Daniel Dannery
RESNAIS Y FRANKL: EN LO MÁS PROFUNDO DE LA NIEBLA
Una nota crítica sobre “Noche y Niebla” (1956) de Alain Resnais con apuntes de “El hombre en busca de sentido” (1946) de Viktor Frankl.
Poco más de treinta minutos le bastan a Alain Resnais para llevarnos de la mano por un túnel temporal del terror obrado a los judíos; durante el ascenso del tercer Reich a lo largo y ancho de Europa; una noche larga y oscura bañada en la niebla más espesa, trenes y caminos anónimos dibujan un mapa registrando la reconstrucción que Resnais hace del carnaval del horror que fue la masacre.
Tendría Resnais 34 años al realizar el mediometraje “Noche y Niebla” (1956), había vivido un camino prólifico de 10 años, que iniciaría en 1946 con el mediometraje documental “Diagrama de una identificación”, a partir de este punto, el artesano se entregaría a la labor del cortometraje documental durante una década, entregando sendas piezas como la hermosa “Toda la memoria del mundo” (1956), sopre la biblioteca nacional de Paris, que junto a “Noche y Niebla” para quien esto escribe, guarda un paralelismo tematico con el recuerdo como basamento fundamental: luz y oscuridad. Faltarían 3 años apenas para que nos deleitara con su belleza junto a Marguerite Duras: “Hiroshima, mon amour” (1959), y toda una filmografía magistral que dio batalla hasta su último momento, cerrando con el canto: “Amar, beber y cantar” (2014) toda una declaración de principios desde su título.
En 1946, el sobreviviente del holocausto, psiquiatra y creador de la logoterapia, Viktor Frankl, entregaría a la humanidad el testimonio que le ayudaría a sustentar su pensamiento: “El hombre en busca de sentido”; libro que se convertirá en la piedra angular del pensamiento del psicoanalista, indagando y profundizando en la sobrevivencia; la poetica en la capacidad del hombre de trascender sus dificultades y descubrir una verdad conveniente a las circunstacias que lo azotan y asolan, y la capacidad de orientar sus intereses frente al contexto abrasivo. Frankl, habría pasado una temporada en el infierno durante los años 1942 y 1945, en un tiovivo desgraciado entre Auschwitz y Dachau. Estos años habrán servido a Frankl para lidiar contra su propia voluntad y generar un cambio de percepción sobre el hombre y la esperanza.
“Noche y Niebla” es una película temprana, 10 años habían pasado desde el final de la guerra, y ésta sería la primera película que mostraba y evidenciaba la atrocidad cometida en los campos de concentración Nazi en: Francia, Bélgica y Polonia, dejando por fuera Alemania, en una clara declaración de intenciones: no culpabilizar solo a un país de la desgracia, sino demostrar una carga de culpa colectiva, donde en muchos casos hasta los civiles se habían hecho la vista gorda a las atrocidades cometidas en estas granjas sangrientas.
El arte temprano en la realización documental de un autor como Resnais, nos puede dar una idea del porqué luego se empeñará en dislocar los tiempos narrativos de sus obras, alejándose de los conceptos de realidad y verdad, y ofreciéndonos sueños, perspectivas, visiones capaces de enaltecer la poética del alma humana, frente a la deconstrucción del discurso para aplicar una fábrica de sueños, en contraposición a un mundo de carácter pesadillezco, donde la violencia marca el destino de una humanidad ya pérdida; una humanidad que Frankl nos sintetizará en la figura signada por dos impulsos instintivos: la voluntad espiritual y la debacle del espiritu:
“Hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la raza de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo se compone de hombres decentes o de hombres indecentes, así sin más ni más. En ese sentido, ningún grupo es de pura raza (…) ¿Puede sorprender que en estas profundidades encontremos, una vez más, únicamente cualidades humanas que, en su naturaleza más íntima, eran una mezcla del bien y del mal? La escisión que separa el bien del mal, que atraviesa imaginariamente a todo ser humano, alcanza las profundidades más hondas y se hizo manifiesta en el fondo del abismo que se abrió en los campos de concentración.
Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.” (Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido.)
Ironiza Resnais, sobre la estética empleada para la construcción de los campos de exterminio, describiendo su “arquitectura y diseño” apenas iniciado el metraje, para poner en contexto la edificación de estas cámaras de terror. Dirá su narrador en off, mientras nos muestran las fotos de cada uno: “Estilo Alpino” “Estilo Garage” “Estilo Japones” “Sin Estilo”. Una manera de enfrentar al hombre en la creación de edificaciones mortuorias, destinos finales para millones de seres humanos. Granjas de sangre.
