DESPOTISMO ILUSTRADO DE DIANORA PÉREZ / Por Humberto Valdivieso

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Entre tanta destrucción queda una parte edificante

José Emilio Pacheco

Representar es permitirle a una idea manifestarse. Toda representación dice algo y provoca algún efecto en la conciencia humana. Los signos ordenados en sistemas son esclusas abiertas, a través de ellos los significados brotan hacia el mundo y llegan a las personas. Lo visible y lo invisible integran el espacio de un discurso. Las listas, por ejemplo, son sistemas nemotécnicos y guiños a la eternidad. Para Umberto Eco: “Nos gustan las listas porque no queremos morir”. Las palabras no son distintas a nosotros: en ellas algo siempre es revelado con respecto a la vida o la muerte. José Emilio Pacheco encontraba que: “La escritura nos hizo humanos. También nos permitió tiranizar el resto de la naturaleza”.  Asimismo, las imágenes y las palabras revelan contenidos mágicos, insólitos. Octavio Armand escribió: “El humo del tabaco hacía visible el poder invisible”.

Toda representación muestra algo, ofrece información evidente y también oculta. La obra de Dianora Pérez hace lo propio con lo más profundo del despotismo: expone las marcas de la clausura y del vacío. Lo revelado en su trabajo proviene de esa oscuridad.

Ilustrar tiene relación con aclarar, ofrecer ejemplos, iluminar el entendimiento. Un ser ilustrado es alguien que pasó por un proceso civilizatorio. Su proceder despliega la performance de una cultura refinada. Al menos así es visto desde el siglo dieciocho. Sin embargo, semejante logro es también una utopía: el sueño de  la voluntad por ser autosuficiente y ordenar el mundo. Su fracaso lo “ilustra” Francisco de Goya en los grabados.

Ilustrar en la muestra de Dianora Pérez es, en efecto, un ejercicio iluminador. Ella utiliza la fuerza ordenadora de los códigos ―lingüísticos, visuales, táctiles― para forzar al dominio de lo despótico a manifestarse en su esencia, a gritar la única afirmación posible en el lenguaje de una tiranía: suprímase. Pero su propósito no es denunciar la obviedad brutal del despotismo. Tampoco insertar el arte en el oscuro ciclo de las noticias y la violencia cotidiana. El trabajo de la  artista es otro, se desarrolla más allá de lo evidente. Su acción señala los efectos del autoritarismo ilimitado: huecos, vacíos, borrones, ofuscación, invidencia, silencios, tachaduras, supresiones hechas para desaparecer cualquier intento de disidencia.

Toni Morrison en un ensayo intitulado Unspeakable Things Unspoken afirma que “Un hueco puede estar desocupado pero no es un vacío”. Y llama a cambiar la usual pregunta “¿por qué?”, utilizada para lidiar con las absurdas omisiones de los cánones, por una más urgente: “¿cómo?”. Esta última apunta a lo aterrador de los sistemas despóticos: los mecanismos de supresión y las estrategias del silencio. Dianora Pérez responde a esa pregunta cuando ilustra las tácticas utilizadas por el poder para clausurar la vida, la información, los derechos: la libertad en general. Ella señala lo único inocultable en un despotismo: el vacío. Y aunque muchas veces nos es posible decir con exactitud quién o qué estaba en el lugar de una ausencia, puede señalarse el agujero. Ilustrar en su obra es afirmar que algo desapareció y no puede ser olvidado. Que hay un hueco donde había una vida y no puede taparse con argumentos. Debe permanecer ahí, hacerse evidente, para no ignorar cómo actúa un régimen despótico.

De las muchas estrategias del despotismo, ilustradas por Dianora en sus trabajos, es indispensable resaltar una: la repetición. Cuando esta técnica es aplicada con eficiencia, los centros de poder generan un patrón y encierran a la gente en él. Entonces, la relación de las imágenes y las palabras con el mundo se pierde y estas quedan encadenadas a los efectos del código. Es decir, el sistema de comunicación del poder se asume como la única realidad válida y operativa. Todo lo demás permanece oculto.

¿Es posible contrarrestar esto? El periodismo y la política tienen años fracasando en el intento. La denuncia y la confrontación solo han conseguido alimentar al sistema, aumentar las propiedades de un patrón hecho para instaurar la confusión: mientras más hablen, menos se entienden. La habilidad de la artista reside en socavar las estrategias del poder ilustrándolas: iluminar las sombras del entendimiento que las hizo posibles. Dianora no informa, activa la repetición y provoca la salida de los mecanismos brutales a la luz. Deja en evidencia el patrón, marca los lugares donde la desaparición ha sido sistemática. Utiliza la repetición para desencadenar la crisis en un sistema dominante.

Despotismo Ilustrado de Dianora Pérez es un minucioso ejercicio de rebeldía. Una respuesta al “¿cómo han logrado esto?”, o bien “¿cómo ha sido posible estandarizar el horror?”. En ella, el arte en tanto ejercicio político es una labor de inteligencia cultural.

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