Reinaldo Rodríguez Anzola hablará de su libro “A la luz de la sabiduria”, en compañía de José Pulido

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Este Viernes 30 de Julio de 2010, 7:3pm

Reinaldo Rodríguez Anzola hablará de su libro “A la luz de la sabiduria”, en compañía de José Pulido

Reinaldo Rodríguez Anzola (Barquisimeto, 1942) es doctor en derecho y jubilado de Petróleos de Venezuela S.A., en donde ocupó diversos cargos gerenciales. Hasta su jubilación en PDVSA Petróleos – Chuao, mantuvo la sección: Para reflexionar…, con citas de interés general, divulgada diariamente, vía intranet, a todos los trabajadores. Paralelamente a la actividad corporativa, ha investigado cuestiones filosóficas, científicas y místicas. Su experiencia está expuesta en sus libros, charlas y artículos para diferentes publicaciones. Ha sido columnista de los diarios El Impulso y El Nacional. Sus libros ya en librerías son: “La vida un misterio tremendamente hermoso ¡Qué vaina tan buena es vivir!” y “A la luz de la sabiduría”. Sus libros tienen como eje central el condicionamento y la posiblidad de verlo que es también verse, como lo dijo el poeta Rafael Cadenas al presentar “A la luz de la sabiduría”.

Rodríguez Anzola habla de la enseñanza que dejaron los más grandes sabios de la humanidad: Laotse, Buda, Jesús, Sócrates y Einstein.

Y este es un escrito de José Pulido sobre el personaje:

Un sabio barquisimetano

Mi amigo barquisimetano Reinaldo Rodríguez Anzola, es un hombre sabio, cuya sabiduría reconocen sus lectores, porque además de sabio es autor de libros inquietantes y reveladores.

Aunque lee mucho y viaja por el mundo observando las diversas vidas de culturas diferentes, yo creo que Reinaldo es más sabio por ser barquisimetano que por ser lector, viajero y escritor. Esta creencia mía se basa en antecedentes comprobables. No me parece casual que varios de los seres más admirables que he conocido sean barquisimetanos. Verdaderas fuentes de conocimiento, creadores de la palabra y de la idea, señores del verbo como Rafael Cadenas, Salvador Garmendia y Manuel Caballero, son barquisimetanos. Sin ninguna dificultad podría seguir sacando hijos lúcidos del sombrero mágico que es Barquisimeto. Hasta podría elaborar una tesis con eso.

Sin embargo, como para llevarle la contraria a todo el mundo, Reinaldo dice que él nació en Venezuela y pasó su juventud en Barquisimeto.

Reinaldo es sabio y sencillo como un monje tibetano y hasta cuando camina da la impresión de que se trata de un monje extraviado en la urbe pecaminosa y peligrosa. Ello se debe, seguramente, al hecho de haberse pasado media vida leyendo a filósofos y sabios de todas las pasiones y religiones, aunque también ha inflamado sus párpados aprendiendo inmensidades con los pensadores científicos.

Los libros de Reinaldo Rodríguez Anzola son como fuentes frescas donde se bebe sin apremios y sin desesperos. Seguramente es así porque Reinaldo vive de la manera en que escribe y habla. Practica lo que difunde. Hace suyas las cuatro virtudes cardinales, por ejemplo: la reverencia por toda vida, que se manifiesta como amor incondicional y respeto por uno mismo y por todos los demás seres; la sinceridad natural; la mansedumbre; y la actitud de ayuda, esa que sirve al prójimo sin esperar recompensa.

El es feliz aún en los momentos más tristes o difíciles porque trata de ignorar los estados del yo. En eso también le lleva la contraria a una humanidad donde sobran los ególatras y los egoístas.

Reinaldo escribe en uno de sus libros:

“El ego es un pensamiento que hace que el ser humano se considere una entidad independiente capaz de realizar acciones. El sufrimiento del ser humano es producto o consecuencia de esta creencia de ser el autor personal de la acción. Para eliminar el sufrimiento es necesario desistir de esta falsa creencia de ser el autor personal de “mis acciones”, la llamada culpabilidad, o complejo de culpabilidad”.

Como me ha gustado mucho el ejemplo que buscó Jorge Luis Borges al respecto, se los voy a leer:

“Entre los hechos del Buddha hay uno iluminativo: la parábola de la flecha. Un hombre ha sido herido en batalla y no quiere que le saquen la flecha. Antes quiere saber el nombre del arquero, a qué casta pertenecía, el material de la flecha, en qué lugar estaba el arquero, qué longitud tiene la flecha. Mientras están discutiendo estas cuestiones, se muere. “En cambio —dice el Buddha—, yo enseño a arrancar la flecha.” ¿Qué es la flecha? Es el universo. La flecha es la idea del yo, de todo lo que llevamos clavado. El Buddha dice que no debemos perder tiempo en cuestiones inútiles. Por ejemplo: ¿es finito o infinito el universo? ¿El Buddha vivirá después del nirvana o no? Todo eso es inútil, lo importante es que nos arranquemos la flecha. Se trata de un exorcismo, de una ley de salvación”.

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