La imaginación es más importante que el conocimiento.
Albert Einstein
¿Qué hago yo detrás de los ojos?
Rafael Cadenas
Es imposible hacer un corte preciso entre la ciencia, la religión y el arte.
El todo nunca es simplemente igual a la suma sus respectivas partes.
Max Planck
El Universo es real, pero uno no lo puede ver. Hay que imaginárselo.
Alexander Calder
¿Por qué la naturaleza es tan casi simétrica? Nadie tiene idea del porqué… Dios hizo las leyes solo cercanamente simétricas para que no estuviésemos celosos de su perfección.
Richard Feynman
La materia de la realidad, en el siglo XXI, trasciende al átomo: cuerpos, objetos, signos y sistemas digitales integran el ecosistema de nuestra naturaleza híbrida. Ahí nada está aislado, ningún espacio es puro; todo es heterogéneo. Las imágenes y las palabras con las cuales nos referimos al mundo jamás están en reposo; se hayan conectadas a sistemas de comunicación que a su vez son infinitos. Hoy día ser humano implica hacerse y deshacerse en ese contexto; usar el habla –esa fuerza creativa– para deformar lo que nos ha sido otorgado por la vida y el universo. La creatividad no es sacar algo de la nada, eso no es posible: no somos dioses. Crear es diseñar nuevas relaciones, proponer alianzas novedosas, tratar de entender; aceptar que todo está lleno y contaminado. Y, por lo tanto, nuestra labor es seguir generando polución. Ya Antonin Artaud lo dijo en el siglo XX: “Comprender es contaminar el infinito”.
Es lo que ocurre al reunir en un mismo concepto mene y digital. Esta es una operación donde se enlazan dos universos conceptuales en un laberinto retórico: el petróleo y la informática. Es la síntesis de una era distinguida por cuantiosos flujos de datos, narrativas emergentes, identidades provisionales, órganos conectados a prótesis electrónicas, infinita sed de energía, distribución asimétrica de los recursos y crisis globales alimentadas por conflictos entre información y contra-información.
Rolando Peña es el alquimista detrás de esa mixtura contemporánea. Lo ha sido desde mediados del siglo XX en Venezuela, Europa y los Estados Unidos de Norteamérica. Su obra es consecuencia de haberse sumergido sin prejuicios en las condiciones de la globalización: sus avances, crisis y formas expresivas. De creer en el “presente del futuro” como ya lo demostró en Testimonio y Homenaje a Henry Miller, las primeras instalaciones multimedia en el país: “Y de pronto seguí creyendo con más fuerza en lo que siempre he creído, he pensado, sé que vendrá, no sé cuándo; pronto, tal vez”.
Mene Digital comenzó en los años ochenta del siglo veinte como un proyecto de digitalización de la obra tridimensional de Peña en el Centro Científico de IBM en Caracas. Participaron el astrofísico Claudio Mendoza y el experto en computación gráfica Thomas Fromherz. Se utilizó el sistema WINSOM desarrollado para modelar sólidos en formato digital. Las imágenes se calcularon en la computadora 3090 de IBM y fueron desplegadas en la estación de trabajo gráfico 5080 en un monitor de 1024 x 1024 y 4096 colores simultáneos. Este proceso constituyó un prodigio tecnológico: por primera vez se trabajó con fractales para elaborar una obra de arte digital en Venezuela. También fue un proyecto pionero por el modo transdisciplinario de abordar el proceso. Rolando Peña venía de Nueva York con la experiencia de haber formado parte de La Factoría de Andy Warhol y sabía perfectamente que el arte contemporáneo tiene como base la integración conceptual de disciplinas, la suma de expertos en el proceso de producción y el uso de las tecnologías de comunicación más avanzadas del momento.
Mene Digitales una obra de vanguardia en los siglos XX y XXI. En el 2016 se presenta como una expansión de todo lo que fue pensado en su momento. Esto quiere decir que profundiza en la relación conceptual entre petróleo y arte, incorpora nuevos medios, integra tecnologías de última generación y se propaga a través de internet. La muestra, expuesta en la Sala Magis de Arte Contemporáneo del Centro Cultural Carlos Guillermo Plaza de la UCAB, para conmemorar los setenta y cinco años del Centro Venezolano Americano, es una síntesis y una actualización del concepto Mene Digital. Muchos argumentos justifican el empeño de las dos instituciones por aliarse para mostrar el trabajo de Rolando Peña. Sin embargo, hay dos que resaltan entre todas: el carácter binacional de la obra de un artista formado entre Caracas y Nueva York, y la relación de su trabajo con la investigación y el saber. Este maestro venezolano ha hecho del conocimiento la materia de su quehacer en el arte, lo cual llevó al crítico de Alfredo Boulton a afirmar que “el mayor mérito que veo de la expresión de Rolando Peña es el haberse abierto un camino con elementos inesperados que no tenían su origen para cumplir con una función de arte”.
Fotografías: Humberto Valdivieso y Centro Cultural UCAB.