los elementos que expresan la sinceridad de éste. Tal como Isabelle Walternaux, Labrador plasma la sinceridad de la intimidad femenina de la mujer venezolana dentro de los espacios atemporales plasmados en su trabajo fotográfico, como también lo hace fotógrafo alemán Helmunt Newton (1920 – 2004) artista que forma uno de los antecedentes de Rosley Labrador y con quien desarrolla una relación más firme a nivel visual.
Helmut Newton tiene un gran lugar dentro de la fotografía de moda y del desnudo, en su época fue uno de los primeros en romper las reglas en la visión fetichista hacia el cuerpo tanto femenino como masculino haciendo de este un elemento que tendría más valor que la misma moda le atribuye a los modelos. Gracias a la composición provocativa de sus fotografías, las modelos femeninas revelaban más que sensualidad al espectador. Helmut Newton buscaba expresar la naturalidad de la realidad de una mujer a través de la imagen del glamur, que desde sus comienzos sólo busca enseñar al espectador el cuerpo de la mujer como un producto que debe ser admirable, pulcro y no tener algún tipo de error como lo son las cicatrices o las “imperfecciones” que posee el cuerpo.
Labrador toma a Helmut Newton como icono principal para el desarrollo de su lenguaje fotográfico y genera sus primeros pasos como fotógrafo independiente llevando a cabo su exposición “Mírame sin decir” en el 2011 en el Centro Cultural Los Galpones, desde esta temprana expresión de su lenguaje Rosley Labrador ha tomado el desnudo de la mujer como el principal componente de su obra, pero con un elemento que al igual de Helmut Newton no lo pasa por alto, la naturalidad del cuerpo de la mujer, donde se evidencian los aspectos de una sexualidad que es parte del cuerpo, fuera de todo tabú, pues lo que realmente importante se encuentra en
La intimidad –que- marca ese punto donde mirada y objeto son indistinguibles; el resto, muestra la ausencia melancólica que no termina de irse y el retrato el último momento de un cuerpo antes de volverse el suspiro que ya no terminará en este tiempo, sino en el fin de los tiempos que es toda fotografía. (Erik del Bufalo. www.laong.org/portfolio_item/estertor-rosley-labrador/ (en línea))
En este sentido el fotógrafo muestra una sexualidad femenina a partir de la sutileza, fuera de todo fetichismo, pues es ese resto melancólico de lo que está por perderse, es lo que emerge de su lente, para conducirnos por los pliegues de la piel de sus féminas, sensuales, naturales, sin tipo alguno de perversidad, sólo ellas en la honestidad del espacio de comunidad del que mira y de la que es mirada para ser captada y llevada al soporte de la imagen final.
Féminas construidas en la agudeza de una mirada, que como la del Labrado emerge desde su tiempo, de las mujeres de su tiempo, aquellas que ve y observa, desde el conocimiento de una sexualidad particular, cultural y social, que surgen sin censura, que siguen el hilo conductor de la representación deseante y deseada de la mujer de los inicios, la primera de cada uno de los tiempos, la verdad de nuestro ser como imagen de identificación
Las féminas de Labrador respiran naturalidad, ellas no son modelos forzados ni sexualidades exhibidas, son en sí la naturalidad explicita de la mujer venezolana, “del deseo en sí mismo, como si éste no fuera aliento incorpóreo, sino un cuerpo, una cosa, una huella. La última respiración comienza inhalando el aire de la existencia para exhalar su vida más allá de la imagen” (Erik del Búfalo), pues estas mujeres captadas, visualizadas son un más de la fisicidad, son la muestra fehaciente de lo efímero, de lo último de un instante apresado por el fotógrafo, que busca continuamente un estado inicial, el primero, en medio de la pureza del medio, para con ello lograr imágenes igualmente puras en las que los cuerpos se expresen por sí mismos sin artificio alguno.
Labrador nos conduce por un variado recorrido de cuerpos, de féminas con caracteres propios, ninguna es igual a la otra, que agrupadas bajo una definición de fémina, muestran su diversidad, su complejidad, y que colocadas bajo la óptica del blanco y negro remiten de nuevo al inicio, para sugerirnos en sus retratos la permanencia de una intimidad femenina, que surge desde la trascendencia y la sexualidad que cada cuerpo posee.
Cada mujer, cada fémina captada por el lente de Labrador, nos presenta a esa mujer que ya no volverá por lo efímero del instante pues todas ellas son retratadas desde naturalidad humana, en las que se resalta la particularidad, lo propio que las hace únicas, desde la forma sus cuerpo, sus imperfecciones, sus marcas y tatuajes, y donde la sensualidad escapa a todo tabú o fetichismo, pues se presentan como ellas, sin ningún tipo de forzamiento y de manipulación que traslade a una erótica confusa.
En estas féminas se presenta la naturalidad de la mujer como aspecto principal, sus cuerpos la exudan, y Labrador la hace brotar en medio de la intimidad que genera su mirada, y con ella realza ese aspecto oculto que captura y mantiene, pues el fotógrafo no pretende dominarlo, sólo hacerlo fluir como una parte más de la corporeidad femenina.
El lenguaje visual de Labrador muestra que la ausencia de la sexualidad es inexistente, ella nos acompaña, y para él es necesario mantener el estado de permanencia del mismo, y de allí la intimidad, lo privado del retrato de sus féminas, de la comunidad lograda en el estudio en el que deben fluir esos cuerpos y esos rostros, para ser conducidos a la atemporalidad sincera honesta de la imagen final y donde al igual que la realidad las féminas manifiestan de manera precisa que no todas las mujeres son iguales, de hecho la población de este país es diversa, a pesar de los cánones imperantes sobre la belleza.
En el trabajo fotográfico de Rosley Labrador descubrimos los múltiples tipos de cuerpos de mujer, colores y cabellos, que nos diferencian y que muestran la dificultad de una sola categoría para lo bello, pues ella se encuentra en lo efímero, en la marca, en la imperfección y que en definitiva es lo que hace bella a la mujer, a la siempre del inicio, a la huella, y que nos hace únicas e inigualables.