Resnais, nos sumerge en la miseria del alma a través de un viaje en tren, un recurso visual que nos permitirá adentrarnos hacía la noche, un espacio temporal, casi como una máquina “wellsiana”, mostrándonos los vagones repletos de anónimos en la vía hacía el final del camino. El paralelismo lo descifra a través del uso del color en presente transitando las mismas vías, de aquellos trenes que una y otra vez hicieron arder sus máquinas para descargar la carne que transportaban. Volver sobre la memoria, nos aclara Resnais, nos invita, nos dice, es una obligación.
Ya en el pasado, Resnais no duda en ir desglosando progresivamente la sed de sangre de quienes obraron en el exterminio de millones, en “Noche y Niebla”, las imágenes son perturbadoras, secuencias de excavadoras depositando a los muertos en fosas comunes, cádaveres colgados de las alambradas, rostros demacrados y aterrorizados, cuerpos desnudos, esqueletos vivos, desfile de humillación mortuoria, pasarela infernal, restos de una humanidad consumida, calcinada y mutilada. La cámara nos sumerge por los pasillos, rincones, recovecos, esquinas de las cámaras de gas, en los crematorios; nos muestra las letrinas, las literas, los arañazos en el concreto, los cuerpos decapitados, los quirofanos experimentales diseñados como guillotinas modernas, que harían palidecer al más noble corazón, los planos insisten nuestras miradas ante los desagues de sangre, los lienzos de piel humana, los jabones de grasa humana, el macabro arsenal del espitiru humano como una feria siniestra.
“Cabría establecer una anología: el sufrimiento, el hombre actúa de modo similiar a como lo hace el gas en el vacío de una cámara; ésta se llenará por completo y por igual cualquiera que sea su capacidad. Análogamente, el sufrimiento ocupa toda el alma y toda la consciencia del hombre tanto si el sufrimiento es mucho como si es poco. Por consiguiente el <<tamaño>> del sufrimiento humano es absolutamente relativo, de lo que se deduce que la cosa más nimia puede originar las mayores alegrías.” (Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido.)
Frankl nos recuerda que el alma humana puede ser una noche eterna, pero también un día iluminado. Renais nos muestra la noche, y nos surmerge entre su niebla, para guiarnos al camino del vacío, a un agujero de gusano donde el frío corona las almas. Resnais, grita un llamado al rescate de la memoria, apunta a la endeble capacidad que tiene la humanidad de olvidar lo que es capaz de hacer a otros.
¿Cuántos años han pasado y dónde estamos ahora? Pareciera el mismo sitio, sistemáticamente gobiernos que en primera instancia doblegan sus razones y van más allá de los hombres en honor a sus visiones de poder. ¿Y quienes son realmente los que trabajan, paren y crian hombres y mujeres en cada tierra habitada de este planeta? ¿Somos ovejas?
Quienes gobiernan, nos recuerda Resnais, son capaces de coleccionar el cabello mutilado, los zapatos destrenzados, los dientes arrancados y la piel despegada; los lentes caídos. Las postales del presente banalizan el recuerdo del terror del pasado, como si el hombre se pensase incapáz de volver a un lugar que vuelve a ser tan turbio como lo fue en su momento.
“En tales momentos ya no es el dolor físico lo que más nos hiere (y esto se aplica tanto a los adultos como a los niños); es la agonía mental causada por la injusticia, por lo irracional de todo aquello.” (Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido.)
La niebla vuelve a impedir la visión. Los turistas vuelven a banalizar el mal, y afrontan el recuerdo en presente como un catálogo estético, donde la memoria no empaña la visión, más que para una fotografía que sirva de souvernir frente a la tragedia. Las secuencias de Resnais en “Noche y Niebla” hieren en lo profundo del hombre que se sabe <<decente>> y alerta los sentidos frente a la indecensia de la que también es capaz la humanidad, frente a esa dualidad que lo atraviesa y que va más allá de todo bien y todo mal.
Hoy día, 2020, en el año de la pandemia, ¿qué tanto ha cambiado nuestro valor frente a nosotros y los demás? “Noche y Niebla” es un documento indispensable para pensarnos en soledad, para soñarnos mejor; aunque pareciera ya todo está escrito, pues el hombre decidió enceguecer, habitar la noche, perderse en lo más profundo de la niebla, para no volver.